Con una amplia selección de la obra de Vanessa Winship, la Fundación Mapfre acaba de inaugurar una nueva sala en Madrid, que dedicará exclusivamente a exposiciones de fotografía.
Hay que agradecer a la Fundación, entre otras cosas, la labor de divulgación de fotógrafos poco conocidos en nuestro país, cuya obra es sin embargo de una calidad y de una originalidad merecedoras de ser rescatadas de ese anonimato. Ocurrió hace unos meses con Lynne Cohen y William Christenberry y es el caso ahora de Vanessa Winship, una fotógrafa británica (Barton-upon-Humber, 1960) con una trayectoria muy personal, que ha obtenido importantes premios a lo largo de una carrera iniciada en 1980, entre ellos el Cartier-Bresson y World Press Photo. En esta exposición se han reunido siete de sus series que recorren gran parte de la Europa postsoviética, los Estados Unidos y la provincia española de Almería.
A orillas del Mar Negro
El viaje se inicia en Albania y Kosovo con “A Balkan Journey” (1999-2003), que la artista subtitula “Estados y deseos imaginados”. Son territorios heridos por la guerra y la desolación donde los personajes que pueblan sus paisajes remiten a la literatura de Ismail Kadaré, al cine de Theo Angelopoulos. Un país encerrado durante años en el círculo de hierro de la dictadura de Enver Hoxha que, tras la caída del comunismo, se encontró con un universo desconocido, un mundo que se refleja en las miradas perplejas de sus habitantes, que transitan desde un pasado marcado por los cenotafios en las cunetas hacia una nueva sociedad en la que los espectáculos de streap tease conviven con las ruinas de 700 mil búnkeres de hormigón, testigos de un pasado de guerra y violencia; con esculturas del realismo socialista erigidas en lugares insólitos y que parecen ya no importar a nadie; con árboles domados por el viento; con la chatarra herrumbrosa de automóviles y de vagones de trenes abandonados en descampados del extrarradio; con niños jugando entre enormes charcos de lluvia.
El viaje continúa a lo largo de las orillas de Mar Negro (“Mar Negro: entre la crónica y la ficción”, 2002-2010), un escenario que remite a una historia que enlaza con la actualidad. Fue aquí donde se desarrolló la primera guerra fotografiada, la de Crimea (1853-1856), entre el imperio otómano y la Rusia de los zares, que Roger Fenton dejó para la posteridad en imágenes impagables. Fue aquí donde Eisenstein rodó la escena de las escaleras de Odessa de su película “El acorazado Potemkin”, donde tuvo lugar la batalla de Galípoli durante la Gran Guerra hace ahora cien años. A orillas del Mar Negro se asoman Turquía, Georgia, Rusia, Ucrania, Rumanía, Bulgaria y Abjasia, países que Vanessa Winship recorrió con su cámara durante ocho largos años para registrar los rituales de sus sociedades, tan distintas y sin embargo tan conectadas por este mar interior semimuerto, un mar que lo invade todo. En las fotografías de Winship hay buques atracados en puertos fantasmagóricos, bañistas en verano y jóvenes que combaten el frío del invierno con prendas de abrigo de una época incierta. Restos de una arquitectura de balneario que se erige en la playa como una fantasmagoría decadente. Gentes humildes en el interior de sus casas, mujeres sentadas en la cama del dormitorio, en la silla de la cocina. Retratos de jóvenes que exhiben sus físicos atléticos dispuestos para la lucha libre turca: “parecían absortos no sólo en la competición sino también en el eco de su tierra en otro tiempo”, escribe Vanessa Winship en uno de los pies de foto.
Georgia (“Georgia”, 2008-2010) es uno de los símbolos de la geografía que dejó el colapso económico postsoviético, con restos de obras públicas inacabadas y que nunca se terminarán: las columnas que iban a sostener una autopista se erigen en medio de la naturaleza como un esqueleto a la intemperie. Las escolares de la Anatolia oriental (“Sweet Nothings”, 2007), todas iguales, vestidas con uniformes idénticos, posan para la fotógrafa en medio de un paisaje austero y desolado o en interiores de cuyas paredes cuelgan retratos de Kemal Ataturk, que contrastan con la belleza y la inocencia de sus rostros y la elegancia de los cuellos bordados de su indumentaria.
América, América y Campos de Níjar
En la tradición fotográfica del viaje por los Estados Unidos para retratar la variopinta realidad de sus paisajes y de sus gentes, Vanesa Winship se embarcó entre 2011 y 2012 (coincidió con la campaña electoral que dio la victoria a Barack Obama) en la aventura de un largo viaje por ese enorme país. Un viaje que ya hicieran fotógrafos de la Farm Security Administration como Walker Evans (“American Photographs”) y otros como Robert Frank (“The Americans”), Lewis Hine o el mismo Andy Warhol (“America”).
(C) Vanessa Winnship. «She dances on Jackson»Una niña que baila frenéticamente al son de una música que suena mientras esperan la llegada del metro en el andén de la estación de Jackson, en Chicago, le dio la idea para el título de la serie: “she dances on Jackson”. También aquí contemplamos los retratos de personas vinculadas a paisajes desolados y melancólicos, con bancos vacíos en parques solitarios y edificios abandonados, avenidas sin tráfico y trenes detenidos, que remiten a la desaparición y a la ausencia. Retratos que expresan la sicología de las personas que figuran en esos escenarios insólitos.
Y más paisajes para terminar. Ahora los de Almería (“Almería. Donde se encontró el oro”, 2014). La obra de Juan Goytisolo, fundamentalmente “Campos de Níjar”, es en buena medida la responsable de la mirada de Vanessa Winship sobre esta esquina de la geografía española. Paisajes desérticos como los de Tabernas, tan parecidos a algunos de los de Estados Unidos: fue aquí donde se rodaron tantos western para recrear la conquista del Oeste americano. Paisajes naturales de las costas del cabo de Gata.
Paisajes artificiales con los restos de los mares de plástico de los invernaderos. Paisajes devastados de las canteras de mármol abandonadas de Macael. Paisajes, ahora, sin presencia humana, aunque se perciba en ellos la huella del hombre en ese universo, tanto como los árboles solitarios de sus desiertos, los cielos grises a punto de derramarse o ese mar Mediterráneo que se extiende hasta el infinito.
- TITULO. Vanessa Winship
- LUGAR. Sala de exposiciones Fundación Mapfre. Bárbara de Braganza, 13. Madrid
- Hasta el 31 de agosto