República Democrática del Congo: víctimas más allá del olvido

El asesinato el 23 de marzo de una veintena de jóvenes en Lubumbashi, capital de la provincia Alta Katanga, en la República Democrática del Congo (RDC), ha sido una nota imperceptible en los medios de comunicación internacionales. Prácticamente invisible.

Incluso cuando se habla de conflictos olvidados (o en camino hacia el olvido), pensamos sobre todo en la guerra (o los restos de ella) que continúan en Yemen o Afganistán, en países de Oriente Medio, en los grupos islámicos que controlan áreas del Sahel, en otras matanzas y desprecio a los derechos humanos, en los mercenarios rusos de Wagner en Ucrania o Malí, en las tropas europeas aún desplegadas en el área subsahariana, en intervenciones estadounidenses reveladas por Wikileaks, en fracciones rebeldes en desiertos y áreas remotas, en las fronteras del Himalaya (Cachemira, choques China-India, India-Pakistán), en inmigrantes muertos en la frontera México-EEUU o en el Mediterráneo, en las bandas de narcos de México o en las maras salvadoreñas, en los restos de la guerrilla colombiana, etcétera. En los dirigentes que impulsan, ignoran o amparan o favorecen el olvido sobre sus propias responsabilidades.

La atención se centra hoy en Gaza y Taiwán, en Ucrania.

De modo que una matanza en la RDC, como la citada, ni siquiera merece un breve en la mayor parte de los diarios europeos. Sí le presta atención el diario La Libre Belgique, que mantiene una muy buena sección específica sobre África. A través de testimonios personales, el periodista Hubert Leclercq precisa la fecha, el lugar (Kilobelobe, un barrio popular al este de Lubumbashi) y diversas circunstancias de la masacre.

Las víctimas pertenecían a las juventudes de la Unión Nacional de Federalistas del Congo, partido dirigido por Gabriel Kyungu wa Kumwanza. ¿Qué sabemos de todo ello?

En general, al referirnos a África Central deberíamos preguntarnos: ¿Qué responsabilidades tienen las grandes potencias, no sólo Europa y los Estados Unidos? ¿Qué antecedentes mediáticos sobre el despliegue de los intereses chinos? ¿Qué hacemos nosotros, los periodistas? Sabemos poco, casi nada.

En aquella parte del continente africano, los conflictos se suceden, evolucionan, cambian su denominación y sus protagonistas, sus interioridades políticas, sus intrigas… y sus masacres, sin que sepamos casi nada. Acumulación de silencio e intereses equivalen a vacío informativo.

En el que caso que nos ocupa, el entorno de los asesinados culpa a hombres uniformados que podrían ser miembros de las mismas fuerzas armadas congoleñas, según el testimonio producido (el 30 de marzo) por diputados de Katanga en el parlamento del país. Denunciaron también el silencio de las autoridades.

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Fuerzas armadas de la República Democrática del Congo desplegadas en el este del país.

Un abogado de Lubumbashi declara a LLB que algunas fuerzas políticas no solo «se detestan», sino que se apoyan en «verdaderas milicias entre las que los enfrentamientos son frecuentes».  

El ministerio del Interior de la RDC habla de «un muerto por una bala perdida». LLB evoca testimonios que hablan de –al menos– diecinueve desaparecidos, cuyos cuerpos están reapareciendo en unas zonas pantanosas. «Cuerpos con heridas de bala, según constataron médicos y enfermeros» en la morgue local.

El abogado Hervé Diakiese, preguntado por Hubert Leclercq, dice: «Se trata de asesinatos. Varios testigos hablan de militares. Es necesario saber la identidad de los ejecutores, de quienes lo ordenaron, pero también de la persona que tiene poder para acallar un asunto así».

La indiferencia referida a este caso concreto se incrusta casi a diario en un país históricamente inestable y sufriente, donde los grupos armados resurgen una y otra vez, bajo aspectos cambiantes, aunque siempre con idénticos choques de intereses de fondo.

Existen cientos de etnias muchas veces enfrentadas, pero las garras de las multinacionales mineras (del cobre, del cobalto o de los diamantes) nunca están lejos. Tampoco otras dedicadas a la explotación de los bosques. Tenemos in mente Brasil y la Amazonia, que nos son culturalemente próximos, pero los bosques del Congo son apenas un sueño, un lejano recuerdo de películas de Tarzán.

Greenpeace denunció que en menos de tres décadas, la RDC perderá casi la mitad de su selvas. En 2021, según la ONG alemana Rettet den Regenwald (Salvemos las selvas), «la apertura a la explotación industrial de millones de hectáreas de bosques vírgenes podría ser un desastre absoluto para el clima, la biodiversidad, el Estado de derecho y los derechos humanos de las comunidades que viven en las áreas selváticas».

La mencionada ONG denuncia que el gobierno de la RDC se comprometió a una moratoria en las explotaciones forestales, pero a la vez impulsa la apertura de millones de hectáreas para provecho de distintos proyectos de la megaindustria. Ese fenómeno fue contenido en 2002 y durante varios años, gracias a los fondos internacionales entregados a la RDC para confirmar la moratoria.

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Explotación maderera en la República Democrática del Congo. Foto: © Global Witness.

Hay que dirigir la mirada hacia los países que rondan el río Congo, pero sobre todo a la RDC. Esa extensa área alberga la segunda mayor zona pluvial del planeta. Millones de personas de distintas etnias y culturas, una miríada de especies animales, algunas en peligro (como los chimpancés o los elefantes africanos). Ese conjunto es de una importancia vital para el clima planetario. De modo que la indiferencia mediática es peligrosa y cómplice.

Y podemos relacionar la noticia de la matanza de Lumumbashi con la continuidad de conflictos estratégicos y locales, en los que pululan «cientos (sic) de grupos armados», según informa France 24. En el este de la RDC, dos provincias, Ituri y Kivu Norte, se encuentran oficialmente (desde hace ahora dos años) en estado de excepción, por declaración del presidente Félix Tshisekedi.

Ciento veinte grupos armados luchan entre sí, según el barómetro KST [*Kivu Security Tracker]. Buscan controlar territorios por motivos étnicos y/o para extraer riquezas mineras, imponen el terror entre las poblaciones civiles y en los campos de desplazados. Los combate el ejército congoleño, con el apoyo internacional de fuerzas de la ONU y también de grupos locales armados mai-mai. Una coalición militar, enviada por los países vecinos, bajo el liderazgo de Kenia, se despliega allí para aplicar los procesos de paz acordados en Luanda (Angola) en noviembre y firmados en Nairobi (Kenia) en diciembre de 2022.

Es preciso desenmarañar ante el lector [*trataré de hacerlo en otro momento] los principales grupos armados que operan en el este del Congo y sus vínculos con los intereses de países vecinos (Uganda, Ruanda, etc), sus raíces lejanas y su relación con el genocidio ruandés (hutus contra tutsis).

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En el momento de escribir estas líneas, el sitio web del KST ofrece las siguientes cifras (desde 2017): 20.542 víctimas, 9866 secuestros, 10.456 muertes violentas. Millares de incidentes (así se refieren en la estadística del KST) violentos que hoy apenas parecen una fría estadística.

De modo que hablar de indiferencia, de noticias postergadas, de los conflictos olvidados, también es muy penoso. Porque hay algunos mucho más olvidados que otros.

Tras leer la nota sobre la veintena de víctimas mortales del barrio de Lumumbashi, está claro que algunos muertos no le importan a casi nadie. Están mucho más allá del olvido.

Paco Audije
Periodista. Fue colaborador del diario Hoy (Extremadura, España) en 1975/76. Trabajó en el Departamento Extranjero del Banco Hispano Americano (1972-1980). Hasta 1984, colaboró en varias publicaciones de información general. En Televisión Española (1984-2008), siete años como corresponsal en Francia. Cubrió la actualidad en diversos países europeos, así como varios conflictos internacionales (Argelia, Albania, Kosovo, India e Irlanda del Norte, sobre todo). En la Federación Internacional de Periodistas ha sido miembro del Presidium del Congreso de la FIP/IFJ (Moscú, 2007); Secretario General Adjunto (Bruselas, 2008-2010); consejero del Comité Director de la Federación Europea de Periodistas FEP/EFJ (2013-2016); y del Comité Ejecutivo de la FIP/IFJ (2010-2013 y 2016-2022). Doce años corresponsal del diario francófono belga "La Libre Belgique" (2010-2022).

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