Dos artistas, dos hombres, dos vidas opuestas en duración, en clase social, en presencia física. Uno,Toulouse-Lautrec, el enano aristócrata, incapaz de vivir como tal, despreciado por los suyos, excepto por su madre, que se refugia entre burdeles y cabaretes para humillarse al máximo y para expresar con su pintura tragedias, las propia y las ajenas, a veces con brutalidad y rabia, otras con ternura, siempre con una manera de pintar inspirada en otros artistas pero creando un estilo propio, una modernidad inspiradora para otros, entre ellos un joven Picasso.
Afines en el arte, ambos pintan la historia de sus propias vidas, breve la de Toulouse-Lautrec, larguísima la de Picasso, quien tras pasar por muchos ismos, retorna en sus últimos años al estilo Lautrec.
El recientemente nombrado Museo Nacional Thyssen Bornemisza, clausura la celebración de sus veinticinco años de historia en Madrid con una exposición diseñada para fascinar, tanto al público iniciado en pintura moderna como al más profano. Porque ambos pintores, Henri de Toulouse – Lautrec y Pablo Picasso vivieron intensamente el tiempo que les tocó vivir, Lautrec treinta y seis años, Picasso noventa y uno, y ambos pintaron para fascinar contando en sus cuadros sus fascinantes vidas.
Algo más para fascinar. Es la primera vez en la historia que una exposición enfrenta la obra de ambos, desde 1886 a 1901 del lado Lautrec, desde 189… a 1906, saltando después a los cincuenta, sesenta y setenta del lado Picasso. Había que verlos juntos para constatar que la afinidad es tan alta que llega a ser intercambiable. Hay cosas de Lautrec que podrían ser de Picasso y cosas de Picasso que podrían ser de Lautrec.
Más de cien obras, procedentes de unas sesenta colecciones públicas y privadas de todo el mundo, organizadas en cinco secciones temáticas: Bohemios, Bajos fondos, Vagabundos, Ellas y Eros recóndito. Además de fascinar asombra la gran cantidad de temas que interesaron a los dos artistas y que ambos teatralizaron al límite. Los retratos caricaturescos, el mundo nocturno de los cafés y cabarets, el mundo de los marginales con sus crudas realidades, el circo, los burdeles.
Nunca se conocieron. Es improbable que Lautrec supiera de la existencia de Picasso, porque cuando éste último fue por primera vez a Francia sin cumplir los veinte años a la Exposición Universal de París de 1900, Lautrec ya estaba tan enfermo que murió unos meses más tarde, en 1901. Pero Picasso ya había conocido a Lautrec a través de sus amigos Santiago Rusiñol, Ramón Casas e Isidro Nonell antes del fin de siglo. Desde el principio percibió la radicalidad vanguardista de Lautrec y desde el principio le impactó profundamente. Compartió con Lautrec su forma de entender el arte, su inspiración en El Greco, Ingres y Degas, la obsesión compulsiva por el dibujo, el rechazo por la enseñanza académica, la pluralidad social, la influencia de su obra en el arte contemporáneo.
Hablando de pintura…
El espacio irracional, los colores arbitrarios inspirados en el manierismo y el refinamiento extremo de El Greco tuvieron influencia en la pintura de los postimpresionistas, fauves, simbolistas, expresionistas e incluso cubistas. En el caso concreto de Lautrec y Picasso la influencia es determinante de forma implícita o explícita. Ahí se reconocen los espacios planos, los ambientes decadentes y el cromatismo à sa manière de Lautrec para reflejar una vida urbana también à sa manière, con nuevas formas hasta entonces inéditas. En Picasso, por los mismos motivos, encontramos esta inspiración a través de Lautrec desde el periodo catalán, en los periodos azul, rosa y hasta en la génesis y desarrollo del cubismo. Una huella que se perpetúa hasta el final de su trayectoria, a pesar de los cambios. En ambos, la estilización vertical, el tratamiento plano de la perspectiva, el trazo rápido, la transgresión del encuadre, el uso de las sombras que no se proyectan.
No sé si puede decirse que Lautrec se funde en Picasso, considerando la afinidad temática, con sus elementos decadentes y poderosos, el lenguaje atrevido, a veces transgresor, la tendencia a la síntesis y a la caricatura, con su poder de sugestión y el sentido decorativo y teatral.
Ambos compartieron la pulsión de representar sus vidas a través de su arte, sus obsesiones, experiencias, fantasías y frustraciones. Desde su juventud, tanto Lautrec como Picasso quisieron representar la tragicomedia propia y la ajena. Pero Picasso al final de su larga vida, cambia su visión de la mujer y el sexo hacia una complejidad y violencia sin precedentes. Quizá Lautrec no tuvo tiempo de llegar tan lejos. Así, si Lautrec es el pintor de la vida moderna, Picasso lo es de la modernidad.
La exposición
Bohemios. Gran recorrido por los ambientes bohemios en los retratos de un buen número de personajes. El Lautrec de la última década del XIX y el Picasso de 1900/1901 se dan la mano. Ambos utilizan la caricatura y en alguna ocasión la factura puntillista. Asi van desfilando además de sus autorretratos individuales, más otro de Picasso en A la salida de la exposición Universal, París 1900, acompañado de Odette, Ramón Pichot, Miquel Utrillo y Casagemas con Germaine, la amante que sería la causa de su suicidio poco después; toda una serie de personajes, entre los más conocidos, Jane Avril, Gaston Bonnefoy, Henri Gabriel, Aristide Bruant de Lautrec; Picasso impresiona con su Casagemas muerto, con el tiro en la sien; caricaturiza el retrato del escritor Gustave Coquiot, en los retratos pre-fauve, Busto de mujer sonriente, Mujer con sombrero de plumas o Mujer con capa. También ironiza en su Autorretrato con chistera. Aparte de todo lo demás, nunca hay que olvidar la condición histriónica como andaluz de Picasso.
Bajos Fondos
Lautrec fue uno de los primeros artistas en romper con el pasado e iniciar un nuevo lenguaje artístico que incorporaba un mundo opuesto al que él pertenecía. El pintor de Albi creó todo un repertorio de imágenes de ambiente marginal y bohemio. La magistral tristeza de las mujeres solas en los cafés, como Mujer en un café, En el café: el patrón y la cajera anémica y En un reservado, (del Rat Mort), reflejos brutales de escenas en los bares de Montmartre. También están las estrellas de la vida nocturna, los cantantes Aristide Bruant e Yvette Guilbert y las artistas de cabaret La Goulue y su gran amiga Jane Avril, ambas famosas gracias a los carteles del pintor. Notables en esta sección los mundialmente famosos carteles del Moulin Rouge, Jardin de Paris, etc.
Como Lautrec, Picasso tuvo una pasión insaciable por los excesos de la noche parisiense. En El Moulin Rouge exagera las siluetas para enfatizar el aspecto caricaturesco, y la visión satírica de las relaciones sexuales en los reservados de los cafés como en el retrato de la cortesana Margot en La espera, de colorido provocador y pincelada muy suelta o Los clientes . Seguimos en 1901.
Vagabundos
El mundo del circo, habitado por jinetes, clowns, saltimbanquis o acróbatas, estuvo muy presente en el imaginario de Picasso y Toulouse-Lautrec. Ambos se sitieron atraídos por la magia visual y el aspecto lúdico del circo, pero al mismo tiempo ambos, identificándose con personajes marginales como el arlequín o el payaso vieron ahí reflejada la figura del artista en la sociedad moderna. Lautrec se interesó especialmente por los temas ecuestres y durante su estancia en el hospital de Neuilly en 1899, donde se recuperaba de sus problemas de salud y de su alcoholismo, hizo una serie de dibujos portentosos sobre este tema, como puede verse En el circo: amazona de doma clásica, La reverencia o En el circo: entrada a la pista.
Entre 1902 y 1905, periodos azul y rosa, la pintura de Picasso se torna más melancólica y dramática: Identifica a los arlequines y saltimbanquis con los marginales de la noche parisiense. La comida frugal, uno de sus primeros grabados, es un buen ejemplo de la vena trágica de este periodo. También en El almuerzo del pobre o La jarra de leche. Obras como La Mallorquina, acróbata representada como la maga Circe amante de Ulises o Arlequín sentado, delatan la pervivencia de Lautrec en el periodo rosa de Picasso.
Ellas
Ellas son las prostitutas, el tema que más unió a ambos pintores. Pero el tratamiento es distinto. Lautrec empatiza con unas mujeres con las que convivió durante un año en un burdel. Las retrata durante el aseo, cuando se visten o se miman entre ellas, juegan a las cartas o simplemente se aburren mientras esperan a los clientes sentadas en un diván. Las vemos en Esas damas en el comedor, El diván, La toilette: Madame Fabre o Mujer rizándose el pelo. En otra clave, los retratos de la pelirroja Carmen Gaudin, cuyo aspecto melancólico fascinó a Lautrec, que la convirtió en su musa durante bastante tiempo. El retrato de Carmen con blusa blanca del Thyssen es su obra maestra. Picasso alterna la mirada erótica y a veces pornográfica de esas mujeres, con la mirada compasiva con la que pinta a mujeres sifilíticas inspiradas en las prostitutas que conoció en el hospital Saint Lazare, como Mujer con flequillo de 1902.
Eros recóndito
Durante mucho tiempo las pinturas eróticas se destinaban a salas reservadas, hecho que continuó hasta bien entrado el siglo XX. En 1884, Lautrec pinta La Grosse Maria, Venus de Montmartre, un desnudo impactante y distinto de la manera habitual de Lautrec. La modelo era Marie Clémentine, acróbata del Circo Molier, que se transformó en la hermosa Suzanne Valadon, la pintora autodidacta de Montmartre, gran amor frustrado del pintor. Lautrec realiza varias obras con este tema, acercándose a un erotismo simbólico y delicado, como en el maravilloso Desnudo de pelirroja agachada de 1897, (Carmen Gaudin) o La cama, de 1898, uno de sus últimos cuadros relacionados con la prostitución.
En los temas sexuales, el erotismo de Picasso es más carnal y a veces violento. En esta última sala se muestran desnudos de 1901, como Jeanne (Mujer tumbada) o el más pornográfico Pipo. En la década de los sesenta las formas se desfiguran y aparecen realmente excesivas, como en Mujer desnuda recostada, Venus y Cupido, o Pareja.
Festín completo para la vista y la interpretación de dos genios.
Ficha de la Exposición
Título: Picasso/Lautrec
Organiza: Museo Thyssen-Bornemisza
Fechas: Del 17 de octubre de 2017 al 21 de enero de 2018
Comisarios: Francisco Calvo Serraller, catedrático de historia del arte de la Universidad Complutense de Madrid, y Paloma Alarcó, jefe de conservación de pintura moderna del Museo Thyssen-Bornemisza
Comisaria técnica: Carlota Luelmo, área de pintura moderna del Museo Thyssen-Bornemisza
Número de obras: 112