El 24 de septiembre de 2013 se ha celebrado en el tribunal de primera instancia de Agadir (Marruecos) la vista del caso de la pequeña Fátima, fallecida a los 14 años el 24 de marzo pasado en el hospital Hassan II de la localidad, como consecuencia de las quemaduras de tercer grado causadas por la mujer que la tenía empleada en su casa como sirvienta.
El caso de la pequeña Fátima, maltratada hasta muerte por sus “amos” durante los tres años que estuvo a su servicio, fue hace unos meses la espoleta para relanzar en Marruecos el debate en torno a la protección de las niñas-sirvientes, que son miles en el país, informan los diarios digitales Aujourd’hui Maroc y Au fait Maroc.
La niña murió en el hospital, a donde fue trasladada con quemaduras en distintas partes del cuerpo causadas por la pareja que la tenía empleada, un gendarme y una profesora de los que, curiosamente, ninguna de las publicaciones, ni tampoco las distintas ONG que están defendiendo a las niñas-sirvientas, facilitan los nombres.
“Hoy ha sido Fátima, antes fueron Khadija o Zineba, pero lo cierto es que son 60.000”, ha manifestado la directora de la Institución marroquí de solidaridad con las mujeres (INSAF), Houda El Bourahli, al tiempo que ha instado al gobierno marroquí a asumir sus responsabilidades acelerando la promulgación de una ley de protección de los empleados domésticos, en trámite parlamentario desde el anterior gobierno de Rabat.
Son 60.000 los niños empleados en Marruecos en trabajos domésticos pese a que el Código de trabajo prohíbe emplear a menores de 15 años en cualquier clase de trabajo. Considerado delito, el empleo de menores en tareas de la casa lleva acarreada una pena de tres meses de cárcel.
Para el Colectivo por la erradicación del trabajo de los pequeños sirvientes, que agrupa a 34 asociaciones marroquíes dedicadas a promover la justicia y la dignidad humana, la existencia de este fenómeno “que solo puede llamarse esclavitud” se debe fundamentalmente a la pobreza, el analfabetismo y la precariedad de las infraestructuras en zonas rurales y consideran que esos menores son víctimas de violencia física y económica, porque además normalmente están muy mal pagados. Según la misma fuente, el 93,5% de los niños en medios rurales están empleados en los sectores de la agricultura y la pesca mientras que el 43,9% de los niños que trabajan en medios urbanos lo hacen en tareas domésticas y el 36,4% están en los sectores de la industria y el artesanado. Sobreexplotados y mal pagados constituyen una mano de obra barata y están siempre a merced de sus patronos. En caso de accidente, lo que sucede con demasiada frecuencia, los pequeños trabajadores se quedan en la calle sin derecho a ningún tipo de indemnización.
El Colectivo reprocha también al gobierno que en su proyecto de ley no haya incluido las condiciones, ni las disposiciones legales, para retirar a los pequeños de las manos de sus explotadores y facilitar su recuperación física y psicológica, así como la preparación para que regresen a la unidad familiar y puedan reinsertarse social y escolarmente.
En noviembre de 2012, la organización humanitaria Human Rights Watch (HRW) exhortó a las autoridades marroquíes a poner fin a la explotación y esclavitud infantil, mayoritariamente de niñas que trabajan como sirvientas durante 12 horas diarias, 7 días a la semana, a cambio de un salario en torno a los 11 dólares mensuales. En el documento “Una servidumbre solitaria. El trabajo de los niños sirvientes en Marruecos”, la ONG ponía de manifiesto que muchas niñas se quejaban de que sus patronos las pegaban e insultaban con frecuencia, les privaban de educación y no les alimentaban suficientemente.
Aparte el caso de Fátima, en 2012 el Colectivo por la erradicación del trabajo de la niñas sirvientas registró otros tres. Una niña-sirvienta se arrojó a la calle desde la sexta planta de un inmueble en Casablanca, y hubo otros dos casos de maltrato hasta la muerte en las localidades de El Jadida y Oujda.