«El Expolio» en el Prado

Una obra maestra que resume la historia de la pintura

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‘El Expolio’ restaurado

Doménikos Theotokopoulos, conocido como El Greco, es quizá uno de los pintores más incomprendidos de la historia y es fácil comprender porqué. Porque no pintaba como sus contemporáneos. Le ubican como manierista, pero El Greco va mucho más allá de lo que fue el manierismo en general, mucho más allá de su tiempo en muchos aspectos.

Desde el pasado 28 de octubre de 2013, el Museo del Prado exhibe esta obra restaurada que nos la devuelve prácticamente como la concibió su autor: Cristo como hombre, a punto de consumar la redención de toda la humanidad en cumplimiento de la misión para la que fue encarnado, en el momento en que sus verdugos circunstanciales, manipulados por el poder de entonces, van a despojarle de su túnica y después a rifársela. Rodeado por esos pobres seres violentos, dos personajes detrás de él que podrían ser discípulos, comentan con caras de preocupación lo que sucede ante sus ojos, mientras las tres mujeres de su vida contemplan absortas y sin comprender muy bien lo que pasa, cómo un sayón agujerea el tronco sobre el que se clavarán sus pies, mientras que un caballero con armadura no identificado a la derecha de Cristo parece dar testimonio con su presencia, en un tiempo que no le pertenece, de la enormidad que está sucediendo y que se repetirá a lo largo de la historia en otras circunstancias, porque lo que ahí reflejó El Greco tiene un aura de universalidad, como la propia redención.

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María de Betania, María la madre, María Magdalena, restauradas.

El taller de restauración del Prado nos ha devuelto esta joya en todo su esplendor bajo la sabia dirección de Rafael Alonso, el restaurador especializado en el artista cretense. Estará en el Prado hasta que su alojamiento desde hace cuatro siglos, la Sacristía de la Catedral de Toledo, esté preparada para recibirla con motivo de la celebración del cuarto centenario de la muerte de El Greco. Parece que será en diciembre. Hasta entonces podrá verse en el Prado, en la sala 9B del edificio Villanueva, rodeada de otras joyas procedentes de un retablo, en las que se puede ver la evolución de El Greco: La Anunciación, el bautismo de Jesús, la Crucifixion, la Resurrección, Pentecostés…

Me gusta decir de El Greco que es el primer expresionista de la historia, nada hay gratuito en sus representaciones, cada detalle tiene un significado concreto, muchos de ellos incomprensibles en su tiempo, como pasó con el Expolio, que para empezar está mal titulado en español. Cuando El Greco lo pintó no hablaba español, así que lo tituló en italiano lo’Spoglio del verbo spogliare, desvestir. Expolio es otra cosa, pero en fin… Procedente de Italia donde había vivido una veintena de años, la mayor parte en Venecia y dos en Roma, llegó con el apodo dado por los italianos Il Greco, es decir, El Griego, porque él había nacido en la isla de Creta.

El Expolio, es una obra de composición perfecta, circular, a la manera veneciana, a la manera rafaelesca. La observación de los personajes es capital. La figura de Cristo emerge de tal forma, por su posición, por su cromática, por la expresión serena del rostro, por la luz que lo distingue de la oscuridad de los violentos en su derredor, de forma que atrae todas las miradas y hay que esforzarse para ver el resto. Lo más visible, después de ese Cristo vestido con túnica de un rojo puro, deslumbrante, son las mujeres a la derecha, a sus pies, absortas, incrédulas, entre las que realza en primer plano, con el cromatismo más brillante y el gesto de incredulidad y rechazo más espectacular, María Magdalena, la controvertida María Magdalena, que quizá nunca fue prostituta, sino la esposa de Jesús. Aquí El Greco la ve como la vió Leonardo. Tres figuras rechazadas por el cabildo catedralicio que había encargado la obra, porque ‘las mujeres no debían estar allí’. El sayón a la izquierda, como contrapunto compositivo y cromático a las mujeres y a sus pies, el trozo de lienzo con la firma, ahora perfectamente visible del artista, con nombre propio y escritura griega. Y todos los demás, abocetados, a propósito difuminados, porque representan la violencia, ese universal que siglos más tarde, otro pintor genial, Goya, ratificó sin rostro en los fusilamientos del 3 de mayo. Violencia sin rostro, por eso es tan temible.

¿Quién es el caballero, contemporáneo de la pintura, vestido con armadura, cuyo rostro parece dar testimonio, haciendo presente lo sucedido siglos atrás? ¿Es un conquistador, un autorretrato del artista, un caballero anónimo como el de la mano en el pecho? ¿Que mensaje quiere transmitir? ¿La universalidad de la redención, poniendo como testigo de la misma a un personaje que representa la última generación en la tierra en el momento de realizar la pintura? De lo que no cabe duda es de que no tiene nada que ver con los despojadores de las vestiduras de Cristo.

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la firma del autor

Ante este cuadro que resume todas las influencias artísticas de su autor y muchas que pertenecen al futuro, incluídas la psicológicas, no podemos dejar pasar como algo banal, los problemas con el cabildo que le había encargado el cuadro, con quienes tuvo que pleitear para a la postre cobrar menos de lo estipulado; que si bien es cierto que después de El Expolio, El Greco siguió pintando con éxito artístico y económico y produciendo perplejidades entre sus contemporáneos por lo inusual de sus mensajes, después de su muerte fue olvidado, tergiversado, incomprendida su forma de expresar la iconografía cristiana, hasta que a finales del XIX un francés, Maurice Barrès volvió a ponerle en primera fila, aunque no de la mejor manera posible. Inspirador de muchos movimientos y pintores del siglo XX, hoy sabemos que sus figuras alargadas son el vínculo entre la vida material y la espiritual, entre la tierra y el paraíso, no un defecto visual como ignorantemente se dijo hasta entrado el siglo pasado.

Recomiendo que aprovechen la estancia en el Prado de esta joya de la pintura, para verla a una distancia e iluminación que no tenía en Toledo, aunque supongo que los cambios que se llevan a cabo en la sacristía mejorarán cuando regrese para conmemorar el cuarto centenario de la muerte del genio tardíamente comprendido hasta sus últimas consecuencias.

Teresa Fernandez Herrera
Algunas cosas que he aprendido a lo largo de mi vida. Soy Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, master en Psicología del Deporte por la UAM, diplomada en Empresas y Actividades Turísticas, conocedora de la Filosofía Védica. Responsable de Comunicación y Medios en Madrid de la ONG Internacional con base en India, Abrazando al Mundo. Miembro de la British Association of Freelance Writers. Certificada en Diseño de Permacultura. Trainer de Dragon Dreaming, metodología holística para el crecimiento personal, grupal y comunitario en el amor a la Tierra. Colaboradora en Periodistas-es y en las revistas Natural, Verdemente, The Ecologist para España y América Latina. Profesora de inglés avanzado.

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