El ambiente político está candente en Guatemala, bastó una chispa en Escuintla para encender una fogata que probablemente se va a apagar pronto, pues ya expertos, empresarios, políticos, constitucionalistas, abogados y opinadores advirtieron al mandatario, a sus cercanos colaboradores y a los que están ilusionados con el anuncio, de que deben reflexionar sobre su propuesta de ampliación del mandato presidencial, pues podría ser constitutivo de delito.
Pero hay otro tema candente que pasa desapercibido y eso que tiene que ver con nuestra sobrevivencia y es el medioambiente. En lo internacional se han lanzado alertas sobre el deshielo, el incremento de la deforestación, de extinción de especies, de escasez de agua y de alimentos, problemas que aquí resentimos. Ya empezaron las lluvias y con ellas las consecuencias sociales debido a las condiciones en que las personas se ven forzadas a sobrevivir.
Poco a poco hemos ido inutilizando riquezas naturales de manera irreversible. Los lagos de Amatitlán y Atitlán, la contaminación de los recursos hídricos, la desviación de ríos con propósitos particulares son ejemplos de estas pérdidas. Bienes públicos que pasan a ser “propiedad privada”, en beneficio de unos pocos, como el caso de la minería, que, además de la conflictividad social y el daño ambiental, significa ganancias exuberantes para empresas extranjeras. Los riegos de monocultivos que en algunos lugares consumen enormes cantidades de agua, en detrimento de la calidad de vida de grandes grupos sociales que carecen de ella para satisfacer sus necesidades básicas.
La lucha por el agua y los recursos naturales ya son factores fundamentales de la conflictividad social en el país.
Según recientes informes, sufrimos una pérdida bruta de bosques de 130 mil hectáreas al año, una de las más altas en América Latina; los aserraderos y el tráfico de maderas preciosas enriquecen a unos y dejan una huella definitiva. El consumismo extremo que sobreexplota a la naturaleza es otro factor que está presionando el ambiente.
Los expertos aseguran que tenemos un proceso acelerado de agotamiento, degradación y contaminación que no preocupa al Estado. Este 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente habrá discursos, promesas y demagogia, y al día siguiente todo seguirá igual.
Como población no aportamos, depredamos. Los niños no son formados para apreciar y conservar su entorno; no hay programas educativos que incentiven el cuidado del planeta, tiramos basura por todos lados, hay un uso irracional de combustibles, de energía, de insumos, en desprecio del ambiente.
El arquitecto Alfredo Maúl, educador y ecologista, es un buen ejemplo de vida personal para inspirar el cambio. Teniendo todo para vivir “bien” ha optado por la austeridad, tiene 60 estrategias de sostenibilidad en materia de agua, energía, desechos, alimentos y consumo de materiales. Solo gasta Q30 en electricidad al mes, aprovecha el agua de lluvia, consume solo productos locales, usa papel reciclado, no tiene televisor, se moviliza en bicicleta o en transporte público y tiene únicamente un par de zapatos. Deberíamos emularlo.