“Mantengan encendida la luz, que siempre voy a volver”
Guayasamín.
Oswaldo Guayasamín, el gran artista ecuatoriano, marca junto con los mexicanos Orozco, Siqueiros y Rivera; el brasileño Cándido Portinari y el argentino Antonio Berni, el grupo de artistas y muralistas que expresaron el sentir de Latinoamérica en el siglo Veinte, comprometidos con su época, a veces alineados políticamente, otras, superando los dogmas sectarios para alcanzar los valores humanísticos universales con el arte de su expresión.
Guayasamín, “volador del arte’, su nombre en indígena significa “ave blanca volando”, fue un hombre de su tiempo y un artista que volcó en su obra el sentir de Latinoamérica. Con un estilo expresionista figurativo y con gran dominio de las técnicas, realizó una obra monumental. Expreso los conflictos y sentimientos del hombre a través de sus dibujos, acuarelas, óleos, murales y esculturas. Puso en relieve la injusticia social e hizo un llamamiento a la unión, la paz y los derechos humanos. Visionario que consideraba el arte como patrimonio de los pueblos, donó toda su obra y sus colecciones a su tierra ecuatoriana.
Nació el 6 de julio de 1919, en Quito, Ecuador, de origen quechua, nunca negó sus raíces, mas bien apoyó los movimientos indigenistas y valoró en su obra la presencia del indio. Su vocación artística fue temprana: “Yo desde los diez años, pinto, pinto y pinto”, manifestaba en sus conferencias. A pesar de la oposición d e su padre, estudió Bellas Artes y muy joven, en 1942, hizo su primera exposición, muy controversial, pero que lo puso en contacto con un mecenas, Nelson Rockefeller, quien compró parte de su obra y lo invitó a Estados Unidos. Es en el país del norte donde conoce los movimientos de vanguardias y luego viaja a México, para trabajar como asistente del muralista Clemente Orozco. Viaja por Latinoamérica, rescata la temática del indígena y trata los temas sociales. Obtiene el Gran Premio en la III Bienal Hispanoamericana de Arte, en Barcelona y el Gran Premio en la Bienal de Sao Paulo.
Ecuador es una país de fuerte tradición pictórica, es famosa la “Escuela Quiteña” barroca, y los altares laminados en oro de sus Iglesias. Igualmente importante es la “Escuela Primitiva Indigenista” o arte naif, como así la actividad artesanal, cuyo epicentro es Otavalo y pueblos andinos. Esa historia visual es representada por el maestro Guayasamín, quien sabe fundir la vanguardia con la expresión autóctona.
Tuve la suerte de viajar a Ecuador tiempo atrás, admirar la bella capital Quito, con su centro histórico, visitar Otavalo y llegar por un bello camino de serranías a la línea ecuatorial, donde se siente una especial sensación ante “La Mitad del Mundo”. Ecuador es surcado por esa línea mágica y lleva su nombre por ese privilegio. En esa ocasión, visité la Casa Taller de Guayasamín, no era el gran museo que es ahora, la Casa Museo fue fundada en 1976, junto con la creación de la Fundación Guayasamín.
Actualmente, el Museo tiene salas que albergan la excelente colección de arte precolombino, con más de 2000 piezas, obras de arte colonial, telas y dibujos del maestro. La Fundación está presidida por su hija Verenice y se ocupa de preservar los bienes culturales y la colección cedida a su país por el maestro. Asimismo, se ocupa de la Capilla del Hombre, que el artista no alcanzó a ver y que tiene dos extensiones: una en Cuba y otra en España: la Casa Museo Guayasamín de Cáceres.
El maestro, en vida, recibió todos los honores, fue miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, España, y más tarde miembro de honor de la Academia de Artes de Italia. Tuvo exposiciones en París, en Roma, Madrid, Barcelona y Varsovia.
En 1971, lo nombran Director de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, y organiza exposiciones por América, Europa, la Unión Soviética y China. En 1995 vimos en Buenos Aires una gran retrospectiva, con el entusiasmo del público esperando en fila frente al Palais de Glace. Ya era un gran artista famoso a nivel internacional.
Su obra como muralista se pueden apreciar en Quito, en la sede del Gobierno, en la Universidad Central y otros recintos. En esta obra muralística, Guayasamín plasma la historia de su país, el descubrimiento, el Río Amazonas y la selva, la gesta independentista y el mundo indígena.
En España, en el aeropuerto Barajas de Madrid, hay un mural de 120 metros, otro gran mural se encuentra en la sede de la Unesco en París y otro gran mural, en Caracas, en el Centro Simón Bolivar.
Guayasamín agrupaba su obra según series pictóricas. Las dividía de la siguiente manera: Primera Serie Huacaynan, El Camino del Llanto, reflejo de sus años recorriendo América y fruto de su visión ante el dolor y la injusticia de los marginados y los indígenas. En su segunda etapa, La Edad de la ira, el artista tiene una visión universal de las guerras y conflictos mundiales (Biafra, Vietnam, Hiroshima). Su tercera etapa, La Edad de la Ternura, es donde refleja a las madres y a los niños del mundo, abarca un periodo entre 1996 a 1999.
La cónsul general de Ecuador en Miami, Pamela Jalil García, sintetiza la carrera del maestro:
“Guayasamin, representa no solo lo importante y rico de la cultura ecuatoriana, también se convirtió en la voz de los sin voz. Su obra fue herramienta de denuncia, su obra muestra las etapas por las que atravesamos los humanos. Marca a quien la aprecia, enseña a quien se interesa, hace reflexionar a todos.”
Sin duda, Guayasamin es parte de la Historia del arte latinoamericano y universalizó el sentir de nuestro continente con su estilo particular.