De Bolivia a Paraguay, lo mejor de Cine Latino 

34 rencontres de Toulouse

Les voy a hablar en esta crónica de las dos películas que mas me han gustado entre las que he visto en la competición oficial de largometrajes de ficción del Festival de Cine Latinoamericano de Toulouse 2022 y que les recomiendo encarecidamente, entre una selección de doce largometrajes que contaba con cinco operas primas.

Utama: Una perla boliviana de Alejandro Loayza

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Venía con la excelente tarjeta de visita de sus premios en la 39 edición de Cine en construcción (Toulouse/Lima) en 2021, así como en Sundance 2022, y su reputación queda confirmada. «Utama» (Nuestro hogar) a la que le han dado en francés el titulo de ‘La tierra olvidada’, es una brillante coproducción boliviano uruguaya y primer largometraje de ficción del director boliviano Alejandro Loayza Grisi.

Junto con «El gran movimiento» (2021) de Kiro Russo, presentada en Venecia, asistimos ahora con «Utama» de Alejandro Loayza a un prometedor renacer del todavía escaso cine boliviano, con jóvenes cineastas que aportan una evidente calidad cinematográfica y una preocupación social mas allá del simple cine comercial.

«Utama» nos atrapa desde sus primeras imágenes, con su esmerada dirección de fotografía, sobrios encuadres en la intimidad interior o espléndidas panorámicas en cinemascope de los áridos paisajes del altiplano boliviano. Un primer largometraje, aunque de esas imágenes se desprende una evidente reflexión, madurez y experiencia.

Leyendo los datos biográficos de Alejandro Loayza, veo que es hijo del director boliviano Marcos Loayza, y que su formación inicial fue primero la fotografía y luego la dirección de fotografía en el mundo del cine. Comprendo pues mejor la evidente calidad de esta ópera prima cuyo guion además tiene el acierto de combinar una trama de ficción humana sensible y emocionante con un tono casi documental o etnográfico.

Una pareja de octogenarios campesinos quechuas, Virginio y Sisa, viven en el altiplano boliviano, cuidando un rebaño de lamas en esa región desértica, gravemente afectada por la sequía y la carencia de agua. Las gentes del lugar han emigrado hacia la ciudad y los que aun quedan viven una realidad dura y miserable lejos del progreso moderno.

La comunidad se reúne en asamblea y debate sobre la necesidad o no de emigrar, pero los ancianos no quieren abandonar la «Pachamama» y se aferran a sus tradiciones ancestrales.  En ese contexto asistimos a la vida cotidiana de Virginio y de Sisa, y a la llegada de su nieto Clever, quien intenta convencer a sus abuelos para que vayan con él a la ciudad.

Virginio esconde una grave enfermedad a su esposa, pero la llegada de Clever provoca el conflicto poniendo de manifiesto la contradicción entre el «progreso» urbano y la vida en contacto con la naturaleza. Mientras los abuelos siguen hablando en quechua, Clever habla en español y no entiende el quechua lo que subraya la doble ruptura generacional y social en el seno de esa familia.

El chico quiere llevarlos a la ciudad para que puedan vivir mejor, pero Sisa y Virginio no quieren abandonar su hogar y su rebaño de lamas. Cuando la vida en contacto con la naturaleza se ve amenazada por la falta de agua, el pretendido progreso urbano les plantea un difícil dilema.

Con escasos diálogos y una brillante puesta en escena «Utama» nos cuenta ese conflicto sobre todo con sus imágenes, las miradas y los rostros de sus personajes.

La pareja de ancianos protagonistas que muestran de forma natural una evidente complicidad, no son actores profesionales y están interpretados por José Calcina y Luisa Quispe, quienes llevan 48 años casados. Sus arrugas y sus miradas nos dicen tanto como los diálogos al expresar sus sentimientos, su alegría y su dolor.

Virginio, quien se siente muy enfermo, no dice nada a su mujer, pero explica a su nieto la formidable leyenda de la muerte del cóndor. Animal sagrado en Bolivia, que cuando se siente al final de su vida se retira volando hasta lo alto de una cima, para caer y dejarse morir. El dialogo entre el abuelo y el nieto sobre la muerte y la enfermedad es brillante y de lectura universal.

«¿No tiene miedo el cóndor?», pregunta Clever. El anciano que aguanta su fuerte tos, marca una pausa y responde: «Si, tiene miedo, pero ahí comienza un nuevo ciclo…»

Los ritos ancestrales y la aceptación de la muerte como algo natural, llegan con emoción acompañados por la música, con canciones en quechua y español, y con las imágenes de esos paisajes áridos que nos hacen pensar en la despiadada humanidad de un magnifico western de Sam Peckinpah.

En cuanto al tema del agua como bien común, tanto en Bolivia como en el resto del mundo, sin relación directa y en un genero muy diferente, les recomiendo que vean aquella excelente película de Iciar  Bollain «También la lluvia» (2010), rodada en Bolivia, que a través de una ficción, relataba la revolución de los bolivianos contra las multinacionales que querían privatizar el agua.

Eami: brillante cine paraguayo de Paz Encina

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«Eami» es la tercera película de la cineasta paraguaya Paz Encina, quien se dio a conocer en 2006 con «Hamaca Paraguaya», premio Fipresci en el festival de Cannes. Una obra que sorprendió con sus largos y poéticos planos secuencia, para relatar la larga espera de una pareja de ancianos, cuyo hijo fue movilizado durante la guerra del Chaco (1932/1935).

«Hamaca paraguaya» fue la primera película rodada enteramente en lengua guaraní en su país. Recordemos que el guaraní y el español son las dos lenguas oficiales en Paraguay.

Artista y cineasta de formación musical, Paz Encina cuenta que siempre se planteó el acceso artístico a la imagen a través del sonido y de la música. Su trabajo con la banda sonora es siempre previo al rodaje propiamente dicho, como también en su segunda película «Ejercicios de memoria» (2016) evocando los crímenes y torturas durante los largos años de la dictadura de Alfredo Stroessner.

Con su tercera y ultima película «Eami», la memoria del monte, Paz Encina persiste y firma ahora con su concepción artística del sonido y la imagen cinematográfica, la abstracción poética frente al realismo. Su guion sonoro trabajado en sus localizaciones es siempre previo a las imágenes que van a ilustrar el relato con su puesta en escena y su montaje.

En sus películas, que merecerían ser estudiadas en las escuelas de cine, se plantea de forma clara el tema clave de: ¿cuánto debe durar un plano? como se interrogaba Godard. En la coherente ética y estética de Paz Encina la respuesta es clara, lo determinante es el ritmo y la duración de la frase sonora o musical.

En el caso de «Eami», la idea de la película surgió del encuentro entre la cineasta y el joven jefe ayoreo Taguide Picanerai, quien la acompañó en París durante la presentación en 2018 de «Nous les arbres», performance o instalación artística sonora ilustración de esos frondosos bosques paraguayos amenazados de extinción.

Los ayoreos son una comunidad étnica del Gran Chaco. Muchos de ellos fueron expulsados del bosque en los años setenta, pero los ayoreos-totobiegosode son la única comunidad no contactada que ha sobrevivido en la cuenca amazónica, viviendo de sus cultivos y de la caza.

El gran Chaco, que se extiende entre Paraguay, Bolivia y Argentina, fue escenario de la guerra entre Paraguay y Bolivia en los años treinta, y es víctima como la selva amazónica de la deforestación provocada por la industria agroalimentaria intensiva.

«Eami» es una crónica poética de ese anunciado genocidio ecológico y humano, un viaje a través del sonido y de la imagen en esa selva paraguaya en donde un niño indígena encarnación del Dios-pájaro, camina en busca de su pueblo desperdigado y reducido a la esclavitud por los colonos menonitas de origen suizo.

En la película, esos colonos antepasados genocidas del dictador Stroessner están representados por una mujer rubia que vemos atareada en su hogar, mientras sus esbirros persiguen a los indígenas en el bosque (los menonitas son una comunidad religiosa también instalada en México, de la que hablaba así mismo la película «Luz silenciosa» de Carlos Reygadas).

La fragilidad de esa naturaleza amenazada de extinción en Paraguay se resume con un primer y largo plano secuencia de cuatro huevos, mientras sopla el viento, crujen las ramas de los arboles, silban los insectos y se oyen múltiples ruidos de animales. Los sonidos de la naturaleza recuperados se mezclan con los ruidos provocados por los hombres, que vociferan, mientras ladran los perros persiguiendo a los indígenas desnudos.

Los ruidos de los motores de las maquinas, el crepitar del fuego, del viento o de la lluvia, cubren las voces de los indígenas que relatan cómo fueron expulsados del bosque por esos matones armados con fusiles y palos. En lengua ayorea y en quechua, burla burlando, Paz Encina nos invita a ese viaje imaginario y poético a través de la selva paraguaya, como quien lanza un SOS al planeta tierra contra tan salvaje destrucción.

«Utama» y «Eami», dos buenas candidatas pues para el Palmarés de esta 34 edición de Cine Latino.

Julio Feo Zarandieta
Periodista profesional en Francia desde 1976. He trabajado durante 35 años como periodista (Responsable de edición y critico de cine) en el servicio en castellano de Radio Francia Internacional. Pero también como corresponsal en Paris de diversos diarios y semanarios españoles y critico en Cine Classics (canal plus). Jubilado desde el 2013, escribo ahora en Periodistas en español y en Aquí Madrid. Miembro del Sindicato Francés de la critica de cine y de Fipresci, he cubierto numerosos festivales de cine internacionales, muy especialmente Cannes y San Sebastián. Militante antifranquista en los años sesenta, resido en Francia desde 1974, fecha en que me acordaron el asilo político. Hoy en día tengo la doble nacionalidad hispano francesa.

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