Con frecuencia se señala que los precios están regulados por la oferta y la demanda, es decir, la oferta y la demanda se ajustan conforme a la escasez, mientras que los precios aumentan o disminuyen acorde a la variación de las cantidades ofertadas y demandadas. No obstante, la mera interacción de la oferta y la demanda en modo alguno puede explicar con exactitud la variación de los precios; por definición, los precios son la suma de los costes unitarios y la participación de beneficios, esto es, los precios están regulados por los costes laborales unitarios, los costes unitarios de los bienes de producción (materias primas y bienes de equipo), y la participación de los beneficios.
Fahd Boundi
Además, en ciclos de auge el nivel de precios experimenta un alza a consecuencia del incremento de los beneficios, idea ésta que contrasta con la proposición convencional que arguye que el aumento de los precios es resultado de la elevación de los salarios. Por lo general, la variación de los precios en periodos de auge es mayor que en periodos de crisis como el actual, en tanto que las expectativas favorables de beneficios se traducen en mayor consumo e inversión de los capitalistas. Así, el incremento del consumo y la inversión tiene como efecto más inmediato el crecimiento de los beneficios y la demanda agregada, luego el nivel de precios será mayor. Por tanto, la premisa de que un aumento de los salarios es la causa principal de la inflación se reduce a un alegato a favor de la devaluación interna y la deflación de costes.
En el caso de la economía española, la variación de los salarios nominales, los salarios reales y la inflación está sujeta a los ciclos económicos. Asimismo, los salarios nominales se miden como el cociente de la remuneración total de asalariados y el número de ocupados, mientras que los salarios reales se obtienen al deflactar los salarios nominales entre el índice de precios al consumo. De este modo, el periodo de auge que comprende los años 1996 y 2006 se ha caracterizado por el ligero aumento de los salarios reales, resultado del incremento de los salarios nominales por encima del índice de precios al consumo (gráfico. 1). No obstante, el cálculo de los salarios a través de los datos de las cuentas nacionales no mide con exactitud la variación salarial de los trabajadores; los sueldos de los altos cargos directivos están incluidos en la remuneración total de asalariados, es decir, los ingresos de los directivos son rentas del trabajo, y no de capital, tal como deberían ser considerados. Así, la parte de la remuneración total de asalariados correspondiente a los directivos explica el crecimiento moderado de los salarios reales hasta 2008, puesto que el salario de los altos cargos experimenta grandes incrementos en los ciclos de auge. Si bien esta tendencia no ha sido continua al manifestarse en 2004 y 2005 contracciones de los salarios reales de un – 0,17 % y – 0,7 % respectivamente (gráfico. 1), la tendencia de los salarios reales parece ser procíclica. Sin embargo, en 2009, tras el estallido de la crisis, los salarios reales aumentaron, lo que podría llevar a la conclusión de que nuestra premisa queda invalidada, pero que en realidad es un resultado lógico de la crisis; la quiebra de Lehman Brothers en 2008 afectó a las expectativas de beneficios, exteriorizándose en la caída de la participación de los beneficios en la renta nacional. De igual modo, el desplome de los beneficios se tradujo en la reducción de los precios en un – 0,3 % en 2009, que junto al descenso del número de ocupados asalariados, tuvo el efecto de elevar los salarios reales de manera temporal. Aquello se comprende porque el descenso de los precios vino acompañado por el aumento del desempleo que afectó principalmente a los trabajadores con salarios más bajos y cuyos contratos eran de carácter temporal. Por ende, el descenso del número de ocupados asalariados fue mayor que la caída de la remuneración total de asalariados, lo que explica el incremento de los salarios nominales y reales en 2009 (gráfico. 1).
Para contrarrestar los efectos de la crisis se endurecieron las políticas ajuste con el objeto de reducir los costes laborales unitarios y aumentar la participación de los beneficios en la renta nacional (gráfico. 2). Esto es, los costes laborales unitarios representan el cociente entre los salarios y la productividad, por ende, una reducción de los costes laborales unitarios implica que los costes de producción serán menores. Por consiguiente, la reducción de los costes laborales unitarios tendrá como efecto la caída de los precios, empero, en 2011 se llegó a registrar un aumento de los precios superior al 3,2 %. En este caso, el alza de los precios no solo responde al aumento de la participación de los beneficios en la renta nacional, sino también al incremento de los costes unitarios de las materias primas; la economía española exhibe una alta propensión a la importación de materias primas, en especial las del petróleo y el gas natural, asimismo, desde 2003 el precio del barril de petróleo OPEP ha mostrado una tendencia alcista a consecuencia del auge de la producción de las economías de Asia Oriental, la Guerra de Irak y el cierre en 2012 del estrecho de Ormuz. Mas, aquello no se puede interpretar como un escenario inflacionista; actualmente la tendencia de los precios es decreciente, en tanto que la caída de los costes laborales unitarios no se ha traducido en mayor inversión y consumo de los capitalistas.
Esto podrá afectar a los beneficios al estar determinados por el consumo y la inversión de los capitalistas. Igualmente, una caída generalizada de los precios puede incrementar los tipos de interés reales, haciendo inútiles las políticas monetarias del Banco Central Europeo para estimular la inversión a través de la reducción de los tipos de interés nominales. Para contrarrestar esta tendencia, el aumento del IVA y otros impuestos indirectos tiene como objetivo mantener la inflación positiva; el carácter regresivo de los impuestos indirectos afecta a los trabajadores con rentas más bajas debido a su mayor propensión a consumir, lo que se traduce en el alza de los precios de los bienes de consumo. Aquello tiene como resultado evitar que la variación de precios caiga a niveles negativos. Sin embargo, el aumento de los impuestos indirectos afecta negativamente a los trabajadores al contraer aún más su poder adquisitivo. En consecuencia, la demanda agregada se reduce, lo que afectará a los beneficios, puesto que la contracción del consumo deriva en la sobreproducción de mercancías. En efecto, la mayor participación de los beneficios en la renta nacional se explica por la caída de la participación de los salarios, más que por el incremento de los beneficios; el objetivo de disminuir los costes laborales unitarios a través de la reducción de los salarios nominales se refleja en la caída de la remuneración total de asalariados (gráfico. 3). Por tanto, la lógica de la contención salarial para reducir los costes laborales unitarios se halla en la imperiosa necesidad de reanimar la tasa de beneficio, estimular la inversión y propiciar el crecimiento económico. Para ello, según la teoría convencional, será obligado aplicar la de la deflación de costes, en tanto que ésta postula que la disminución de los salarios tendrá la capacidad de reducir el nivel de precios como medida para mejorar la competitividad de la economía española. La mejor posición competitiva derivará en el aumento de las exportaciones. Esto incrementará los beneficios, reavivará el consumo interno, la inversión privada y finalmente la producción. Sin embargo, la realidad demuestra que los postulados convencionales no se cumplen. Pretender a través de la devaluación de salarios reducir los precios para “mejorar” la competitividad no resulta la opción más preferible. Esta medida obvia las causas estructurales de la baja competitividad de la economía española, como son la escasa productividad, el bajo grado de utilización de la capacidad instalada en la industria, la dependencia a las importaciones de bienes de capital y la especialización en procesos productivos intensivos en fuerza de trabajo.
Gráfico