¿Para qué sirve el ser humano? La historia de las culturas de Marina y Rambaud 

Toda la cultura, generada y asimilada sólo por la mente de los humanos, es una y su evolución vence a la genética. El pasado está incrustado en el presente, pero no a los ojos de todos.

biografia-de-la-humanidad-cubierta ¿Para qué sirve el ser humano? La historia de las culturas de Marina y Rambaud He leído Biografía de la humanidad. Historia de la evolución de las culturas —escrito para acabar con el estúpido desdén hacia la Historia—, con la intención de comprender, una vez más, eso que llamamos evolución. Pero este libro publicado por la editorial Ariel recientemente ha sido editado además y sobre todo para que no olvidemos lo que es (lo que quizás pronto fue) el humanismo, eso de ser humano, ahora que estamos a punto de entrar en la era del posthumanismo (la de dos de las ramas de la creatividad humana: la informática y la ingeniería genética): la gran amenaza que pesa sobre nuestra especie es que “la humanidad puede deshumanizarse”.

El popular y prestigioso pensador José Antonio Marina, y el historiador Javier Rambaud han escrito con notable calidad literaria un exigente ensayo para explicarnos que los seres humanos no tenemos un porqué, hacemos lo que hacemos debido a que no tenemos otro remedio y cuando, en ocasiones, acabamos dando con lo que buscamos, ese hallazgo, ese triunfo, no nos basta en modo alguno.

Las palabras que importan

Palabras clave de esta obra son: cultura, esto es, “el modo humano de vivir”, pero también “una revelación de la intimidad de la especie” originada por la “emulación competitiva de los individuos”, por el deseo mimético, la envidia: por medio de las ficciones culturales el Homo sapiens sapiens prolonga la realidad para manejarla (y dado que su relación con ella, con la realidad, es cognitiva y emocional, el sapiens sapiens es un ser racional e irracional, a la vez o alternativamente); posibilidad, entendida como horizontes de cada momento histórico; cerebro humano o “máquina de producir ocurrencias”; felicidad, de tal manera que podría decirse que la historia de la(s) cultura(s) es la de su búsqueda (entendida como placer, amor, poder, venganza…: de hecho este es realmente un libro que explica la historia de la búsqueda de la llamada felicidad objetiva); creatividad, en el sentido de búsqueda de soluciones para las mismas pasiones y los mismos problemas (o los inventamos nuevamente), guiándonos por un esquema de búsqueda muy poco preciso (pues sabemos mejor lo que no deseamos que lo que deseamos); deseos, en tanto que motor de la historia (ese “plebiscito continuo”), teniendo en cuenta que el deseo de los sapiens sapiens “de ampliar sus posibilidades, de expandir su acción, es constante (es el deseo de poder); historia, como el recorrido existencia de la familia humana y la búsqueda por parte de ésta de “un dinamismo evolutivo no darwiniano”, es un continuo “hacer y deshacer”; aprendizaje, cuyo fruto es el conocimiento y que tiene su propia ley, la ley del aprendizaje (“toda persona, toda organización o toda sociedad, para sobrevivir, necesita aprender al menos a la misma velocidad a la que cambia su entorno; y si quiere progresar tendrá que hacerlo a más velocidad”): los humanos aparecimos gracias al impulso de la capacidad de aprender, y sobreviviremos mientras sigamos aprendiendo); impulsos, los de los humanos son algunos ancestrales y poderosísimos, tanto que hace que nos preguntemos si “estamos sometidos a un destino implacable” (pero, como afirman los autores de Biografía de la humanidad, “negar los determinismos sería ingenuo, caer en ellos, decepcionante”); espiritualidad, ya que la evolución de las culturas nos ha enseñado que no somos un Homo economicus “preocupado por maximizar el interés”, sino un Homo spiritualis “que vive coordinando realidad e irrealidad, razón y sinrazón, pasado y futuro, egoísmo y altruismo, violencia y ternura”; derechos, cuya genealogía es ni más ni menos “la aventura esencial de la humanidad constituida por seres espirituales; libertad (una “necesidad conocida”)…

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Biografía de la humanidad, arte del paleolítico

La ley del progreso ético de la humanidad

Ahora que nos dirigimos hacia una humanidad mejorada, una humanidad aumentada, “ahora que vivimos la exaltación tecnocientífica que nos promete la inmortalidad, la felicidad y la divinidad”, conviene no olvidar que “la historia parece un barco borracho a merced de las tormentas exteriores e interiores” (una narración desgarrada entre nuestras grandiosas aspiraciones y la miseria de nuestros actos), aunque a menudo hayamos creído ver en ella un hilo conductor hacia el progreso. ¿Seguiremos los humanos dividiéndonos entre utópicos y apocalípticos? ¿Seguiremos dejando la creatividad en manos bien de los que pretenden acrecentar su poder y limitárselo a otros para dominar la realidad, bien de aquellos que hacen refulgir la palabra dignidad continuamente para darle sentido a la realidad?

Si queremos llegar al futuro a través de la era del humanismo de tercera generación (tras el de la primera, que se corresponde con el Renacimiento, y el de la segunda, propio del siglo XIX y la distinción entre ciencias positivas y ciencias de la cultura), hemos de saber explicar el pasado como “el gigantesco esfuerzo de los sapiens por convertirse en animales espirituales”: necesitamos una ciencia de la evolución cultural de la humanidad para conocer la esencia del ser humano y provocar la “lealtad a toda la humanidad” (no sólo a lo más local, cercano) que permita dirigir la evolución humana (aprendiendo de la Historia lo que es la humanidad compartida, que el tiempo de los humanos no tiene un fin pero sí tienen los humanos fines) a través de la difícilmente creíble “ley del progreso ético de la humanidad”:

“Cuando las sociedades se liberan de la pobreza extrema, de la ignorancia, del dogmatismo, del miedo, y del odio al vecino y al diferente, evolucionan convergentemente hacia un modelo ético universal que se caracteriza por el respeto a los derechos individuales, el rechazo a las discriminaciones no justificadas, la confianza en la razón para resolver problemas, la participación en el poder político, las seguridades jurídicas y las políticas de ayuda.”

El hilo de la evolución de la familia humana se mantiene por medio de “la conservación, la recuperación, el traspaso de la caja de herramientas físicas y mentales creadas por la cultura anterior”: de tener que elegir algunas de ellas, parece que lo más importante es “que se mantengan las herramientas encargadas de eliminar los obstáculos que impiden el progreso humano” (la pobreza extrema, la ignorancia, el dogmatismo, el miedo y el odio, recordemos). Esas herramientas, que se perfeccionan, pero que a menudo se han olvidado, son “el progreso económico, la información asimilada, el pensamiento crítico, el respeto y la compasión”. Y con ellas, la humanidad “estará en condiciones para construir la felicidad objetiva”.

Este libro es un auténtico pozo de útil sabiduría a mi entender, aunque diga de sí mismo que es “sólo el principio” cuando al finalizar se cierra diciendo: “aquí termina el libro, pero no su búsqueda”. En su intención, se guarda como un tesoro “la permanencia del pasado”. Y es una esperanzadora recuperación de la fe en el progreso como hilo de la humanidad. Bienvenido sea.

José Luis Ibáñez Salas
Editor de material didáctico para diversos niveles educativos en Santillana Educación, historiador y escritor. Director de la revista digital de divulgación histórica Anatomía de la Historia, es autor de El franquismo, La Transición, ¿Qué eres, España?, La Historia: el relato del pasado y La música (pop) y nosotros (publicados los cinco libros por Sílex ediciones), fue socio fundador de Punto de Vista Editores y escribe habitualmente relatos (algunos de los cuales han aparecido en el blog literario Narrativa Breve, dirigido por el escritor Francisco Rodríguez Criado) y artículos para distintos medios de comunicación, como la revista colombiana Al Poniente o las españolas Nueva Tribuna, Moon Magazine y Analytiks. Tiene escrita una novela y ha comenzado a escribir otras dos.

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