Se publican dos libros que analizan las letras de todas las canciones del cantautor norteamericano
La pregunta de si Bob Dylan mereció el Nobel de Literatura fue la que con más frecuencia se planteó en todo el mundo desde el mismo momento en que la Academia sueca dio a conocer el nombre del ganador del premio en 2016. Para los seguidores de Dylan no había duda, aunque la mayoría, sobre todo la de habla no inglesa, conoce mejor la música de sus canciones que sus letras.
Probablemente si Bob Dylan fuera un poeta que hubiese publicado su obra únicamente en libros, no habría obtenido nunca el Nobel de literatura, y no porque la calidad de sus poemas no sea merecedora del premio, como lo fue en su día la de la polaca Wislawa Szymborska o la de nuestro Vicente Aleixandre, sino porque la nómina de poetas del mundo es tan amplia y de tan alta calidad que es muy difícil conseguir con una obra poética el premio literario más importante del mundo. Seguramente la academia no se hubiera fijado en los poemas de un poco conocido Bob Dylan.
Así que, probablemente, este año el Nobel ha querido premiar algo más que unos poemas, algo más que una obra escrita en verso, y por eso en esta ocasión ha decidido fijar su atención en el formato elegido para la divulgación de esa obra poética: la música. Se ha dicho también que con este premio se reconoce la función de los cantantes, los nuevos juglares, en la divulgación de la poesía, y se recuerda que los orígenes de ésta fue la oralidad (la oralidad cantada) antes que la escritura. Por mi parte ya he manifestado mi acuerdo con la decisión de la academia porque entiendo que la calidad de la poesía de Bob Dylan está a la altura de la de muchos poetas contemporáneos y es portadora de valores literarios y sociales muy apreciados en nuestras sociedades, desde la lucha por los derechos civiles y las libertades hasta su antibelicismo contestatario o la defensa de la dignidad de las personas.
Una poesía difícil
Para quienes no hayan podido apreciar en su justa dimensión los poemas de Bob Dylan, o las letras de las canciones si lo prefieren, acaban de publicarse en España dos libros que recogen la práctica totalidad de su creación poética y analizan en profundidad sus valores literarios, lo cual resulta muy útil para tener una opinión fundada acerca de su obra.
En “Bob Dylan. Letras completas” (Ed. Malpaso) tres traductores, Miquel Izquierdo, José Moreno y Bernardo Domínguez Reyes han hecho un excelente trabajo, superior al ya de por sí cualificado de Carlos Álvarez para las letras del cantante norteamericano incluidas en “Bob Dylan. Escritos, canciones y dibujos” que la editorial Aguilera publicara en dos volúmenes en 1975. Los traductores de esta nueva edición añaden además amplias notas con información sobre sus discos y la gestación de las canciones y relacionan algunos pasajes de sus poemas con obras que los han inspirado o con las que se relacionan. En algunos casos se incluyen también los facsímiles de las hojas originales sobre las que Dylan escribió las canciones.
Ciertamente no es lo mismo un poema que la letra de una canción. Ambos tienen sus propias cualidades, sus condicionamientos y sus dificultades y diferencias. Lo saben muy bien sobre todo aquellos poetas que han compuesto letras de canciones y han tenido que adaptarse a un lenguaje en realidad muy diferente. En las letras de las canciones hay que atender a los recursos retóricos, las alteraciones obligadas por el ritmo de la música, las repeticiones, paronomasias y aliteraciones para cubrir ciertos huecos poemáticos, las adaptaciones de la rima al rigor formalista del ritmo, los procedimientos para facilitar la interpretación del cantante, las adaptaciones al género en el que se canta (country, folk, rock, balada, etc.) y a los instrumentos que se utilizan…
La traducción de las letras de las canciones de Dylan no es una tarea fácil, además, porque no se trata sólo de volcar al idioma español las palabras que figuran en inglés, ni siquiera su significado correcto, sino de encontrarles un sentido lo más cercano a lo que el autor quiso decir en el momento de componerlas. Hay canciones de Dylan en las que a un verso que remite a la Biblia (por cierto, las alusiones bíblicas son muy frecuentes) sucede el titular de una noticia del “New York Times” del día en que compuso la letra. Sus alusiones al judaísmo o al cristianismo pueden colarse de pronto entre los versos de una canción de amor o de un canto a la libertad. Y la utilización de jergas, argots, slang y juegos de palabras es algo también muy frecuente en las letras del bardo.
Las alusiones cinematográficas, teatrales, televisivas y sobre todo literarias son otra de las constantes de su obra poética, y en relación con estas últimas, de una amplitud gigantesca porque Dylan es uno de los lectores más ávidos (y no sólo de poesía) del panorama estelar de la música popular contemporánea. Entre las lecturas de Dylan están Shakespeare y Rimbaud, Chejov y Truman Capote, Kerouac, la beat generation y John Steinbeck; Milton y Keats, Ezra Pound y T.S. Eliot (añádanle los autores que él mismo mencionó en el discurso de recepción del Nobel).
Además, como reconocen los traductores de esta edición, las difíciles metáforas que utiliza, la sintaxis tortuosa de algunos de sus versos, las alusiones enigmáticas, ambigüedades, equívocos, extravagancias y otros elementos, complican a veces el significado final de sus poemas e invitan a interpretaciones controvertidas. Por si fuera poco, para complicar el trabajo, el propio Dylan ha dado en sus entrevistas significados diferentes de un mismo texto.
Visiones del pecado
Christopher Ricks, catedrático de Literatura de las universidades Oxford y Boston, es autor de uno de los libros más citados por los biógrafos y exégetas de la obra de Bob Dylan, “Dylan poeta. Visiones del pecado”, que acaba de publicar en España la editorial Langre. La originalidad del ensayo de Ricks es el hilo conductor que utiliza para analizar las letras de las canciones de Dylan, a las que somete a un minucioso examen a través de los contenidos que hacen referencia a los pecados capitales, a las virtudes teologales y a las gracias divinas.
No se trata sin embargo de un análisis religioso ni doctrinal (Christopher Ricks se confiesa ateo) sino de analizar cómo los pecados y las virtudes protagonizan los argumentos de muchas de las canciones del flamante Nobel de Literatura, tanto de sus épocas más religiosas (judía y cristiana) como de aquellas que aparentemente están más alejadas de los sentimientos de la fe y la trascendencia.
En este sentido el profesor Ricks agrupa canciones de diferentes etapas del bardo en capítulos dedicados a la Envidia, la Codicia, la Gula, la Pereza, la Lujuria, la Ira o el Orgullo y otras en apartados como Justicia, Prudencia, Fortaleza y Templanza o Fe, Esperanza y Caridad. Sería interesante detenerse en algunos contenidos de cada uno de estos apartados, aunque nos ocuparía un espacio que sobrepasa las dimensiones de este artículo. Sugiero a quienes estén interesados en conocer en profundidad la obra poética de Bob Dylan se sumerjan en la lectura de estas dos obras. Y la recomiendo sobre todo a aquellos que quieren saber si, ciertamente, Dylan mereció el Premio Nobel de Literatura.