Street Scene es una ópera “fronteriza” que representa el largo camino artístico del compositor alemán Kurt Weill, un camino que arranca en Alemania y alcanza su culmen en Estados Unidos, en un caso más en la huida de la persecución nazi.
En Alemania puso música, entre otras, a obras de Bertolt Brecht, La ópera de tres centavos (1928), Happy End (1929) y la famosísima Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny de 1930. En colaboración con Caspar Neher puso música a la ópera Die Bürgschaft (1931) y en 1932 con El lago de plata, una comedia musical de Georg Kaiser puso fin forzoso a su vida en Alemania.
Para los nazis, su música de estética moderna e innovadora era decadente, ser judío una obsesión, por lo que el boycott violento a sus representaciones precipitaron su huida a París. Dos años más tarde, en 1935 se estableció en Nueva York, donde residió hasta el fin de sus días.
En Estados Unidos fue integrándose en el panorama musical norteamericano a través de un crecimiento integrador y creativo. Ahí están Johnny Johnson, Knickerbocker Holliday, Lady in the dark, One Touch of Venus, Street Scene, Love life, Lost in the Stars y la inacabada Huckleberry Finn, por el ataque fulminante al corazón que acabó con su vida el 3 de abril de 1950.
El Teatro Real de Madrid pone en escena a partir del martes 13 de febrero Street Scene, una ópera que no solo es la obra maestra de Kurt Weill, también es una obra maestra de la música del siglo XX. La ópera, con libreto del dramaturgo Elmer Rice, autor del drama homónimo estrenado en 1929 ganador del Premio Pulitzer, fue estrenada en enero de 1947 en el Teatro Adelphi de Broadway. En palabras del director de escena en la producción del Teatro Real, John Fulljames, se trata de un auténtico melting pot musical, con el que Weill inventa un género nuevo, un espectáculo completo en el que se respira toda su experiencia anterior, que incluye todos los recursos de una gran ópera.
Fascina la diversidad de estilos de su partitura, blues, swing, jazz, en modo libre de expresión, a veces al estilo de Benny Goodman, otras con sabor a Rodgers, Gerswing o Porter. Sabe combinar un fox-trot con un tono operístico pucciniano, con el lirismo que requiere la historia de amor de la protagonista, Anna Maurrant. Es un drama contado en distintos géneros musicales, porque cada uno de los más de veinte personajes de esta escena callejera representa un estilo musical, lo que proporciona verismo, naturalidad, riqueza expresiva, todo ello en paralelo.
Estamos ante una ópera que tiene sus raíces en el musical norteamericano, basada en la obra teatral homónima del gran dramaturgo Elmer Rice, también letrista de la pieza operística junto al afroamericano Langston Hughes, una figura del movimiento Harlem Renaissance. Una ópera que narra con crudeza o brutalidad, sin concesiones a juicios de valor, las historias de las familias Maurrant, Kaplan, Jones, Fiorentino, Olsen, Davis, Hildebrand y otros personajes; familias de migrantes, refugiados, todos ellos seres marginales, desfavorecidos, con o sin esperanza, cuyos sucesos van pasando por la escena reflejando su cotidianidad descarnada, que empieza y termina con comentarios sobre el calor que hace y los malditos mosquitos, como si no hubiera dejado huella un doble asesinato, el desahucio brutal de una familia, amores, desamores, abandonos, dramas sociales que a nadie importan, pero que esta vez cuentan con las voces de los residentes en el 346 de Lower East Side de Manhattan.
Las voces de Paulo Szot en el personaje de Frank Maurrant, el asesino de su mujer y su amante, Patricia Racette en el de la adúltera Anna Maurrant, Joel Prieto y Mary Bevan en los de Sam Kaplan y Rose Maurrant, o el amor dispuesto a sacrificarse, Montse Gabriel en el de la señora Hildebrand, la madre abandonada y desesperada por el desahucio que deja a sus hijos en la calle, Harriet Williams en la señora Olsen que abandona a su bebé por espiar a los vecinos y así hasta veinticinco, más los circunstanciales. La dirección musical de Tim Murray y la de escena de John Fulljames, el primero reincidente en el Real por su dirección de Porgy and Bess en 2014, el segundo reincidente en España por la dirección de escena de Street Scene en modo reducido en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona.
Street Scene también representa la enorme influencia de Kurt Weill en la música norteamericana del siglo XX. La obra destierra por completo el dogma en la expresión musical. Él, a su llegada a Estados Unidos se entusiasmó con la libertad y espontaneidad de sus músicas. Pero él fue quien introdujo ese enriquecedor cruce de géneros. Si podemos hablar de un precedente norteamericano de Street Scene, según admitió el propio Kurt Weill, éste es Porgy and Bess de George Gerswing y su influencia posterior máxima se concentra en la obra maestra de Leonard Bernstein West Side Story, con el ballet como lenguaje narrativo prioritario.
Street Scene, la ópera
En un escenario genuinamente neoyorkino del Lower East Side de los años cuarenta del siglo pasado, un elenco de excelentes cantantes – actores bajo la dirección musical de Tim Murray viven la rabiosa cotidianidad de un rico mosaico de personajes que salvando geografías y distancias podrían extrapolarse a estos años del siglo XXI. El barítono brasileño Paulo Szot encarna a Frank Maurrant, el borracho, maltratador y asesino, víctima de un tradicionalismo trasnochado, insensible a cualquier idea nueva, en realidad muerto de miedo a perder la precaria seguridad del único mundo que ha conocido. Su mujer Anna, víctima del marido y del entorno, desnuda su alma, sus antiguos sueños hoy frustraciones y sufrimiento, soledad e incomprensión, en la voz soprano de Patricia Racette, uno de los hitos musicales de la obra en clave operística pucciniana. Sus hijos, la joven Rose y el adolescente Willie en las voces de Mary Bevan y Matteo Artuñedo, ella víctima de acosos sexuales y amada por su vecino Sam Kaplan y él atormentado por la violencia paterna y los cotilleos acerca de su madre. Los Kaplan, el padre Abraham, activista judío anticapitalista, cantado y actuado por Geoffrey Dolton, el hijo Sam, uno de los principales protagonistas, el enamorado hasta el sacrificio de Rose Maurrant es Joel Prieto, tenor madrileño. Su hermana Shirley en la voz de Verónica Polo, está en contra del amor de su hermano por Rose. La familia que será desahuciada, los Hildebrand, cuenta con la joven Jenny que acaba de graduarse en arte en el instituto. Los Jones, los Fiorentino, los Olsen, los Davis, los Buchanan…migrantes, refugiados, americanos pobres…El mosaico se reproduce en las nacionalidades de los cantantes.
Todos han tenido que aprender a cantar con el acento del East Side, para contar sus historias en la frontera entre el musical y la ópera, como en el aria de las jóvenes estudiantes de arte, I got a marble and a star. Ópera en la voz de Patricia Racette como esa mujer frustrada con sus sueños y esperanzas perdidos. La inspiración en Benny Goodman cuando Sam Kaplan confiesa su amor por Rose, y la bellísima respuesta de ella con sabor a música de Cole Porter en Maybe somebody would love me forever.
Puro swing en esa preciosa Moon faced and starry eyed, un ballet puro Boadway para relajar tensiones, Wouldn’t you like to be on Broadway?. Y el primer acto finaliza con uno de los hitos de la obra, el dúo de Sam y Rose, los portadores de sueños y esperanzas en la cruda realidad en la que transcurren sus vidas, Remember that I care.
La pequeña obertura que inicia el segundo acto anticipa las tragedias cercanas. Pero la primera acción en escena es un ballet de niños en su mundo feliz de canciones infantiles, precediendo a un Frank Maurrant borracho que maltrata a su mujer Anna. Algo sospecha, algo ha oído, por eso bebe y dice que estará el día fuera. Como una premonición Rose viste de negro y Willie el pequeño Maurrant quiere refugiarse en su madre y su madre en él. Y ahí se suceden los dramas, el sueño casi imposible de Sam y Rose de irse lejos juntos, We’ll go away together, el brutal asesinato de Anna y su amigo casi invisible en la obra, el lechero Sankey, la huida y posterior caza de Frank el asesino que confiesa a su hija que él amaba a su mujer, Believe it or not I loved her. El brutal desahucio de la familia Hildebrand, incapaces de pagar el alquiler tras el abandono del padre. Ya ha nacido el bebé Buchanan, una niña. La llegada del nuevo inquilino. Todo termina como empezó, como si nada hubiera ocurrido, con los comentarios banales sobre el calor y los mosquitos.
Hiperrealismo descarnado con una partitura magistral, con una diversidad que muestra el dominio de todos los estilos de su autor. Jazz, blues en Lonely house, el fox lento de What good would the moon be?. Tragedia griega, crónica social con tintes críticos brechtianos y el espantoso distanciamiento, mezquindad e indiferencia tras la tragedia. Ayer como hoy, como la vida misma, narrada con un lenguaje musical y actoral state of the arts que fue y seguirá siendo simple historia de seres humanos.
- Representaciones: 13 al 18 de febrero 2018
- 26 de mayo al 1 de junio 2018.