El autor y la crítica según James Salter y Terry Eagleton

“No sé de dónde sale el afán de escribir. No creo que sea innato, pero llega pronto… ¿Y por qué se escribe?. Por placer. También para que te admiren, para que te quieran, para ser elogiado, reconocido”

 

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James Salter y Terry Eagleton por Xulio Formoso

Son estas algunas de las cosas que dice el escritor James Salter en “El arte de la ficción” (Salamandra), un pequeño-gran libro escrito desde la experiencia (no desde la teoría, como tantos otros), que todo aspirante a escritor (y aún todo escritor con obra publicada) debería leer para aprender el oficio o perfeccionarlo.

el-arte-de-la-ficcion-portada El autor y la crítica según James Salter y Terry EagletonPorque este libro (poco más de 100 páginas que se leen en un par de horas) puede resultar tan útil como varias sesiones en uno de esos talleres de escritura, tan de moda. “El arte de la ficción” incluye tres conferencias que James Salter pronunció en la Universidad de Virginia en 2014, sólo unos meses antes de morir a los 90 años en Nueva York, la ciudad en la que también había nacido. Ante la lectura de este texto sorprende que un hombre de 89  años tuviera la lucidez y el entusiasmo que Salter muestra en estas páginas.

James Salter descubrió la literatura a una edad tardía (antes fue piloto de combate y participó en la guerra de Corea) y fue gracias a los consejos del profesor Robert Phelps. Este le recomendó leer los cuentos de Isaak Bábel, aquel escritor antiestalinista ejecutado en la URSS en 1940, a quien la NKVD confiscó papeles y documentos de los que nunca más se supo. Fue en los cuentos del escritor ruso donde Salter descubrió un mundo deslumbrante. De Bábel aprendió que uno de los secretos de la gran literatura es corregir incesantemente hasta llegar a la perfección: “No hay hierro capaz de atravesar el corazón humano con la fuerza de un punto colocado en el lugar preciso”, decía Bábel. Salter cita el ejemplo de Flaubert cuando escribía “Madame Bovary”:  “… era infatigable escribiendo, reescribiendo, revisando y produciendo lentamente, quizá una página por semana o una en cuatro días o trece en tres meses”. Y cuando había terminado, Flaubert leía en voz alta para comprobar la cadencia y la fluidez de sus escritos, porque un escritor debe tener sensibilidad hacia la forma y el ritmo de las frases.

Las charlas con Phelps le obligaron a escribir desde esa posición exigente. La lección que mejor aprendió fue precisamente la necesidad de corregir hasta la extenuación: “Ser escritor es estar condenado a corregir”, afirma en una de estas conferencias. Tal vez por eso otro escritor, Richard Ford, llegó a decir que las mejores prosas de la literatura americana las escribió James Salter.

Otro de los secretos de la buena escritura, según Salter, es ser capaz de hacerse con un estilo personal. Cuando alguien empieza a escribir no suele tener una voz propia, siempre lo hace imitando a los autores que admira, pero poco a poco los vínculos se van haciendo más débiles y va perfeccionando su escritura hasta terminar teniendo un estilo propio. Es importante tener un estilo porque ser escritor es ser uno mismo y manifestarse tal cual uno es: el mayor éxito de un escritor es que los lectores sepan a quién pertenece un texto sin haber leído el nombre de su autor. Eso significaría que el estilo lo identifica. “El estilo es el escritor en su totalidad”, dice Salter,  “es lo que perdura”. Y otro de los secretos de una buena novela, dice Salter, es el comienzo. El primer párrafo da la pauta de lo que será todo el libro. Por eso es de las cosas más difíciles de escribir.

Para James Salter una novela es lo que resulta del material en bruto de todas las experiencias del escritor, que son como un inmenso montón de basura que hay que examinar minuciosamente hasta encontrar las pocas cosas de valor que están ahí enterradas. Y un último consejo: no pretender nunca que se está escribiendo un libro importante. Los libros que son importantes no se escribieron para ser importantes.

Crítica para lectores

eagleton-como-leer-literatura El autor y la crítica según James Salter y Terry EagletonSiento por el crítico y profesor de Literatura Terry Eagleton un respeto especial. Desde estas páginas hemos reseñado ya algunas de sus obras dedicadas a la crítica literaria (“El acontecimiento de la literatura”. Península) y a la cultura (“Cultura”. Taurus). Ahora se publica “Cómo leer literatura” (Península) que, más que consejos para leer, contiene pautas para entender textos literarios: uno de los objetivos de este libro es contradecir ese mito que presenta el análisis literario como enemigo del placer de leer; por el contrario, cuanto más se profundiza en la interpretación de un texto más gratificante resulta su lectura. Aquí, Eagleton no sólo teoriza sobre la literatura sino que incluye unos a modo de ejercicios prácticos para abordar la crítica literaria.

También para Terry Eagleton es importante el comienzo de una novela porque inaugura un mundo que no existía hasta ese momento y por eso dedica el primer capítulo a algunos muy conocidos para, a partir de ahí, hacer el análisis de la obra correspondiente: “Pasaje a la India” de E.M. Forster, “Orgullo y prejuicio” de Jane Austen, “Esperando a Godot” de Samuel Beckett, “Moby Dick” de Melville… Otros capítulos están dedicados al personaje, a la narrativa, a la interpretación de los textos y al valor de las obras literarias, y en todos ellos el lector descubre nuevas herramientas para entender mejor la literatura.

Para explicar sus argumentos Eagleton divide la novela en dos grandes macrogéneros, la novela realista y la novela modernista, la que apareció después de la Primera Guerra Mundial, advirtiendo que puede resultar que a veces las novelas modernistas sean más reales que las propias novelas realistas, entre otras cosas porque no suelen terminar bien, lo cual está más cerca de la realidad que los finales felices (el objetivo de los finales felices es consolar mientras que los desenlaces de las novelas modernistas buscan inquietar). Y porque, en definitiva, lo que llamamos realismo no es más que una visión sesgada de la realidad.

El capítulo más sugerente es el dedicado a la interpretación de la obra literaria. Parte de la convicción de que todas las expresiones, los acontecimientos y los personajes de una obra se prestan a diferentes lecturas y que todas las obras literarias son ambiguas, no significan sólo una cosa sino que generan amplios repertorios de significados, algunos de los cuales varían a medida que cambia la historia. Para cada lectura hay que tener en cuenta las circunstancias históricas en las que ha aparecido la obra y las del momento en el que son leídas.

Muchas narraciones tienen lecturas muy diferentes después del Holocausto, por ejemplo, o con la asunción de los valores del movimiento feminista por el lector. Y esto también cuenta para los protagonistas: a partir del siglo XX podemos hacer una lectura de “Hamlet” analizando a los personajes según las teorías de Freud sobre el inconsciente, algo que Shakespeare ni podría haber soñado.

Cualquier interpretación que hacemos de una obra no puede desprenderse, aunque sea de modo inconsciente, de los valores y de la cultura de cada lector, por lo que puede decirse que autor y lector son siempre cocreadores de la obra literaria. Las creencias y las expectativas de los lectores moldean su interpretación de los textos literarios, aunque también puede ocurrir que los textos puedan cambiar y revolucionar esos principios. La literatura también está para eso.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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