Llega a Madrid una gran exposición de la fotógrafa pictorialista Julia Margaret Cameron
En 1859 el gobierno francés autorizó la creación de una sección de fotografía en el Salón de Pintura, Escultura y Grabado de París para que se expusieran fotos como si fueran obras de arte, una iniciativa que provocó una fuerte reacción de los puristas.
En 1862 una veintena de pintores, entre los cuales estaba Ingres, firmaron un manifiesto protestando contra la asimilación de la fotografía al arte. Consideraban que, en todo caso, el nuevo invento debía servir para divulgar las obras de los grandes creadores pero negaban a la fotografía propiedades artísticas. Unos años antes Baudelaire ya había escrito en “Salones y otros escritos sobre arte” (Ed. Visor) que el verdadero deber de la fotografía era el de ser una muy humilde sirvienta de las ciencias y de las artes.
El pictorialismo fue una corriente fotográfica que promovió el reconocimiento de la fotografía como un arte y que reivindicó para ella una consideración similar a la que gozaban la pintura o la escultura. En su obra “Pictorial Effect in Photography” (1869) el pionero Henry Peach Robinson fijó las leyes que deben gobernar los elementos de una fotografía para que tenga un efecto pictórico.
Ciertamente, la influencia de la pintura está en las raíces de la fotografía, que adoptó algunos de sus recursos, como el encuadre y la «perspectiva artificialis» de los renacentistas. Además, los primeros fotógrafos eran artistas, comenzando por Niépce, en sus orígenes un grabador. Muchos, como André Giroux, Charles Negre, Édouard-Denis Baldus y Henri Le Secq, coloreaban sus fotografías para crear efectos estéticos, trasladando así dimensiones pictóricas a la fotografía.
Pintores como Eugène Courbet y Delacroix se sirvieron de fotografías para crear sus cuadros: “Desnudo femenino sentado en un diván”, del fotógrafo Eugène Durieu, sirvió de modelo a Delacroix para su famosa “Odalisca”. René Grenier retrató a las modelos Carmen Gaudin y Hélène Vary para que sus fotografías fuesen utilizadas por Toulouse-Lautrec.
Con el pictorialismo se trataba de contrarrestar asimismo la crítica que ponía su acento en la cualidad mecánica de la fotografía. Para desterrar este concepto los fotógrafos pictorialistas influían conscientemente sobre el resultado de las fotografías. Al mismo tiempo, el tratamiento complejo del positivado convertía cada fotografía en una obra única y por tanto irreproducible, como exigían los puristas.
Uno de los primeros que descubrió las propiedades artísticas de la fotografía fue William Henry Fox Talbot, autor de obras de una gran belleza, como “La puerta abierta” (1844), en la que se evidencia la influencia de la tradición pictórica holandesa.
Desde un principio la fotografía se había inspirado en temas y géneros de la pintura tradicional, buscando la legitimidad artística del nuevo medio (una de las primeras obras de Niépce fue “La mesa puesta”, un bodegón). Muchos grandes fotógrafos de la época procedían del campo de la pintura: David Octavius Hill, Mathew B. Brady, Robert Fenton y artistas consagrados como Corot, Millet, Ingres o Courbet…
El pictorialismo dio también una nueva dimensión a la fotografía paisajística, en la que introducía un tratamiento impresionista que creaba en este género una nueva atmósfera a través de la utilización de dos o más negativos a cuyo resultado se añadían retoques.
El pictorialismo iría evolucionando y extendiéndose por todo el mundo hasta el siglo XX, en que entraría en contacto con corrientes vanguardistas como el surrealismo o el futurismo, e incluso trató de emular al arte abstracto con obras como las vortografías del fotógrafo Alvin L. Coburn.
Una pionera: Julia Margaret Cameron
En diciembre de 1863, cuando ya tenía 48 años, Julia Margaret Cameron (1815-1879) recibió como regalo de navidad de sus hijos una cámara de fotos “para aliviar su soledad en Freshwater”, una localidad de la isla de Wight a donde se había trasladado a vivir con su familia al regreso de Ceilán (la actual Sri Lanka), donde había vivido ocupada en los negocios de las plantaciones de su marido. Su fascinación por el arte la llevó a experimentar con su cámara haciendo fotografías que iban más allá del simple registro de imágenes de quienes posaban frente al objetivo.
Fundamentalmente retratista, Julia Margaret Cameron hizo sus primeras fotografías a los miembros de su familia y a personajes famosos de la época que frecuentaban en Londres la casa de su hermana Sara y de su cuñado, que acogían una tertulia a la que acudían artistas como George Frederic Watts, escritores como Thomas Carlyle, Tackeray y Alfred Tennyson. También algunos fotógrafos, como Oscar Rejlander y Lewis Carroll, quienes posiblemente le enseñaron nuevas técnicas.
Influida por la pintura impresionista, que intentó trasladar a su fotografía, a Julia Margaret Cameron se le considera una de las grandes pioneras del pictorialismo. Su audacia al tratar de equiparar la fotografía al arte mereció la crítica de la comunidad fotográfica, que la calificó de excéntrica y no acogió muy bien su obra. Antes de dedicarse a la fotografía ya era miembro de la influyente Arundel Society, dedicada a promover la difusión del arte.
Su cultura estaba influida por la literatura, la pintura renacentista y la Biblia, temas frecuentes en sus fotografías. Se le atribuye la invención del efecto flou que, al modo como Leonardo da Vinci con el sfumato en pintura, pretende que la imagen se difumine como en medio de la niebla. También es la precursora de la realización de la fotografía con juegos de sombras y contraluces, que evoca a Rembrandt y a la pintura flamenca barroca.
Algunas de sus fotografías se han inspirado en grandes obras literarias como “El Paraíso perdido” de Milton, “La tempestad” de Shakespeare o el ciclo del rey Arturo recreado por Alfred Tennyson. Otras constituyen conjuntos de alegorías (la Primavera, los Frutos del Espíritu). Su “Sibila a la manera de Miguel Ángel” está inspirada en la sibila eritrea del techo de la Capilla Sixtina, mientras “Santa Cecilia a la manera de Rafael” adopta el modelo del “Éxtasis de Santa Cecilia” de este pintor renacentista.
Una de sus asistentas, Mary Hillier, fue el modelo para estas sibilas y también para la Virgen María de sus Madonnas. Otros modelos eran sus amigos y familiares. El poeta Henry Taylor posó como rey Lear, David y Rembrandt. Tennyson fue fray Lorenzo con Julieta, Próspero con Miranda y Asuero con la reina Ester.
Fotografiaba a las personalidades que visitaban la casa, haciendo retratos de una gran calidad artística, como las series dedicadas al científico y fotógrafo John Frederick William Herschel y a Charles Darwin, buscando «la grandeza del interior además de los rasgos exteriores». Su obra mereció los elogios del pintor Dante Gabriel Rosetti, que poseía más de 40 de sus fotografías. El South Kensington Museum le ofreció dos de sus salas para que las utilizara como estudio
Julia Margaret Cameron, quien había nacido en la India (Calcuta, 1815) cuando formaba parte del imperio británico y recibió en Francia una parte importante de su educación, volvió a Ceilán en 1875, donde vivían cuatro de sus hijos y donde murió cuatro años más tarde. En su última residencia hizo pocas fotografías, solo retratos de sirvientes y de habitantes de la población autóctona. A los diez años de su muerte se publicó su autobiografía inconclusa “Annals of My Glass House”.
Exposición en Madrid
Una muestra de la Fundación Mapfre reunió en mayo de 2016 más de 100 fotografías en Madrid, procedentes en su mayor parte del Victoria and Albert Museum de Londres, que comenzó a recopilar fotografías de Julia Margaret Cameron desde sus primeros años. Está organizada en cuatro secciones que agrupan los diferentes géneros expresivos de la artista y una quinta que reúne algunas instantáneas de los fotógrafos más importantes de su época y de aquellos que influyeron en su obra.
“Del primer éxito al South Kensingtom Museum” reúne sus primeras fotografías, entre ellas “Annie”, una de sus más conocidas, retrato de la hija del poeta William Benjamin Philpot. Se incluyen también los retratos de Tennyson, Darwin o Julia Jackson, madre de Virginia Woolf. Aquí están también lo que llamaba Fantasías con Efecto Pictórico y sus Madonnas, en cuyas expresiones trataba de transmitir los sentimientos moralizadores e instructivos de la religión cristiana, de la que era fiel practicante.
En “Electrizar y sorprender” se percibe la evolución de su técnica y la utilización de una cámara de mayor tamaño que le permitió realizar retratos de grandes dimensiones.
“Fortuna además de fama” es el título de la tercera sección de esta muestra, entresacado de una de las cartas que dirigió al director del South Kensington Museum en la que le manifestaba su precaria situación económica y la intención de obtener dinero con su trabajo, además del reconocimiento de su obra. Para ello fotografió a personas conocidas para vender sus retratos.
Julia Margaret Cameron: May Day, 1866 © Victoria and Albert Museum, London
Finalmente, bajo el título “Sus errores eran sus éxitos” se recogen una serie de fotografías en las que Julia Margaret Cameron mantiene lo que en ocasiones fueron errores pero en otras no eran sino formas deliberadas de experimentación con nuevos elementos (desenfoques, raspados, manchas) para obtener resultados inéditos y originales.
En el último apartado, dedicado a los fotógrafos coetáneos, se recogen obras de Disdéri, Henry Peach Robinson, Gustave Le Gray, Oscar Rejlander y otros grandes pictorialistas de la época.
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