Una pregunta que los lectores y los seguidores de la trayectoria intelectual de Mario Vargas Llosa se hicieron durante muchos años fue la de las causas que influyeron en el escritor peruano para transitar desde el marxismo radical, el existencialismo y el apoyo a la revolución cubana, hasta los terrenos del liberalismo.
En los artículos y los ensayos publicados durante aquellos años de transición (se pueden seguir en el volumen de sus obras completas publicadas por Galaxia Gutenberg) Vargas Llosa fue explicando los motivos que le llevaron a criticar el comunismo y el castrismo y a abrazar la democracia parlamentaria y el liberalismo. Ahora dedica todo un libro, “La llamada de la tribu” (Alfaguara) a ampliar las explicaciones que ha venido dando desde aquellos escritos y desde las entrevistas en las que también se le hacía la misma pregunta.
Básicamente, dice Vargas Llosa, el desencanto por las doctrinas comunistas fue surgiendo al observar la creación de campos de concentración en los que el castrismo recluía a contrarrevolucionarios, homosexuales y delincuentes comunes; también un viaje a la Unión Soviética en el que descubrió que el modelo de sociedad que allí se había instituido no era el que él quería para su país y, sobre todo, el caso del poeta cubano Heberto Padilla, a quien conocía personalmente, obligado a autodenunciarse públicamente como imperialista y agente de la CIA, por manifestar algunos desacuerdos con la deriva del régimen cubano: “Poco a poco fui comprendiendo que las ‘libertades formales’ de la supuesta democracia burguesa no eran una mera apariencia detrás de la cual se ocultaba la explotación de los pobres por los ricos, sino la frontera entre los derechos humanos, la libertad de expresión, la diversidad política, y un sistema autoritario y represivo donde, en nombre de la verdad única representada por el partido comunista y sus jerarcas, se podía silenciar toda forma de crítica, imponer consignas dogmáticas y sepultar a los disidentes en campos de concentración e, incluso, desaparecerlos”.
Para Vargas Llosa los regímenes totalitarios estarían alimentados por lo que Karl Popper denomina “la llamada de la tribu”, un irracionalismo primitivo nunca superado por el ser humano, que siente añoranza de un mundo tradicional (la tribu) subordinado al brujo o al cacique y en el que se responsabiliza al otro, al diferente, de todas las calamidades. Este espíritu tribal, fuente también del nacionalismo, sería, según Vargas Llosa, el causante, junto con el fanatismo religioso, de las mayores tragedias de la historia de la humanidad. El premio Nobel afirma haber encontrado en el liberalismo (que diferencia del conservadurismo) la mejor solución para los problemas de la sociedad contemporánea, al promover la descentralización del poder, la igualdad de oportunidades y la libertad como valor supremo, una libertad indivisible, que ha de manifestarse en los dominios económico, político, social y cultural.
Mario Vargas Llosa dedica su libro a revelar las fuentes que propiciaron su conversión al liberalismo, personificadas en siete de los intelectuales que influyeron en su ideario político: Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich von Hayek, Karl Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlin y Jean-François Revel. El recorrido por las biografías y por las obras de estos pensadores es un entretenido ejercicio analítico (la escritura de Vargas Llosa es en ocasiones novelesca, como cuando narra el enfrentamiento entre Popper y Wittgenstein) de la evolución de las ideas liberales al mismo tiempo que una crítica a los totalitarismos del siglo XX.
Se esté o no de acuerdo con el credo liberal, resulta muy instructiva la lectura de este libro para conocer los fundamentos históricos del liberalismo y los valores de su ideario político, y también las diferencias mantenidas entre los intelectuales que lo defendieron. Y los errores y contradicciones, que también se manifiestan sin ambages.
Los siete samurais
El análisis de las obras de Adam Smith, fundamentalmente “La riqueza de las naciones” (libro prohibido en España en 1792 por la Inquisición), lleva a Vargas Llosa a explicar el mercado y la propiedad privada como motores del progreso, la función del Estado en la sociedad y las críticas al colonialismo. En la obra de Ortega y Gasset, el autor analiza el surgimiento de la cultura popular de consumo masivo en “La rebelión de las masas”, los nacionalismos en “La España invertebrada”, las nuevas manifestaciones de la cultura del siglo XX en “La deshumanización del arte” (“las masas odian el arte nuevo porque no lo entienden”, afirmaba Ortega) y su personal liberalismo que en el caso de Ortega y Gasset “no va acompañado de la libertad económica y el mercado libre”. De Friedrich von Hayek destaca Vargas Llosa su crítica a la planificación centralizada de la economía, la defensa de la propiedad privada, el colectivismo como denominador común del comunismo y el nazismo y las diferencias entre nacionalismo y patriotismo: el patriotismo es un sentimiento de solidaridad con la tierra, con la lengua, con la historia… el nacionalismo es una pasión negativa, una perniciosa defensa de lo propio contra lo foráneo, fuente de racismo, de discriminación y de cerrazón intelectual, dice von Hayek.
Pero el pensador que sin duda influyó con más fuerza en Vargas Llosa fue Karl Popper, de quien analiza minuciosamente su obra, empezando por “La sociedad abierta y sus enemigos”, opuesta a la sociedad cerrada de los sistemas totalitarios, donde la cultura democrática garantiza mejores condiciones materiales y espirituales y mayores oportunidades para decidir su destino. Para Popper la libertad es una condición imprescindible para el ser humano. En “La miseria del historicismo” Popper niega que la Historia obedezca a leyes inflexibles y afirma que no puede predecirse el curso de la Historia mediante medios científicos o racionales, como afirma Hegel.
Tras analizar la obra de Isaiah Berlin y sus teorías sobre el si los protagonistas de la evolución son los héroes (líderes, gobernantes, ideólogos) o los que producen, critican y diseminan las ideas (estudiosos, pensadores, enseñantes), termina su recorrido Vargas Llosa con la obra y la biografía de dos pensadores coetáneos franceses, Raymond Aron y Jean-François Revel, que escribieron en periódicos y publicaron libros que en su momento fueron importantes llamadas de atención sobre la política contemporánea, fundamentalmente “El opio de los intelectuales” en el caso de Aron y “La tentación totalitaria” de Revel.
Las respuestas de vargas llosa
Esa pregunta que todos los lectores de Vargas Llosa se hacían para entender su evolución ideológica y a cuya respuesta ha dedicado todo un libro, es la primera que el periodista Juan Cruz le hace al Nobel peruano en la primera de las entrevistas al escritor recogidas en “Encuentros con Mario Vagas Llosa”, recientemente publicado por Ediciones Deliberar:
- Se ha dicho en Europa que usted se ha pasado de la izquierda a la derecha
- Yo estoy por el cambio, por las reformas radicales. No creo que hoy las reformas radicales se fundamenten en el crecimiento del Estado. En los años sesenta yo creí que eso era posible, y en ese sentido he cambiado.
Juan Cruz es posiblemente el periodista español que más veces ha entrevistado a Mario Vargas Llosa. En este libro se han reunido 18 de esas entrevistas hechas en lugares diversos (Tenerife, Italia, París, Madrid, México) y publicadas en varios medios (fundamentalmente El País) a lo largo de casi 30 años. Algunas de estas entrevistas tuve la suerte de seguirlas en directo (la realizada en la Fundación Juan March, la emitida por la Cadena SER) y otras ya las había leído en el momento de ser publicadas, pero al volver a ellas las he encontrado tan atractivas como la primera vez. No han perdido su frescura porque entre otras cosas el lenguaje en el que se expresa Vargas Llosa es tan seductor como el de sus novelas. Responde siempre a todas las preguntas, incluso a las más comprometidas (excepto a una) y recorre su biografía con la agilidad y la corrección que son en él habituales.
La lectura, ahora, de estas entrevistas nos recuerda la biografía del escritor, su infancia, sus experiencias literarias y sus relaciones con los escritores del llamado boom iberoamericano (“para mí supuso descubrir de pronto que los escritores latinoamericanos formábamos una comunidad que era reconocida fuera de nuestras fronteras de una manera entusiasta”), el periodo que vivió como candidato a la presidencia de Perú y su fracaso frente a Fujimori (“fue una experiencia muy rica; he conocido al país al revés y al derecho”), su visión de los cambios producidos en Europa y en España en las últimas décadas, su trabajo como periodista (“si no hubiera tenido esa disciplina no hubiera sido un escritor”), la gestación de sus novelas, la importancia de la literatura en su vida (“hoy día no creo que la literatura pueda ser un arma política, pero sí estoy convencido de que no es gratuita, de que influye en la vida de una manera que no se puede planificar”), el Premio Nobel (“no voy a dejar que este premio me convierta en una estatua”), su alarma por la banalización de la cultura y también algunos de los asuntos que trata en “La llamada de la tribu”. Los temas se van encadenando a lo largo de estas entrevistas cuya relectura, para quienes ya las conocíamos, descubre sin embargo nuevos detalles de una vida y una obra excepcionales.