Las tierras del norte de Portugal cercanas al Parque del Douro internacional aportan itinerarios que cuentan con huella religiosa referida tanto a templos como a sacerdotes y leyendas que han dejado su presencia en este territorio transmontano.
Desde España se accede por la presa de Bemposta, que divide la frontera, a través de una carretera en tobogán de distintas alturas. Desde allí se inicia el recorrido por los pueblos y freguesias (parroquias o pedanías) portugueses antes de centrarse en la localidad de Mogadouro.
Al llegar a Bemposta, freguesia de Mogadouro, hay un recuerdo religioso con pequeño pedestal de granito de 2013 a su fallecido párroco Manuel Trigo Rodrigues (1915-2008), quien dedicó toda su vida al pueblo, nada menos que 68 años desde su ordenación como sacerdote en 1940, cuando fue destinado a la iglesia de San Pedro de la localidad, hasta su jubilación en 2008, falleciendo poco después. La calle donde vivía fue bautizada con su nombre como homenaje.
A pocos kilómetros se halla Barrocal do Douro, barrio de trabajadores, perteneciente a la freguesia de Picote, perteneciente a Miranda do Douro, que vivió su auge a partir de 1954 cuando se construía la presa, cuyas obras concluyeron en 1958, siendo la primera que construía Portugal en el río Duero.
Entonces vivían en la zona seis mil trabajadores hoy apenas quedan unos treinta. Los barracones y chabolas de madera se convirtieron en tres barrios, con nombres de colores, con casas de cemento. En 1990 el control de la presa se traslada y motiva el envío de personal a otros lugares o fueron prejubilados.
Allí se levantó la capilla de Nuestra Señora de Fátima, en 1958, fue obra del arquitecto Antonio Augusto Nunes de Almeida, hoy con ochenta años. Es una de las obras más destacadas de la arquitectura moderna portuguesa, el llamado ‘Moderno Escondido’ y de la villa de Picote, siendo un conjunto de interés público. Sus losas de hormigón armado conducen al templo a través de un rítmico pórtico que lleva a la entrada.
Hay un contraste de materiales como el granito, la madera, hormigón y ladrillo vidriado que forman parte de la construcción del templo. Destacan en su interior las esculturas de Salvador Barata Feyo (1899-1990) y piezas litúrgicas del arquitecto Luis Padua Ramos (1931-2005).
El padre Telmo Ferraz, de 94 años, fue a quien dedicaron en la entrada del templo una escultura alegórica en 2015. El que fuera capellán cita como en estas duras tierras se hizo «de hombres y mujeres diferentes una comunidad de gente buena».
Así recuerda: «todos los desheredados iban en busca de trabajo, sin familia, sin abrigo, sin dinero, sin ropa, cansados de las distancias y los largos caminos recorridos». A todos los intentó ayudar.
Su experiencia la escribió en el libro ‘El barro y las estrellas’ que fue prohibido en 1960 por la dictadura salazarista, por lo que tuvo que esperar a su edición en 1975. Baste ver las razones de la censura en el inicio del libro: «Zeca vomitó sangre. Sangre viva. Casi llenó una olla. Que todos me perdonen. Ríanse de mí. Pero, por el amor de Dios y de nuestros padres, pido una mirada de piedad para los personajes de este libro. Son personajes reales. Tenemos los mismos nombres y la misma vida en nuestro pequeño mundo, una presa».
No hay que olvidar que la dictadura salazarista arremetió contra la iglesia que ejercía una labor social llegando a exiliar al obispo de Oporto, Antonio Ferreira Gomes (1906-1989).
Tras su experiencia en la presa Telmo Ferraz estuvo muchos años destinado en Angola donde fundó un centro para leprosos en Malanje, publicando su experiencia en ‘Tierra golpeada’. También editó ‘Un retiro en la montaña’ y el pasado marzo, ‘El silencio de Dios’. El año pasado, 2019, se publicó su biografía ‘En el tiempo y en la eternidad: Caminos con Telmo Ferraz’.
En el mismo Picote, cuyas calles están en la cooficial lengua mirandesa, además del portugués, a unos pocos kilómetros se encuentra la plataforma de madera y vidrio sobre el Duero, el llamado Miradouro da Fraga do Puio, a seiscientos metros de altura, con espectaculares y majestuosas vistas de la naturaleza con las llamadas Arribes del Duero, pero desde el lado portugués.
Otra historia religiosa singular se encuentra en la capilla de San Amaro en la freguesia de Sanhoane (de apenas unos 126 habitantes), cuya leyenda está relacionada con la familia noble de los Távora que en el siglo diecisiete fue la que dio el empuje al pueblo de Mogadouro.
Uno de sus miembros, hidalgo de la Quinta de Nogal, intentó llevarse la imagen del santo pero el caballo se rompió una pata, por lo que se volvió hacia la figura de San Amaro prometiéndole que si curaba al animal, lo devolvería al templo y ampliaría la iglesia. Y efectivamente, así sucedió.
Por este motivo la iglesia cuenta con un espacio circundante con un gran muro donde se encuentra la llamada Casa de los Milagros para pagar las promesas relacionadas con este santo que se considera milagroso. Su fiesta, la mayor de la freguesia, se celebra el tercer domingo de julio.
Y llegamos ya a Mogadouro, donde destaca en el aspecto arquitectónico y religioso, la iglesia de San Francisco del siglo diecisiete construida junto al convento franciscano levantado un siglo antes y que actualmente alberga la Cámara Municipal o Ayuntamiento, incluido el Salón de Plenos.
Enfrente de la iglesia se encuentra un llamativo monumento en bronce a San Francisco, donde figuran unos pajarillos al lado del religioso. Se da la circunstancia que la calle adyacente lleva el nombre de San Francisco, en honor al santo que no a la ciudad estadounidense.
La iglesia matriz de Mogadouro es del siglo dieciséis, construida sobre los restos de un templo románico, la torre fue añadida un siglo después. Cuenta con tres naves y retablos de Nuestra Señora del Rosario y San Antonio.
No podía faltar, como en la mayoría de villas portuguesas, la casa e iglesia de la Misericordia creada en la etapa de los Távora en 1599. Con puerta renacentista y dos pilastras dóricas, la capilla está decorada con frescos del siglo dieciocho.
Mogadouro
Fuera ya de las referencias religiosas, la localidad transmontana de Mogadouro y sus alrededores bien merecen una visita. Sus restos del castillo, levantado en el siglo doce, están al aire libre, solo se conserva, y no íntegra, la Torre del Homenaje, así como una parte de la muralla, la barbacana. Está abandonado desde mediados del siglo dieciocho.
El estado de abandono de la Torre, a pesar de ser declarado Monumento Nacional en 1946, es evidente, de hecho fue objeto de graves ataques vandálicos ya en 1990. Hoy en día incluso hay pintadas obscenas en las centenarias piedras donde marginados y drogadictos se aposentan al anochecer. Y es que, si se accede por la parte posterior al castillo, uno puede tropezar con escenas de pobreza y miseria con un chabolismo que rememora un pasado portugués, lejano a la modernidad y su entrada en la Unión Europea.
Además, enfrente se encuentra la Torre del Reloj, construida con posterioridad en el siglo diecisiete. De tres plantas termina en pirámide con cuatro esquinas de granito.
En el centro de la villa se encuentra el monumento al “gran escritor y magistrado” José Francisco Trindade Coelho (1861-1908) quien nació en Mogadouro en 1861, falleciendo en Lisboa en 1908. Cien años después de su fallecimiento se hizo otra placa en su casa natal en su recuerdo, muy cerca de la estatua. También una calle, un hotel y la biblioteca de la localidad –Premio Nacional de Arquitectura construida en 2009- llevan su nombre.
Trindade Coelho fue republicano y colaboró con el cambio del régimen monárquico en 1910. Escribió cuentos, memorias, manuales así como también libros de Derecho y Política.
En España no se encuentran ninguno de sus libros aunque se tradujo en su día su obra más conocida, ‘Mis amores’ (En su original portugués, Os meus amores, conjunto de cuentos editado en 1891).
Su hijo, Henrique Trindade Coelho (1885-1934) fue ministro, diplomático, abogado y periodista siendo calificado como «uno de los primeros fascistas portugueses» apoyando el golpe militar de 1926 precursor de lo que fue el llamado Estado Novo de 1933 a 1974.
También la localidad, de casi diez mil habitantes, alberga un pequeño Museo Arqueológico donde se exponen materiales encontrados en yacimientos cercanos.
En la vía Largo Trindade Coelho se encuentra también una tienda de productos regionales, tanto libros, instrumentos, productos gastronómicos, de Tras-os-Montes ‘Transmontanices’.
A las afueras de la localidad se encuentra el parque urbano da Ribeira do Juncal donde se halla el Centro de Interpretación rural que tiene documentos y piezas del campo así como exposiciones temporales, abierto en 2018.
Finalmente la localidad es conocida como la capital de los cogumelos, de las setas y champiñones. Pero la gastronomía está dominada por la posta mirandesa, ternera a la brasa y el jamón, presunto. Incluso hay hamburguesas mirandesas.
Los vinos, por supuesto, los del Planalto mirandés, denominación de origen Vinhos de Tras-os-montes, recomendaré dos: Llengua mirandesa –su contraetiqueta está en la lengua mirandesa- y José Preto, cuya etiqueta es de un buitre egipcio, símbolo del parque del Douro internacional. Ambos tienen su bodega en Sendim.