Política y cultura en Latinoamérica: entre Ariel y Calibán

Carlos Granés analiza el último siglo en los países del subcontinente en su ensayo «Delirio americano

En 1900 se publicó en Montevideo un ensayo titulado «Ariel», firmado por José Enrique Rodó, en cuyas páginas se reivindicaba el rescate de la cultura latinoamericana frente a las influencias de Europa y los Estados Unidos, equiparados éstos con Calibán, el personaje antagonista de Ariel en «La tempestad» de Shakespeare.

Los arielistas se identificaban con el nacionalismo indigenista y criollo, eran antiimperialistas, se situaban en la izquierda política marxista y apoyaban los movimientos guerrilleros de liberación. Los calibán primaban el cosmopolitismo y el internacionalismo, criticaban los totalitarismos y los populismos y simpatizaban con las democracias liberales.

La historia del último siglo en Iberoamérica tiene su expresión más ilustrativa en el combate permanente entre estos dos movimientos, un enfrentamiento que derivó en dictaduras de derecha y de izquierda, en populismos y nacionalismos identitarios, en movimientos culturales pretendidamente representativos de cada una de estas tendencias.

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Carlos Granés hace un estudio minucioso de este enfrentamiento en una obra monumental y extraordinaria: «Delirio americano. Una historia cultural y política de América Latina» (Taurus).

«Si la izquierda latinoamericana –escribe- se desgarraba las vestiduras porque la burguesía les vendía la patria a los imperialistas, la ultraderecha lo hacía porque los comunistas la entregaban a la Unión Soviética (p.424)…Y ahí seguimos, divididos entre los nuestroamericanistas – identitarios – globalifóbicos – autoritarios que se miran en el ejemplo del castrismo, y los evangelistas – neoliberales – militaristas – patrióticos que evocan las dictaduras económicamente eficaces que acabaron con el terrorismo de izquierdas» (p.492).

La oposición a la cultura y a la política anglosajona de los arielistas, su odio a todo lo que manifestara un mínimo marchamo yanqui, llevaba consigo el riesgo implícito de la desconfianza o el desprecio hacia su sistema político, la democracia liberal, descalificada entonces por artistas, intelectuales y poetas (como Vicente Huidobro, quien luego rectificó), que la consideraban extranjerizante y que según ellos nada tenía que ver con lo auténticamente americano.

Consecuentemente, esta postura arrastraba consigo una peligrosa simpatía por los sistemas totalitarios que reivindicaban el indigenismo y los orígenes culturales vernáculos que en Iberoamérica encarnaron algunos dictadores.

«La materia prima estaba ahí –escribe Carlos Granés (p.113)- : era el paisaje andino, era el indio, era el campesino; el reto también era claro: había que darle vigor al hombre nuevo americano para que resistiera al yanqui, al blanco, a la colonia».

Pero este interés por lo nacional, por lo indígena, por lo local, se encarnaba con frecuencia en sistemas políticos dictatoriales y por eso algunos simpatizantes del movimiento abandonaron pronto el barco. Borges se alejaría del criollismo cuando se dio cuenta de que los caudillos populistas de los años treinta y cuarenta ocultaban su despotismo tras el nacionalismo y la argentinidad.

Culturalmente, los nacionalistas de Iberoamérica abrazaron las vanguardias artísticas y literarias que en Europa servían de soporte a regímenes totalitarios. El futurismo de Marinetti, en el que se apoyaba el fascismo de Benito Mussolini, fue asimilado por ideólogos americanistas como el escritor Leopoldo Lugones en Argentina o el pintor Gerardo Murillo, conocido como Dr. Atl, en México, fascinados por la pureza de la raza, en este caso la criolla, y que creían que los destinos de las naciones debían ser guiados por conductores procedentes de una aristocracia intelectual que los artistas y los intelectuales habrían de legitimar con sus obras.

Así, muchos caudillos nacionalistas subieron al poder apoyados por poetas e intelectuales a los que, después de transformarse en tiranos, convertían en funcionarios domesticados.

Juan Domingo Perón fue en sus orígenes un simpatizante de Mussolini; en Nicaragua los Somoza se apoyaron en movimientos claramente nazis y en Perú y Brasil tanto el aprista Haya de la Torre como Getulio Vargas encarnaron un poder dictatorial identificado con los totalitarismos europeos.

Las consecuencias alcanzan hasta hoy, cuando desde la izquierda (Chávez, Ortega, el castrismo) hasta la derecha (Fujimori, Uribe) se perpetúan dictaduras pretendidamente redentoras de situaciones de violencias e injusticias ciertamente insostenibles.

El arte y la cultura se alinearon también con alguno de estos dos movimientos, desde la adscripción (y posterior desmarque) de los muralistas mexicanos con la revolución traicionada por el PRI, hasta los escritores del boom, del movimiento McOndo y del Manifiesto Crack, algunos identificados y otros marcando distancias con dictaduras de izquierda y de derecha.

«El resultado de esta complicidad entre políticos y artistas fue diverso. En México sirvió para crear una ficción nacional popular, en Brasil para impulsar la utopía modernizadora, y en Argentina para exacerbar el melodrama y el delirio personalista y egocéntrico del peronismo» (p.185).

Se hace en este libro un completo recorrido por las corrientes culturales del siglo en Iberoamérica y su adscripción a los regímenes de cada país (personalmente echo en falta alguna alusión al papel y la importancia de la Nueva Trova cubana). Algunos artistas hubieron de soportar críticas feroces en contra de sus creaciones, como Caetano Veloso cuando decidió integrar las influencias del rock en la bossa nova o los artistas cubanos que se atrevieron a representar sus performances en calles y galerías de La Habana arriesgando su vida y su libertad.

Además de una obra documentada y erudita, escrita con un estilo desenfadado, lejos de la solemnidad del lenguaje de algunos ensayos de historia, «Delirio americano» invita a la reflexión y al debate político y cultural y también, por supuesto, a la polémica.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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