He leído este libro del historiador Rafael Núñez Florencio y la filóloga Elena Núñez González, publicado por Marcial Pons recientemente, con todo el interés y la concentración que merece.
Como no podía ser de otro modo con ese título, el primer capítulo arranca de ese grito proferido por el general golpista Millán Astray el 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, con la consabida réplica por parte de Miguel de Unamuno, rector de aquel “templo de la inteligencia” -según sus propias palabras- del que él era el “sumo sacerdote”: Venceréis porque tenéis sobra fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir.
Don Miguel pasará los restantes meses poco menos que en arresto domiciliario, hasta el 31 de diciembre en que muere, convencido quizá de que en su país había triunfado la muerte. Todavía se especula en Salamanca sobre la verdadera causa del fallecimiento de don Miguel aquella tarde fría de invierno, después de haber comprobado que algunos amigos suyos habían sido asesinados por el bando fascista del general Franco, a quien él había apoyado en un principio.
La atracción por la muerte y lo macabro en España nada tiene que ver con lo que la muerte representa para otros europeos. Ya lo decía Hemingwey: los españoles viven y sienten la muerte con tanta naturalidad como el respirar. El libro de Núñez Florencio y Elena Núñez “trata de los vivos que interpretan la muerte, que la aplauden o que la temen, que la justifican o no se resignan ante ella; podría decirse, en definitiva, que analiza no tanto la muerte en sí como los mecanismos psicológicos y colectivos de representación de ese trance”. De ahí el subtítulo, aludiendo a la política y cultura de lo macabro, porque a lo largo de sus más de 400 páginas se hace un análisis de la elaboración artística e intelectual de la muerte a través de distintos periodos históricos.
En los diez capítulos de que consta la obra se estudian, entre otros, aspectos tan interesantes como el sentimiento y resentimiento religioso, la muerte como ensoñación y la muerte como pesadilla, la iconografía de lo macabro, los terrores milenaristas, la necrofilia romántica, el fascismo y su mitología de la muerte violenta, el culto a la muerte, el humor macabro, lo macabro en la cultura española, el terrorismo y la muerte o el negocio de la muerte. Son múltiples las referencias a la filosofía, el ensayo, la novela, la poesía, la pintura, el teatro, el periodismo y hasta el humor gráfico, si bien los autores reconocen que han quedado fuera de su ángulo de visión otras muchas parcelas que como el cine, la televisión, el cómic, el lenguaje publicitario o ese pozo sin fondo que es Internet les hubiera gustado revisar.
El libro no pretende bosquejar un fresco de la muerte como tal, sino que trata de ceñirse a la dimensión necrófila de lo macabro del modo más estricto. Eso comporta abordar otros elementos conexos como el sadismo, la violencia en general, lo escatológico, lo tétrico, el pesimismo existencial, los ritos mortuorios, el humor negro, la crueldad, las pompas fúnebres, los ritos mortuorios y demás dimensiones de la muerte, con el consiguiente análisis de las reacciones humanas ante ese último tránsito.
La presencia de lo macabro en la cultura y política españolas es verdaderamente abrumadora, tal como se subraya en esta obra, y de eso es buen ejemplo el pasado siglo, marcado sobre todo por el grito necrófilo del general felón que abismó la visión de Unamuno en la fatal perspectiva de que en su país había vencido la muerte, habiendo nacido don Miguel durante la última guerra civil carlista. Pero antes, siglos atrás, desde las danzas de la muerte medievales hasta el arte barroco de Valdés Leal, pasando por el suicidio romántico, la España Negra de Darío de Regoyos, la estética de lo sórdido de Solana o el tremendismo de Cela, es evidente que la proliferación de lo macabro es intensa y extensa. “Lo macabro, a su vez, ha tenido una incuestionable dimensión política como arma de intimidación, antes, durante y después de la Guerra Civil, y como instrumento de reafirmación y propaganda (la necrofilia franquista). Lo macabro nos espanta, atrae y desconcierta, pues limita al norte con el horror, al este con la ira, al oeste con el asco y al sur con el humor negro. Nadie ha visto jamás una calavera seria”.
* «¡Viva la muerte! Política y cultura de lo macabro», Rafael Núñez Florencio y Elena Núñez González. Marcial Pons Historia, Madrid, 2014