Erdogan: ¿Pero qué hace Turquía en la OTAN?

Si en algo se parecen Donald Trump y Recep Tayyip Erdogan – aparte de su consabida e inconmensurable soberbia – es la facilidad con la que ambos se dedican a proferir amenazas. Con la diferencia de que las fanfarronadas de Trump suelen diluirse en un mar de rectificaciones, puntualizaciones o (auto)desmentidos, mientras que las amenazas del presidente-sultán acaban materializarse. ¿Cuándo? Tal vez en el momento menos oportuno para los aliados de Ankara. 

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Trump con Erdogan en la Casa Blanca

Un ejemplo: hace apenas tres semanas, el inquilino de la Casa Blanca aterrizó en la cumbre de la OTAN, exigiendo a sus aliados europeos un sustancial incremento de su contribución financiera a los gastos de la Alianza. No se trataba del 2 por ciento del PIB nacional, reclamado el año pasado, sino de un… ¡4 por ciento! La demanda hizo temblar a muchos estadistas del Viejo Continente. Y más aún, cuando Trump les amenazó con la (hipotética) retirada de Washington de la Alianza Atlántica. Pero al cabo de unas horas la contingencia se fue difuminando. Trump volvió a presumir de la estructura de defensa transatlántica, mientras que sus socios tuvieron que hacerse a la idea de que el Viejo Continente ya no puede confiar en el paraguas atómico estadounidense. En resumidas cuentas: habrá que reconducir el proyecto de defensa europeo haciendo caso omiso de las frivolidades y los retos del socio transatlántico.

¿Meras dificultades pasajeras? En absoluto. Parece que el chantaje de Trump fue la gota que colmó el vaso.  ¿Consumada la ruptura? Aún es pronto para sacar conclusiones.

Distintas son las amenazas proferidas el pasado fin de semana por el presidente turco, Tayyip Recep Erdogan. En efecto, pocas horas después de anunciar el levantamiento del estado de excepción proclamado en julio de 2016, tras la extraña intentona golpista ideada, al menos aparentemente, por el predicador turco Fetullah Gülen, autoexiliado en los Estados Unidos y llevada a cabo por militares secuaces de éste, el sultán-presidente aprovechó el espacio cedido por una cadena de televisión privada `para arremeter contra los Estados Unidos, por haber suspendido Washington la entrega de aviones de combate F-35 destinados a la Fuerza Aérea de su país. Emulando el ejemplo de Trump, el presidente turco no dudó en amenazar con la retirada de Ankara de la OTAN.

La noticia llegó en el peor momento: la Casa Blanca está gestionando la creación de una alianza militar árabe destinada a combatir al país de los ayatolás. Turquía no es un país árabe; es un Estado musulmán que, amén de tener buenas relaciones con el régimen islámico de Teherán, cuenta con bases militares en el Golfo Pérsico. Un auténtico estorbo para los planes de Trump.

Las cosas se complican aún más si tenemos en cuenta que la irritación de Washington y el veto al suministro de los F 35 se debe, ante todo, a la adquisición por parte de Turquía de sistemas de defensa aérea S 400 de fabricación rusa. El contrato con Moscú, uno de los más importantes negocios de la industria de armamentos rusa, se firmó el año pasado, sin que Ankara se molestara en notificar los detalles a sus aliados de la OTAN. No hay que olvidar que para la Alianza, Rusia siegue siendo… el mayor enemigo.

Con el anuncio de la posible retirada de la OTAN, Erdogan trató de eclipsar el balance de la represión llevada a cabo en los últimos dos años: más de 150 000 funcionarios separados de sus cargos, 80 000 personas encarceladas, 28 000 opositores juzgados por los tribunales, 1500 personas condenadas a cadena perpetua.

La nueva ley antiterrorista gestada durante el estado de excepción y adoptada tras el levantamiento de éste, constituye un aval para el todopoderoso Erdogan.

¿Qué hay de la amenaza sobre la retirada de Turquía de la OTAN? Los caminos de Erdogan son infinitamente más inescrutables que las provocaciones de Trump…

Adrian Mac Liman
Fue el primer corresponsal de "El País" en los Estados Unidos (1976). Trabajó en varios medios de comunicación internacionales "ANSA" (Italia), "AMEX" (México), "Gráfica" (EE.UU.). Colaborador habitual del vespertino madrileño "Informaciones" (1970 – 1975) y de la revista "Cambio 16"(1972 – 1975), fue corresponsal de guerra en Chipre (1974), testigo de la caída del Sha de Irán (1978) y enviado especial del diario "La Vanguardia" durante la invasión del Líbano por las tropas israelíes (1982). Entre 1987 y 1989, residió en Jerusalén como corresponsal del semanario "El Independiente". Comentarista de política internacional del rotativo Diario 16 (1999 2001) y del diario La Razón (2001 – 2004). Intervino en calidad de analista, en los programas del Canal 24 Horas (TVE). Autor de varios libros sobre Oriente Medio y el Islam radical.

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