El ansia de conocimientos sobre el pasado que se despertó en Europa en el siglo XIX dio lugar a la aparición de la novela histórica, un género que mezclaba la realidad y la ficción con el fin de divulgar la Historia a través de los avatares de personajes reales cuyas aventuras habían sido realmente novelescas.
Fue en el siglo XIX cuando la novela histórica cobró su verdadera importancia como género literario, creado por el movimiento romántico para exaltar los valores nacionalistas, condenar las costumbres de la nueva sociedad y criticar a la clase burguesa que las protagonizaba. La novela histórica contemporánea trata también de reforzar el sistema actual de valores y creencias a través de episodios lejanos en el tiempo protagonizados por personajes que encarnan los vicios y las virtudes de la sociedad actual.
La epopeya y los romances ya habían mitificado las aventuras de los héroes, superando el aspecto puramente histórico de sus figuras. Ahora la novela histórica atiende además al mundo material y cultural, recreando las costumbres, los ambientes y las condiciones sociales de los lugares y las épocas en las que transcurren las vidas de los personajes. Con este género se presentan al lector no sólo los hechos históricos sino la posibilidad de vivirlos a través de la narración y de sus protagonistas. Se trata de fundir en una misma obra conocimiento y estética, verdad histórica y verdad novelesca. Como novela utiliza todos los recursos narrativos de la ficción; como historia ha de atenerse a la verdad de los hechos en los que se mueven los protagonistas, tanto los reales como los inventados por el autor.
En el género de la novela histórica el análisis literario distingue entre aquella cuyo objeto es la profundización en la verdad a través de la utilización de datos objetivos y la que utiliza la imaginación y la fantasía para rodear de misterio la trama y los personajes reales con el fin de que la literatura se sitúe por encima de la realidad, lo cual subordina la verosimilitud de los hechos y los personajes al enriquecimiento literario de la obra. Es en esta segunda categoría donde se sitúan las novelas históricas de Fernando García Calderón, que acaba de publicar “De lo visible y lo invisible” (Ed. Algaida).
La historia y la ficción
Don Diego Torres de Villarroel (1694-1770) fue uno de los personajes más fascinantes del siglo XVIII español. Escritor, matemático, astrólogo, profesor de las Universidades de Ávila y Salamanca, sacerdote en los últimos años, su vida es una sucesión de episodios novelescos cuyas aventuras sobrepasaron las fronteras españolas para internarse en los territorios de Francia y Portugal. Además de escribir su autobiografía (Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del Doctor Don Diego de Torres Villarroel, catedrático de prima de matemáticas en la Universidad de Salamanca, escrita por él mismo), muy novelesca por cierto, fue autor de una amplia obra literaria y científica entre la que sobresalen unos polémicos Almanaques en los que pronosticaba hechos futuros que algunas veces se cumplían (como la muerte del joven rey Luis I y, supuestamente, la Revolución Francesa de 1789), por lo que estaba considerado como una especie de brujo o profeta de la historia de aquel tiempo. Pasó en Madrid algunos de los mejores años de su vida y la capital le proporcionó el conocimiento de personas y ambientes en los que desarrollar su ingenio. Fue el primer escritor cuya Obra Completa se publicó en vida gracias al apoyo de la familia real y de la nobleza, entre cuyos admiradores se contaba el Marqués de la Ensenada.
Es en este personaje en el que Fernando García Calderón centra la historia de su novela “De lo visible y lo invisible”, título inspirado en otra de las obras de Villarroel, “Anatomía de todo lo visible e invisible”. Lo hace a través de dos personajes de ficción, Martín Tadeo de Salvatierra (que conoció y fue seguidor de Villarroel en sus años mozos) y Niccolò Furio Hermes d’Amodeo, personaje fantástico que centra el protagonismo de toda la narración de la novela, amigo también de Villarroel, cuyo objetivo, tras la muerte del catedrático, es perpetuar su vida y su obra en la figura de Martín Tadeo, para lo cual embarca a éste en la aventura de rescatar una máquina que permitía llevar las almas de los hombres hasta Dios; un vehículo para la migración de las almas inspirado en el sueño de la escalera al cielo de Jacob y en el juego de la oca, cuyos primeros experimentos ya habría llevado a cabo Raimundo Lulio.
García Calderón estructura la narración en las historias paralelas de Villarroel y Martín Tadeo, cuyo nexo de unión es el personaje de Amodeo, una especie de ser fantástico con poderes sobrenaturales, cuyos orígenes pudieran estar situados en la rebelión de Lucifer contra Dios, en cuya lucha Amodeo habría formado parte de la legión luciferina. Mientras se va desarrollando la vida de Torres de Villarroel, Martín lee un manuscrito proporcionado por Amodeo cuyo contenido sería una biografía paralela (¿apócrifa?) del científico y escritor con detalles inéditos en su Vida oficial.
Como toda novela histórica, “De lo visible y lo invisible” utiliza elementos de diversos géneros literarios que la alimentan. Así es, antes que nada, una novela de aventuras. También contiene elementos de novela negra en la que, en paralelo a la búsqueda de la resolución del misterio de la máquina de la trasmutación de las almas, los protagonistas intentan localizar a un hijo de Martín Tadeo cuya existencia éste desconocía. Los elementos del género fantástico están presentes en las figuras de Amadeo y en la máquina que centra la historia mientras la resolución de los enigmas que se plantean remite a las narraciones de misterio de la novela gótica.
Todos estos elementos, bien manejados por el autor, hacen de esta novela un gratificante ejercicio de lectura (está muy bien escrita) en el que se mezclan episodios y personajes reales coetáneos (Floridablanca, el Conde de Aranda, Quevedo) e históricos (Newton, Leibniz, Maupertuis) con elementos mágicos y mitológicos sobre los que se desarrolla una trama que atrapa la atención del lector hasta su final.
Los dibujos de Xulio Formoso que encabezan los apartados en que se estructura la novela colaboran a proporcionar una aproximación a los escenarios y a los personajes de la obra.