Que Juan Sebastián Bach tuvo veinte hijos (diez murieron al nacer o a edades muy tempranas), que Beethoven tenía un padre alcohólico que lo maltrataba, que Chopin, quien únicamente dio treinta conciertos en toda su vida, pidió en su lecho de muerte que se destruyeran sus manuscritos no publicados (como a Kafka, no le hicieron caso), que Schubert, feo, enfermo, bajito, pobre y tartamudo, compuso más de 1500 obras, la mayoría de las cuales no se descubrieron ni tocaron hasta muchos años después de su muerte, o que el fracaso del estreno de la primera sinfonía de Rachmaninov se debió a que el director de la orquesta estaba borracho… son detalles más o menos anecdóticos pero que marcaron la vida de músicos geniales a los que la humanidad debe algunas de las obras más sublimes.
Estos y otros detalles se incluyen en las minibiografías de los siete grandes compositores que el pianista James Rhodes ha elegido para incluir en “Playlist. Rebeldes y revolucionarios de la música” (Cross Books. Planeta), un libro pensado para iniciar en la música clásica a los niños y acercar también a esta música a los adolescentes que mantienen un distanciamiento que el pianista británico anima a romper con este libro. Un método que, en palabras del propio Rhodes, les sirva como trampolín para acceder a la música clásica.
Para interesarlos por la obra de estos grandes compositores, Rhodes va haciendo una serie de comparaciones que son al mismo tiempo admirables y sorprendentes. Por ejemplo, que los 142 CDs que ocuparían las más de mil composiciones de Bach, equivalen a siete veces toda la producción discográfica de Justin Bieber, Kanye West y Rihanna juntos. O que en sólo treinta años, entre los cinco años (en que se calcula que empezó a componer) y los 35 a los que murió, la producción de Mozart ocuparía unos 180 CDS. Unos seis discos cada año, algo inimaginable en cualquier artista contemporáneo.
Rhodes ha elegido a siete grandes compositores (Bach, Mozart, Beethoven, Chopin, Schubert, Rachmaninov y Ravel) a quienes considera como las estrellas del rock de su época, para explicar los valores de una música que, según confiesa en la introducción de este libro, a él le salvó la vida. Además de contar someramente los aspectos más destacados de la biografía de cada uno de estos compositores, James Rhodes ha seleccionado dos obras de cada uno de ellos para iniciar a los lectores-oyentes en la música clásica. Para ello remite a una playlist de Spotify que él mismo ha elaborado para que, simultáneamente a la lectura, los oyentes vayan descubriendo los valores de cada una de las composiciones seleccionadas por el pianista, que él mismo va explicando a medida que se escuchan los movimientos de cada una de ellas.
De este modo Rhodes va desarrollando en paralelo (literario y musical) el interés por la vida y las vicisitudes de cada uno de los compositores elegidos, con comparaciones aplicadas a la música actual, con la descripción y las evocaciones que sugiere la escucha de las obras seleccionadas.
Además, para despertar el interés de los aficionados a la música pop-rock y al cine, Rhodes cita las canciones actuales basadas o inspiradas en composiciones de estos músicos, los cantantes que han utilizado sus temas o han sido influidos por sus composiciones o las películas en cuyas bandas sonoras se incluyen fragmentos de algunas de sus obras.
En tres apartados diseminados a lo largo del libro Rhodes explica también la composición de una orquesta sinfónica, las familias de instrumentos y su disposición sobre el escenario durante los conciertos, hace una cronología de la historia de la música clásica y aporta un pequeño diccionario de términos y frases que se utilizan en el vocabulario de esta música, con el fin de familiarizar con ellos a los nuevos aficionados.
Con este libro, con una presentación de lujo y dibujos de Martin O’Neill, Rhodes confía en conseguir despertar el interés de quienes por temor o por desconocimiento se mantienen alejados de la música clásica, perdiéndose una de las manifestaciones artísticas y culturales más sublimes que haya producido el genio humano.
Con “Playlist. Rebeldes y revolucionarios de la música” James Rhodes añade un nuevo libro a una bibliografía que incluye “Instrumental”, “Fugas” y “Toca el piano”, en los que el músico británico, quien vive en Madrid y ha solicitado la nacionalidad española, navega entre sus memorias y su profesión.
Un ejemplo: http://clasicafmradio.es/opinion/editorial/los-musicos-de-referencia-para-el-ministerio-de-cultura/?fbclid=IwAR3FrcNH62RiWw-4UmMT9NLIe5wEJ_jEyO3uvcBI9U_Cp7bfbZrS8Np_LQc
Tengo sentimientos encontrados respecto a este tipo de personajes que afloran en el ecosistema de los medios. Por un lado hacen una labor de divulgación estimulante, pero por otro lado el contenido de esa divulgación me parece lamentable en la mayoría de los casos.
Sobre todo desde el punto de vista ciertamente arrogante y poco interesante de personajes construidos sobre una base nada sólida y que ofrece una perspectiva de la música clásica bastante falsa.
Su base es el anecdotario muchas veces falso y poco fiable que no sirve para apreciar realmente el mundo de la música en general.
Escuchad mejor los magníficos programas para niños que en fin de semana hace Radio Clásica (lo digo con todo el dolor de mi corazón por el lamentable estado de la radio pública) o que se pueden también ver en producciones internacionales como las ofrecidas por el canal Stingray Classica (en Movistar y en Orange).
En vez de ayudar a estos subproductos de la industria cultural más deleznablemente mercantilizada, demos publicidad a otros trabajos de divulgación mucho más interesantes.