“Pensé que mi foto podría ayudarle y fue ella la que me ayudó a mí”, confesaría Dorothea Lange años después
Ella, Migrant Mother, la madre emigrante que la fotógrafa había descubierto acampada en una tienda cutre en California rodeada de sus hijos y a quien Lange no sólo no le envió la copia prometida de la foto sino que ni siquiera le preguntó su nombre, se llamaba Florence Owens Thompson. Su rostro se había convertido en el icono de la Gran Depresión en la archifamosa foto que había encumbrado a Dorothea Lange como una de los grandes fotógrafos de todos los tiempos.
La historia de la foto nos plantea una vez más la disyuntiva del fotógrafo “cazador” versus fotógrafo “agricultor”.
“Cuestión de preposición”, suelo plantear en mis foto-charletas sobre cómo leer una fotografía. Esto es, se trata de un muy útil recurso para aproximarnos a la lectura de una imagen ensayando con la lista de las preposiciones la motivación, la actitud, el “asunto”, que cabe deducir que movió al fotógrafo a tomar la foto a la vista de la propia imagen:
a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, según, sin, so, sobre, tras.
Así, está claro que Dorothea Lange hizo la foto >a< la mujer sin nombre que tenía delante, no >con< ella, Florence Owens Thompson.
Cierto que no hizo la foto >contra< ella -faltaría más-. La hizo para mejor realizar un encargo que desarrollaba en última instancia >por< dinero -que no repartió con la mujer que le sirvió de “modelo”- >para< ganar méritos en su ascendente carrera >hacia< la fama >hasta< convertirse en una de los fotógrafos documentales más importantes de todos los tiempos.
Si bien con matices -Lange, como se ha citado, pensaba ayudarla con su foto-, la foto es ni más ni menos que un claro ejemplo de la diferente naturaleza, la condición dual del oficio del fotógrafo cuando actúa como ‘cazador’ -cobrar la pieza- o como ‘agricultor’ -cultivar la semilla para que dé su fruto-.
Una foto de culto, una exposición para la historia
Fue una de las exposiciones que hacen historia: Los años decisivos, de fotografías de Dorothea Lange en el Museo Colecciones ICO en Madrid dentro de la programación de PHotoEspaña 2009. El comentario de Samuel Escobar en la anterior entrega de este artículo resume a la perfección la opinión de millones de personas en todo el mundo sobre Migrant Mother: “Esta foto me ha conmovido en las más diversas circunstancias. Disfruté mucho de la exposición de Dorotea Lange en Madrid…”
Migrant Mother se publicó por primera vez el 11 de marzo de 1936 en el San Francisco News, convirtiéndose de inmediato en una imagen totémica, una obra de culto. Símbolo de un momento y una situación determinados, la foto de la madre emigrante es icono universal del sufrimiento de los desheredados de este mundo. Por cierto, la imagen actual de los desheredados entre nosotros aquí en España rebuscando comida en los contenedores de basura no está tan lejana de la desgarradora estampa de la madre migrante…
El coraje de vivir con lo puesto
El lejano, incierto, apenas perceptible hilillo de esperanza en la mirada de Florence Owens Thompson en la archifamosa foto de la Madre migrante de Dorothea Lange con que concluíamos la anterior entrega de este artículo… lo tiene la mujer entre sus brazos: Norma, el bebé, su séptimo hijo con solo 32 años, que aparece en la foto junto con sus hermanas Katherine, de cuatro años, y Ruby, de cinco, vueltas de espaldas.
Consumada la emancipación de la fotografía del mero pictorialismo, el blanco y negro aporta a la fotografía documental unas posibilidades expresivas inmensas para crear imágenes de un realismo insuperable que la pintura jamás alcanzará, toda vez que la pintura o el dibujo son re-creaciones de la mano del artista, mientras que la fotografía aporta el elemento clave de la veracidad de lo que la imagen representa. La ‘foto bonita’ -pictorialismo- deja paso a la foto directa -realismo fotodocumental-.
En este sentido, la madre migrante se desmarca clamorosamente no solo de la iconografía pía de las madonas, las mil y una representaciones consabidas de María levitando sobre el globo terráqueo con su manto azul, las manos juntas y la corona sobre su cabeza, sino también de la iconografía de las Mater Dolorosa. Florence, la madre migrante de Dorothea Lange, viene a ser ni más ni menos que la imagen de una Madre Coraje proletaria que desde su penosa situación límite se atreve a mirar de frente a un nebuloso, incierto futuro.
El milagro de la supervivencia ocurrió. 43 años después, en 1979, madre Florence e hijas Katherine, Ruby y Norma posan felices para la foto. El dicho español que sostiene que “no hay mal que cien años dure” es perfectamente aplicable a las situaciones más duras de las crisis más despiadadas. La lucha por sobrevivir frente a toda adversidad, el coraje de vivir con lo puesto, tiene en este caso premio: poder contarlo y hacerse la foto.
“No es más feliz quien más tiene sino quien menos necesita”, cabe deducir a la vista de esta foto.
Trabajadora en paro sacudida por el inmisericorde trallazo de la crisis de la Gran Depresión americana, el único activo de Florence Owens Thompson, la ‘madre migrante’, en 1936, puede decirse que era el aire que respiraba, además del precario calor que podía dar a sus hijos y la escasa leche a su niña de pecho.
Manipula la foto… si te autorizan a ello
“El respeto como paradigma”, elegimos como titular de estos dos artículos sobre la emblemática foto de la madre migrante. Hemos visto el respeto, si bien con matices, de la fotógrafa a sus modelos. También acaso el más importante de todos: el respeto de la madre migrante hacia el trabajo de la fotógrafa, prestándose a posar como le iba mandando sin pedir nada a cambio, ni siquiera la copia de la foto que la fotógrafa le prometió enviar y nunca lo hizo. Ay, las promesas incumplidas de enviar una copia de tantos fotógrafos…
La copia iluminada (coloreada, en el argot técnico de la fotografía) cambia completamente la apariencia de la foto. Cierto que el color imprime más realismo a las fotografías al representar con mayor fidelidad el cromatismo de la escena. Pero también corta de cuajo el dramatismo de la reproducción monocromática. El color reproduce, copia, muestra cual acta gráfica notarial. El blanco y negro, por su parte, interpreta, reduce y comprime, sugiere a modo de un poema o un ensayo.
El color se limita en la inmensa mayoría de los casos, a mostrar lo que hay delante de la cámara; el blanco y negro, por el contrario, sugiere, presenta los elementos de la imagen “en crudo” para que, al leer la foto, le pongamos el “asunto”.
Y aquí llegamos a la cuestión clave: ¿es licito manipular fotografías? Nos referimos,obviamente, a fotos de las que el manipulador no sea al autor y titular del Copyright.
La respuesta es tajante: no. Bajo ningún concepto se puede alterar una obra fotográfica, ya sea recortándola (excepto para fines divulgativos o pedagógicos, como hacemos en este artículo, y eso, haciéndolo constar expresamente en cada caso en el crédito de la foto), usándola fuera de contexto, cambiado el pie de foto o, en este caso, alterando su factura cromática.
En resumen, manipular una foto es posible, siempre y cuando se tengan los derechos de reproducción y la pertinente autorización del autor de la imagen para hacerlo.
Esta salvaguarda del derecho de autor respeto a la integridad y no alteración de su obra fue uno de los caballos de batalla en la Comisión Redactora del anteproyecto de Ley de Propiedad Intelectual (1983-1987) que me cupo el honor de defender -y ver aprobado en la Ley- en mi calidad de vocal por el sector de la Fotografía.
Con la manipulación digital de imágenes cabe aplicar el sabio proverbio que sostiene que se puede no tener fronteras, pero se ha de tener raíces.
Dorothea Lange, «fotógrafa del pueblo»
Dorothea Margarette Nutzhorn nació en Hoboken, Nueva Jersey, el 25 de mayo de 1895 en una familia de ascendencia alemana. Sufrió poliomielitis en su infancia, lo que le dejó secuelas -malformaciones en los pies- que la acompañaron toda su vida. Pero su cojera no le impidió recorrer uno de los más apasionados caminos de la historia de la fotografía.
Tras la polio, un nuevo acontecimiento en sus primeros años fue el abandono de su padre. Esto hizo que se cambiara el segundo nombre, Margarette, por el apellido de soltera de su madre, Lange.
Ambos hechos marcaron el carácter de esta mujer rebelde e inquieta y determinaron su posterior interés hacia las mujeres y los desfavorecidos. En sus tarjetas de visita mandó imprimir la leyenda “Fotógrafa del pueblo”.
Su trabajo para la Administración de Seguridad Agraria del gobierno de Estados Unidos durante la Gran Depresión, del que Migrant Mother es la imagen determinante, contribuyó en gran manera sensibilizar a la población sobre la suerte de los más desfavorecidos.
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Publicado también en Protestante Digital/Magacín