Monjas explotadas en diversos ámbitos e instancias de la Iglesia Católica

Signis ALC informa de que un inédito artículo publicado por el suplemento mensual del diario vaticano, L’Osservatore Romano, ‘Mujeres Iglesia Mundo’, en su edición de marzo, revela que dentro de la Iglesia, «las mujeres son explotadas».  La investigación señala que las religiosas en la Iglesia Católica son explotadas de forma generalizada «con trabajos sin paga o sueldos muy bajos».

monjas-de-caridad Monjas explotadas en diversos ámbitos e instancias de la Iglesia CatólicaEn el artículo se sostiene que muchas religiosas trabajan como cocineras, limpian o solamente se dedican a servir la mesa a cardenales, obispos y sacerdotes y se reclama que la jerarquía eclesiástica debería dejar de tratarlas como simples sirvientas.

Según se destaca, algunas monjas «sirven en casas de obispos o cardenales, otras en las cocinas de instituciones eclesiásticas o enseñan. Algunas, como sirvientas de los hombres de la iglesia, se levantan por la mañana a preparar el desayuno y se van a dormir después de servir la cena, asear la casa y lavar y planchar la ropa». La nota agrega que las religiosas sirven al clero, pero «rara vez son invitadas a sentarse en las mesas que sirven», conforme así testimonia la ‘hermana María’.

En muchos casos las monjas, que toman votos de pobreza, no reciben una paga porque son miembros de órdenes religiosas femeninas y son enviadas a las residencias de funcionarios varones de la Iglesia como parte de sus asignaciones.

Otra hermana, Cécile, agrega que trabaja en un centro sin contrato, al contrario de sus  hermanas laicas. “Hace diez años, como parte de mi colaboración con los medios, me preguntaron si realmente quería que me pagaran. Una de mis hermanas anima las canciones en la parroquia cercana y da conferencias sin recibir un centavo… Mientras que cuando un sacerdote viene a decir misa, nos pide 15 euros”.

En el pasado, la mayoría de las monjas que trabajaban como ayuda doméstica en residencias dirigidas por hombres o instituciones como seminarios eran ciudadanas locales. Pero en los últimos años, muchas han llegado de África, Asia y otras partes del mundo en desarrollo.

Otra religiosa denunció que conocía a unas hermanas que tenían doctorados en campos como teología y que, sin ninguna explicación, habían recibido órdenes de hacer tareas domésticas u otras labores que «no guardaban relación con su formación intelectual».

La hermana Paule, asegura que se necesitaría definir esa cuestión. “Muchas veces eso significa que las monjas no tienen un contrato o una convención con los obispos o las parroquias con las cuales trabajan”.

Las experiencias de esas monjas, dice el artículo, podrían transformarse «en una mayor riqueza para toda la Iglesia, si la jerarquía masculina lo ve como una ocasión para una verdadera reflexión sobre el poder (en la institución)».

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