En conmemoración de centenario del nacimiento del premio Nobel de Literatura Octavio Paz, el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México alberga la exposición “En esto ver aquello. Octavio Paz y las artes”. Esta es una muestra que deja ver en su acervo la vasta visión artística del escritor mexicano, quien tuvo relación con Picasso, Breton, Borges, Balthus, Duchamp; es decir, los mejores creativos de su tiempo.
Yolisbeth Ruiz García
Su curiosidad cosmopolita nos lleva en un paseo estético por múltiples manifestaciones artísticas, como reflejo de su bitácora de viajero, de observador universal y de artista del mundo. Así pues, es posible encontrar en esta exposición piezas de India o del viejo París, de Nueva York o de las callejuelas del México tradicional.
El trabajo museográfico que ha realizado el Museo de Bellas Artes sin duda ha sido de gran nivel. La división de las salas y la instalación de las obras, que alguna vez comentara Paz en alguno de sus libros, va cuidada con gran detalle de iluminación e instalación. La distribución permite delimitar los conceptos, los espacios y las épocas. Sin embrago, puede hacerse el recorrido sin distinguir esta línea, ya que podemos percibir la totalidad de la visión de Paz y entender que las épocas y las tendencias se unen en el margen de “la realidad del arte que es siempre otra”(OP).
Esta muestra es un tanto interactiva, pues cuenta con salas de video en las que se exhiben fragmentos de filmes en los que el escritor habla de su obra y sus influencias en otras artes. Tal es el caso del video “Experiencia poética. Conversaciones” esta es una recopilación de entrevistas o charlas que tuvo con algunos escritores o de él leyendo algunos fragmentos de sus textos. Así mismo, la sala dedicada al surrealismo se puede apreciar la instalación de la “Poesía en espiral” que, a manera de una mesa con esta forma, nos lleva de la mano por los nombres de quienes fueran su influencia estética del París y sus vanguardias.
La vanguardia
La primer primera parte de la exposición está dedicada a las Vanguardias. Octavio Paz hace referencia de ellas en Los privilegios de la vista (editado por el Centro Cultural Arte contemporáneo en 1990). Paz mismo dice que los cubistas como Picasso, Braque y Gris fueron sus maestros. En las primeras salas se aprecian obras de Duchamp, Kandinsky y Miró; sin duda, ellos fueron los que abrieran los ojos de Paz a una estética rebelde, renovadora e interiorista. Esta nueva ventana a lo oscuro, que puede ser la psique humana, y puede ser una propuesta estética. En ese contacto con los vanguardistas europeos, Paz logra ampliar su perspectiva literaria. Sin duda este momento fue el que le diera su visión cosmopolita.
Esta inquietud de Paz lo llevó a conocer a André Breton, quien fuera el fundador del surrealismo. El museo dedica una sala a ello. Kahlo, Varo, Ernst, Michaux, Gironella, Paalen, e incluye desde el dibujo hasta la fotografía como la de Álvarez Bravo.
La siguiente sala nos da la bienvenida con el audio de “Mariposa de Obsidiana” y con una escultura de Nissen que lleva el mismo nombre. Se abre la puerta a un mundo que pareciera no tener razón de ser en la cadena de la obra de Paz. Pero nos hace recordar este contacto que tiene el poeta con la exótica India. Sin duda, su paseo diplomático por aquellas tierras le dejó más que influencias políticas, ya que con este pretexto escribió La llama doble: Amor y Erotismo.
En esta sala harto sensual, pletórico de texturas, colores y formas sugerentes, se encuentran en exhibición piezas de las culturas hindú y china que permiten contrastar la visión sagrada y libre del cuerpo humano con otras obras que podrían llamarse retadoras, dado el carácter mojigato de la cultura occidental.
La escultura juega un gran papel en esta sección. El dominio de las formas tridimensionales sobre las pinturas sumergen en un mundo de tacto y observación tan erótica que casi podríamos llamar pornográfica, pero la delicadeza con la que se trata el erotismo de artistas como O’keeffe, Balthus, Munch, Kahlo o Sariano, frente a las piezas de terracota o los mandalas dibujados en pergaminos, no dejan mayor sentimiento de resistencia. Caer en una atmósfera seductora es consecuencia de tanta sensibilidad y belleza.
Laberinto de una estética sin tiempo: México
En el nivel donde se alojan los murales más representativos de Rivera, Siqueiros y Orozco, que forman parte de la colección permanente de este recinto supremo del arte, inicia una sección dedicada a la mexicanidad. Esa visión que Paz tuviera sobre el país azteca y que describiera en Laberinto de la soledad.
Con piezas prestadas por el Museo Nacional de Antropología y el Museo Regional de Antropología de Yucatán, se inicia este nuevo viaje en contra del tiempo ya que el mismo Paz señaló que la escultura de los pueblos prehispánicos son “Fusión de la materia y el sentido: la piedra dice, es idea; y la idea se vuelve piedra” y como tal, carecen de época. El escritor nos recuerda que Henry Moore quien es ferviente admirador de la escultura mexicana, toma la idea de estas líneas y las hace suyas, ya que tienen calidad universal, y ésta ha servido de inspiración para la plástica contemporánea.
En otro espacio se exhiben algunas piezas de arte colonial que destacan por representar la época de conquista de almas y de armas; esa época en donde la fusión de la estética de hombre de maíz mesoamericano y el hombre de barro europeo, iniciaron una especie de simbiosis forzada que se reflejó en el arte. Así es que con piezas del Museo de la Basílica de Guadalupe y el mismo Museo de Antropología se ilustra esta época que para nuestro Nobel de Literatura fuera “no solo un intercambio de creencias, sino la transformación de las creencias adoptadas”
Sor Juana Inés de la Cruz pintada por Miguel Cabrera
Muy próxima se encuentra la sala dedicada a Sor Juana Inés de la Cruz quien fuere el pináculo del mestizaje. Octavio Paz se refiere a ella en su libro El arco y la lira. Los cuadros que engalanan las paredes con su imagen, fueron vistos y descritos por Paz (“solo podemos imaginarla entre 1680 y 1690 en su celda-biblioteca como la pintaran Miranda y Cabrera”). Sin embargo la propuesta museográfica se amplía cuando caemos en la cuenta de que existen pintores que tienen afición por las letras y poetas con tendencias plásticas. Así pues, también aparecen menciones a Miguel Ángel, los grabados de Blake y Victor Hugo, o de Lorca y Villaurrutia, quienes encontraran una distracción en el dibujo.
En esta perspectiva sobre el arte mexicano desde los ojos de Paz, no podía faltar el maestro Guadalupe Posada y su Calavera Don Quijote. Este grabador mexicano ha dado la vuelta al mundo y de alguna manera se ha vuelto el ícono que suma la academia y la cultura popular mexicana. Octavio Paz nos cuenta que cuando Breton vio por primera vez estos grabados dijo que “se encontraba ante uno de los inventores del humor negro en las artes visuales”, a lo que agregó Paz: “no sé si el humor de Posada es negro, verde o violeta; probablemente es de todos los colores”.
El arte contemporáneo mexicano también tiene una palabra de Paz. Los hijos de las vanguardias con cuna y formación en tierras aztecas, como José Luis Cuevas, Carlos Mérida y Pedro Coronel, están presentes en este homenaje. Son la suma del arte abstracto, de la poesía de las formas y de los colores tradicionales que usan trazos vigorosos aprendidos, tal vez, en el furor de un México posterior a la Revolución Mexicana, pero que también se sabe parte del mundo que cambia a un ritmo vertiginoso.
Sin duda no se podría entender a Paz sin conocer el contexto plástico que lo rodeaba. Fue un hombre de un siglo de cambios vigorosos, pero su tendencia romántica hacia las escuelas antiguas y su furor contemporáneo lo llevan a comentar obras realistas y ajenas a la belleza natural. Y se centra en los paisajes de las grandes y grises urbes pero que no olvidan la poesía de las formas. Así, encontramos figuras como Giorgio de Chirico, Martin Ramírez, Rufino Tamayo o Robert Rauchemberg. Todos ellos amos y señores de la belleza que no vemos; ella nos ve.
En esta exposición, que más bien parece un paseo por la historia del arte inspirada en la biografía y bibliografía de Paz, se puede afirmar, sin duda, que es una de las celebraciones artísticas que deberían dar la vuelta al mundo, como de una u otra manera, lo hacen en los mismos libros de Octavio Paz. Sin embargo los ojos del Nobel nos permiten conocer y percibir las texturas, colores, contrastes que dieran origen a muchos de sus textos. Esta experiencia nos hace entender con mayor firmeza que el instrumento para atraernos belleza y experiencia es la realidad y que “Todas las artes, lo mismo las verbales que visuales son de esencia metafórica” y que “La realidad del arte siempre es otra realidad”(OP)