En 2016, año internacional del pintor Hieronymus Bosch El Bosco que celebra el quinto centenario de su muerte en 1516, la ciudad donde nació, ‘s-Hertogenbosch y la ciudad de Madrid, le han dedicado sus mejores exposiciones, en el Noodbrabants Museum de febrero a mayo y ahora en el Museo Nacional del Prado de junio a septiembre.
El Bosco no es un pintor más de la segunda mitad del siglo XV y primeros años del siglo XVI. Es uno de esos pocos genios de la historia de la pintura que claramente se adelanta a su época. Es al mismo tiempo naturalista, simbolista, inventor de sueños eróticos, místicos y monstruosos, un colorista extraordinario, un maestro de composición tan original como complejo, paisajista y retratista excepcional, un creador de enigmas con los que parece retar al espectador, tal como será habitual en el siglo XX, sobre todo en el surrealismo del que fue inspirador. Hace pensar, propone preguntas para que cada espectador encuentre su respuesta.
Basándonos en textos de expertos como Eric de Bruyn, sobre las fuentes del Bosco, de Reindert Falkenburg, que nos ilustra sobre la forma de conversar con los personajes del Bosco en su estudio sobre El jardín de las delicias, The land of unlikeness, Paul Vanderbroek en su estudio sobre la Axiología e ideología del Bosco y alguno más, nos hemos acercado a todas las fuentes que pudieron crear los imaginarios del Bosco desde su experiencia vital y el conocimiento de su mundo, que pudieron excitar esa imaginación que no conoció límites. El Bosco pintó con una libertad desconocida entonces y sin duda inspiró los desnudos masculinos y femeninos del pleno renacimiento y del barroco.
Los imaginarios del Bosco
Al comienzo de la muestra del Prado hay un anónimo flamenco de hacia 1530 que representa la Plaza del Mercado de ‘s-Hertogenbosch (Bolduque en español), en la que la séptima casa por la derecha es la que compró su padre en 1462, cuando él tenía doce años. Cuando se casó en 1481 con Aleyt Goyarts van der Meervenne siguió viviendo en la Plaza del Mercado, en una elegante casa del lado norte, hasta su muerte en 1516. Toda una vida conviviendo con ese gran teatro del mundo que era el Markt, conforman la base de su imaginería visual: el comercio de paños, el más importante de la ciudad, ferias anuales y mercados semanales, desfile de toda la picaresca de mendigos y lisiados, prestidigitadores, timadores, harapientos de toda laya, más toda la escala de clases sociales que iban a comprar o vender. El incendio del verano de 1563, que destruyó varios barrios de la ciudad, le sirvió años más tarde para sus representaciones del infierno, en las que siempre se ven casas en llamas que iluminan la noche. Procesiones, fiestas de carnaval, música, danza, representaciones de la adoración de los magos. Todo este imaginario visual festivo – popular está presente en obras como El vendedor ambulante, El prestidigitador, la Extracción de la piedra de la locura, los infiernos del Jardín de las delicias, El carro de heno, Las tentaciones de San Antonio y otros.
Las imágenes caballerescas también están en el imaginario bosquiano. Por Bolduque pasaron el duque Carlos el Temerario en 1463, su hija María de Borgoña y su esposo Maximiliano I de Habsburgo en 1478. En 1481, Felipe el Hermoso fue investido caballero de la Oden del Toison de Oro a la edad de tres años. Quince años más tarde volvió Felipe con su reciente esposa Juana de Aragón, para ser proclamados duques de Brabante. En la iglesia de San Juan asistieron al bautizo de un conocido maestro alquimista, Jakob van Almaengien, personaje relacionado con el Bosco y que aparece retratado en varios cuadros del artista. Felipe y Juana volvieron a Bolduque en 1504 donde recibieron la noticia de la muerte de Isabel la Católica. Durante esa estancia, Felipe encargó al Bosco El juicio final de la Academia de Bellas Artes de Viena. Margarita de Austria, tuvo al menos una tabla de San Antonio Abad firmada por el Bosco en su palacio de Malinas. El nexo familiar que une a Felipe II con la pintura de El Bosco, puede encontrarse en sus antecesores, en sus visitas a Bruselas cuando aún era príncipe y también en Diego de Guevara, chambelán en las cortes de Felipe el Hermoso y Carlos V, gran coleccionista de arte y su hijo Felipe de Guevara, autor del Comentario de la pintura y pintores antiguos, en el que menciona al Bosco como pintor naturalista, salvo en el caso de los demonios. Felipe de Guevara fue el primer comprador de El carro de Heno del Escorial, vendido a Felipe II por sus sucesores.
Otras fuentes del Bosco
La Biblia y el Nuevo Testamento son la fuente principal en su iconografía. Ese compendio de textos de extraordinario valor histórico – cultural con sus historias de genocidios, asesinatos, traiciones, abusos y sexo en todas sus formas, en las que El Bosco pudo inspirarse en clave simbólico – onírica. También los bestiarios medievales que ilustran animales desconocidos en Europa, fantásticos y mitológicos.
La alquimia pudo estar entre las fuentes del Bosco, inspirado quizá por el maestro alquimista Almaengien. (1450 – 1506. El simbolismo en La extracción de la piedra de la locura, en el cilindro de vidrio de El jardín de las delicias, podrían proceder de esa fuente. Paul Klein asocia un personaje presente en varios cuadros del Bosco a retratos de Almaengien. El vendedor ambulante del tríptico El Camino de la Vida, El regreso del hijo pródigo en el reverso de los paneles laterales de El carro de heno, en el Simón de Cirene en ambas Cristo camino del Calvario, de Viena y El Escorial, entre otros.
Otras fuentes como la Devotio Moderna, movimiento de renovación espiritual promovido por Geert Groote a mediados del siglo XIV y que tuvo gran influencia sobre las clases medias borgoñonas en el s. XV. Dos cosas tiene en común el Bosco con esa corriente: la imitación de Cristo y la veneración de los ermitaños en el desierto. Bosch se educó en la Escuela Latina de la Hermandad de la vida en común de ‘s-Hertogenbosch, partidaria de la Devotio Moderna. Las doctrinas humanistas de Erasmo de Rotterdam renovadoras de una Iglesia medieval anquilosada también tuvieron que influir en el pensamiento del Bosco.
Textos del amor cortés, como el Roman de la Rose, las visiones del caballero Tondal (manuscrito en la exposición del Prado), fuentes latinas como El Decameron y La Divina Comedia, fuentes vernáculas, manuscritos iluminados, tallas en piedra o madera en iglesias y catedrales, un mundo de lenguaje alegórico – fantástico que sin duda estuvieron en su imaginario.
Algunos expertos desdeñan la teoría de Wilhem Fraenger sobre la pertenencia del Bosco a la Hermandad del Espíritu Libre que tuvo un fuerte asentamiento en tierras borgoñonas. Pudo simplemente conocer este movimiento surgido frente a una Iglesia oficial opresora, sobre todo por las actividades de la Inquisición en tiempos del Bosco y concretamente en Bolduque. Hay indicios de que conoció e incluso sufrió al inquisidor Jakob Sprenger, coautor junto a Heinrich Kramer del Malleus Maleficarum (El martillo de las brujas). Una mentalidad inquisitorial fanática de la época, sin duda habría detectado herejía en obras del Bosco, sin ir más lejos, en la tabla central del Jardín de las Delicias. El Malleus fue publicado en 1487 en Alemania y tuvo amplia y rápida difusión en las tierras de Borgoña y resto de Europa. Fue el tratado capital para la ‘caza de brujas’. Si hay un maestro tardomedieval interesado en el demonismo y la brujería ese es el maestro de Bolduque.
Pero la fuente más importante, en la que convergen todos estos imaginarios, son sus desconocidas experiencias infantiles tanto domésticas como escolares y otros entornos, sus miedos, anhelos, goces, sueños y pesadillas, es su imaginación que le llevó a inventar desde el conocimiento un mundo propio, que reflejó en las imágenes de sus obras.
Los Santos
En Los Santos destaca el poder de la meditación a imitación de Cristo meditando en soledad en el desierto de Judea para resistir a las tentaciones. Así vemos en el Tríptico de las Tentaciones de San Antonio de Lisboa, símbolo a símbolo, pesadilla a pesadilla, representaciones mentales del infierno, las oscuras lechuzas, perros demoníacos, pájaro devorando un sapo, sodomías, mientras él refugiado en su mundo interior permanece inmune a todas ellas a imitación de Cristo. En las tablas externas dos grisallas, El prendimiento y La cruz a cuestas ilustran el hecho.
San Jerónimo, una composición que Dalí hubiera firmado cuatro siglos más tarde, rodeado de árboles secos y huecos, lo que podría ser un leviatán, un fruto rojo roto, un felino enfurecido, estructuras y frutos sobre la cueva donde ora, auténtica pesadilla onírica de la que escapa aferrándose al crucifijo. El extraordinario San Juan Bautista con el cordero místico del museo Lázaro Galdiano. San Juan Evangelista en Patmos, recibiendo la revelación del Apocalipsis de la Virgen y Jesús Niño por mediación de un ángel transparente y con el águila de San Juan a la izquierda y un simpático demonio con gafas que podría ser el autorretrato del pintor. El bien y el mal, como así coexisten desde la creación, desde el jardín del Edén, según la tabla izquierda del Jardín de las delicias, ‘como así se hizo’ según el reverso de la tabla derecha.
El jardín de las delicias
Se dice que para el hombre ilustrado del siglo XV, el lenguaje del Bosco sería menos enigmático que para los mortales del siglo XXI. Que es necesario sumergirse en aquel tiempo para acercarse a su obra maestra, el tríptico llamado desde el siglo XIX El jardín de las delicias. O el más lógico en inglés El jardín de los placeres terrenales. Primer enigna, ¿cómo le llamó el Bosco? El profesor Reindert Falkenburg, que dirigirá la Cátedra del Museo del Prado dedicada a Bosch y Bruegel, propone una aproximación al famoso tríptico conversando con él. El Bosco propone un mundo físico y metafísico, un mundo divino al que subyace el mal causado por la soberbia. Un mundo onírico del que es imposible escapar y el mundo interior del hombre y la mujer. En realidad el profesor Falkenburg, está proponiendo al espectador del siglo XXI que se asome a todo lo que sucede en el tríptico y después establezca una conversatio con otros observadores para reunir cada punto de vista en un proceso enriquecedor, tal como se ha hecho siguiendo esta propuesta en el documental recientemente estrenado en cines El jardín de los sueños, (reseñado el 9 de junio) una conversatio en la que han participado una serie de personas relacionadas con el mundo del arte.
Aproximaciones bíblicas y del Nuevo Testamento, profanas basadas sobre todo en los textos del Roman de la Rose y de Las visiones del caballero Tondal, las conversatio del Amor Cortés practicadas por los caballeros de la corte borgoñona, dando la máxima relevancia a los dos posibles comitentes del Jardín, los condes de Nassau, Engelberto II y Enrique III, este último compañero de estudios de Felipe el Hermoso. Históricas, de relaciones entre poderosos, espirituales como la Devotio Moderna, el humanismo y sobre todas ellas las invenciones fruto de la imaginación del Bosco. Aún así, los enigmas persisten. Falta una clave que los encaje, clave de la que dispusieron los primeros espectadores del tríptico, clave que seguramente estuvo documentada y que se perdió entre los avatares bélicos de los siglos XVI y XVII en Borgoña. Clave que se llevó su autor al sepulcro. Así que no queda otro remedio que tratar de ver.
El bien y el mal están presentes desde el principio en clave bíblica. Los ángeles rebeldes fueron expulsados del paraíso antes de la creación de Adán y Eva. En el Paraíso de la tabla izquierda del Jardín se proponen claves sobre el bien y el mal y lo de menos es el árbol de las dos ciencias. Las extrañas estructuras de la parte superior, orgánica la de la izquierda, con el ejército de pájaros que entra, sale y se pierde en el horizonte. Una fuente de la vida a la que se asoma la lechuza, tan recurrente como símbolo maligno de la noche. El sapo de tres cabezas, uno de los varios símbolos de la lujuria, que seguido de otros sapos se dirige hacia la figura antropomorfa a la derecha del estanque, anticipándose a Dalí, sobre la que se asienta el árbol de las dos ciencias con la serpiente enroscada. En la parte inferior un estanque de aguas negras del que salen monstruos como el ave de tres cabezas ¿representación de una trinidad demoníaca? Y en un espacio idílico Jesús toma de la mano a Eva, mientras un Adán bien despierto posa sus pies cruzados sobre los de Jesús. La escena, no es desconocida pero se presta a interpretaciones, incluso a la futura crucifixión de Jesús.
La tabla central puede ser desde un canto total al hedonismo – erotismo inspirado en los Hermanos del Espíritu Libre, como propone John Vermeulen en su biografía novelada del Bosco. O la versión bíblica del libre albedrío. O como el destino de la humanidad, como lo vio el primer espectador español del cuadro, Antonio de Beatis, secretario del cardenal Luis de Aragón, el 30 de julio de 1517 en el palacio de los Nassau en Bruselas. O como las conversatio del amor cortés, práctica habitual entre la nobleza de la época, que incluía juegos eróticos como el de la main chaude y que podían terminar en sexo explícito. O como el mundo antes de Noé. O como un sueño que transporta a un mundo ideal de seres desnudos, libres de máscaras. Los espectadores atentos del jardín, verán grupos en animada conversación, masturbadores, sodomitas, sexo en pareja y en grupo, símbolos eróticos como los frutos rojos, algunos gigantescos, la procesión de hombres sobre animales reales e irreales alrededor del estanque de las bañistas, las estructuras como fuentes de los cuatro ríos, tan orgánicas que están vivas, dos lechuzas presidiendo a izquierda y derecha la zona de los amantes. Solo hay un personaje vestido en el ángulo inferior derecho de la tabla, que señala a la mujer detrás de un cilindro de vidrio. Todo está en la Biblia, todo en textos literarios profanos medievales, todo en las prácticas de nobles y plebeyos, todo en el Malleus Maleficarum. Todo en un espejo que refleja varias realidades. Todo según la creación divina como aparece en la tabla externa derecha citando dos salmos: Así todo quedó hecho, Así todo fue creado.
Preside el infierno en la tabla derecha la ciudad en llamas. Debajo, el surrealista hombre- árbol con un burdel en el interior de su estructura hueca. La cara humana del hombre se parece a la del único hombre vestido de la tabla central, un enigma difícil de interpretar. Los instrumentos de música transformados en instrumentos de tortura. El caballero devorado por perros demoníacos. El espantoso demonio devorador de almas para luego defecarlas en un pozo negro. La cerda con toca monjil acosando al condenado que parece arrepentido. ¿Es esto un infierno en otra vida o un infierno en esta vida, cada uno sufriendo las consecuencias de sus actos en clave onírica?
El sueño de El jardín de Hieronymus. Todas las claves están ahí. Incluso las de identificación personal.
En la exposición del Prado es admirable la puesta en escena, con una proporcionalidad de volúmenes – espacios en progresión curvilínea de estado del arte, en la que los grandes hitos se muestran en un amplio espacio propio para ponerlos en todo su valor. Un montaje que desde el primer momento conecta al espectador con los sueños del mundo del Bosco.
Siete secciones temáticas: El Bosco y ‘s-Hertogenbosch, Infancia y vida pública de Cristo, Los santos, Del paraíso al infierno, El jardín de las delicias, El mundo y el hombre y La pasión de Cristo. Museos de toda Europa y de Estados Unidos han cedido al Prado obras significativas, hasta completar las veintiuna pinturas – de ellas ocho pertenecen al Prado – y ocho dibujos originales del Bosco que representan el setenta y cinco por ciento de su producción documentada, a las que se unen obras de su taller, de seguidores, y artistas contemporáneos al servicio de contextualizar el ambiente y los entornos del Flandes del siglo XV.
Enlaces: