No necesitamos ser unos expertos financieros para entender que las rentas vitalicias son, como su propio nombre indica, para toda la vida. Pero lo que quizás no lleguemos a entender es qué son realmente o explicar cómo se financian y para qué sirven exactamente.
Las rentas vitalicias son una forma de transformar todo el esfuerzo que hemos realizado en la acumulación de un patrimonio o de derechos económicos en rentas que empezaremos a percibir a partir de un momento determinado, como puede ser el de la jubilación, y hasta el final de nuestros días, siendo un buen complemento para nuestras pensiones de la seguridad social.
¿Cuál es la situación actual de las pensiones de la seguridad social?
Se habla constantemente de la crisis que está sufriendo nuestro país y como el sistema de pensiones de la seguridad social se está viendo afectado, pero es que, con tan solo hacer los cálculos matemáticos, es sencillamente insostenible mantener las jubilaciones al nivel de hoy.
Unos de los principales motivos es el aumento de la longevidad, que se situará a mediados de siglo en unos 90 años. El problema base es que las aportaciones que hace cada contribuyente al sistema de la seguridad social son menores a lo que percibirá a lo largo de sus años de jubilación.
Tal vez hace 130 años, cuando comenzó este sistema si era eficaz, cuando los años que pasaban desde la jubilación y hasta el paso a mejor vida de los contribuyentes era sustancialmente menor, pero hoy día no es posible mantenerlas, simplemente porque el sistema es obsoleto y no está actualizado.
Es por este motivo que se hace necesario buscar soluciones financieras alternativas para no llegar a la jubilación en precarias condiciones y poder llevar una vida digna gracias a nuestros ahorros, como son los planes de pensiones. No es de extrañar que, ante la nueva esperanza de vida, cada vez mayor, haya que realizar ajustes para poder completar las pensiones que recibimos de la seguridad social.
Los datos no mienten, mientras en 1900 la edad de jubilación se situaba entre los 65 y los 70 años en los países europeos desarrollados, la esperanza de vida al nacer no llegaba a los 40 años, con lo que la mayoría de la población no llegaba a recibir estas prestaciones. Sin embargo, hoy, la esperanza de vida es superior a los 80 años, así que a los 65 todavía quedan más de 15 años de vida en los que se debe recibir esta prestación.
Es hora de darse cuenta de que la seguridad social lleva prestándonos un servicio extraordinario durante estos 130 años, pero que es imposible de mantener por las situaciones sociales de mejora de calidad y esperanza de vida que vivimos sin hacer unos reajustes, aunque no sean del agrado de la población.
Es hora de preguntarse qué podemos hacer nosotros para que el sistema de la seguridad social siga siendo posible, y no es otra cosa que completar por nosotros mismo lo que el sistema no va a ser capaz de darnos con sus prestaciones complementarias debido a los recortes que sin duda van a tener que producirse.
El poder adquisitivo de una persona que se jubile en la actualidad es de unos 350 euros, lo que quiere decir que si realmente esta realidad no se compensa con otros planes de jubilación, no solo va a afectar a nivel personal a su calidad de vida, sino que va a tener una repercusión muy negativa en el conjunto de la economía, con una importante caída de la demanda de productos y servicios por este amplio colectivo de la población, que provocaría un descenso del PIB del 1,6% para 2035 y una pérdida de 330.000 empleos.
¿Cuáles son las medidas para evitar este impacto social tan negativo?
La mejor manera de evitar este impacto macroeconómico es movilizar el ahorro con carácter previsional para poder asegurarnos rentas vitalicias complementarias a las pensiones de jubilación y que pueda compensar ese poder adquisitivo perdido. De esta forma todo el sistema se volverá de nuevo más sostenible.
Para conseguir una renta vitalicia que compense los 350 euros mensuales de pérdida que hemos mencionado, bastaría con hacer una prima única de unos 63 000 euros (generalmente con la aportación de algún bien inmueble) aunque también podría acumularse esta cantidad con aportaciones periódicas con las soluciones de ahorro previsional durante nuestra vida activa de trabajo.
Insistimos en que el futuro para los pensionistas es bastante incierto, por lo que no queda otra, nos guste más o nos guste menos, que conocer nuevas estrategias y modelos de ahorro para complementar las ayudas institucionales, que se presuponen serán mínimas, o en el peor de los casos, completamente inexistentes.