El 5 de septiembre de 1936, durante la guerra civil española, el fotoperiodista húngaro Robert Capa hizo la fotografía del miliciano alcanzado en Cerro Muriano por un disparo de las tropas nacionales mandadas por el coronel Sáenz de Buruaga. El trabajo en España, reproducido por las más importantes revistas europeas y norteamericanas, supuso para Capa el empujón definitivo hacia la cima de una carrera considerada ejemplar en la historia del fotoperiodismo.
Algunos analistas creen que la fotografía es fruto de una previa puesta en escena, tesis apoyada también por el historiador Phillip Knightley en su obra The First Casuality (La primera baja) y por José Manuel Susperregui en Sombras de la fotografía (Universidad del País Vasco, 2009). Sin embargo, una secuencia de fotografías expuestas en Londres en 2008 tomadas el mismo día en Cerro Muriano podrían reafirmar la veracidad de la foto de Capa.
Además de la del miliciano, las fotografías más conocidas de Robert Capa fueron las que tomó durante el desembarco en Normandía. Ocho de estas fotografías, convertidas en iconos de la victoria de los aliados sobre las tropas de Hitler, han sido de las más difundidas en todo el mundo, fruto de la oportunidad de aquel momento histórico que inició el fin de la Segunda Guerra Mundial.
El 5 de junio de 1944 Robert Capa se subió en Inglaterra en una de las barcazas que se dirigían a las playas de Normandía. Al día siguiente desembarcaba junto a los soldados en la playa de Omaha y en los noventa minutos que estuvo allí tomó más de 140 fotografías para la revista Life.
Durante las horas siguientes los editores de la publicación esperaron que Robert Capa diera señales de vida o enviase las fotografías tomadas en aquel escenario. Llegaron a darlo por muerto cuando el ejército americano divulgó la noticia de que el cadáver de un fotógrafo había sido hallado flotando en el mar de aquella playa.
Pero a los dos días llegaron por fin a la revista los carretes con las fotografías que Capa había tomado durante el desembarco. El responsable de la edición, John G. Morris, encargó que se revelasen de inmediato para publicarlas cuanto antes. Entonces ocurrió una de las mayores tragedias de la historia del fotoperiodismo: de las más de cien fotografías tomadas por Capa sólo pudieron salvarse once, casi todas en mal estado (de hecho sólo se publicaron ocho) porque un fallo en el proceso de secado de la película, a una temperatura muy superior a la que debieran haberse sometido, estropeó los negativos.
Nunca se ha explicado por qué Morris encargó el revelado de estas importantes fotografías a un inexperto aprendiz de quince años llamado Denis Banks, aunque otras fuentes atribuyen la responsabilidad a Larry Burrows quien también trabajaba en los laboratorios de Life y que sería un gran fotoperiodista, ganador del Premio Capa en tres ocasiones, que murió en la guerra de Vietnam. Hasta aquí la historia oficial.
Ahora, A.D. Coleman, un periodista experto en fotografía que escribe entre otros medios para Village Voice, New York Times y New York Observer, después de leer un artículo del fotoperiodista J. Ross Baughman (el más joven ganador del Pulitzer de fotografía, en 1978, con veinticuatro años) en el que éste se planteaba algunas dudas sobre las famosas fotografías de Robert Capa, inició una investigación personal.
En las conclusiones a las que llega, A.D. Coleman advierte que las temperaturas de las secadoras de negativos que se utilizaban en aquellos años nunca alcanzaban un grado tan alto que pudiera estropear la película, y atribuye el deterioro que se aprecia en las fotos a que los carretes de Kodak utilizados por Capa no encajaban en la secadora y por eso dejaron muescas en los laterales. Además, en el envío de Capa había otras fotografías de maniobras efectuadas antes del desembarco y escenas de médicos atendiendo a heridos en hospitales ingleses, que no sufrieron ningún daño.
Pero además Coleman asegura que Robert Capa no estuvo en realidad con las tropas de asalto en la playa de Omaha, donde se desarrollaron los mayores combates, sino en la de Colleville-sur-Mer, un escenario no tan conflictivo, a donde llegó a las 6.30 de la mañana con un grupo de ingenieros, que serían los que se ven en las fotos, que estaban encargados de volar los obstáculos que impedían descargar el material.
Coleman asegura que Capa volvió a Inglaterra el 7 de junio a bordo del «U.S.S. Samuel Chase» y ese mismo día envió las fotografías desde la corresponsalía de Life en Londres. Morris las recibió a las 9.00 de la mañana del 8 de Junio. En un largo artículo («Alternate History: Robert Capa on D-Day». Exposure Magazine) Coleman interpreta las fotografías conocidas de Capa durante el desembarco para llegar a estas conclusiones.
Así que Coleman asegura que los negativos nunca se estropearon sino que realmente Capa no llegó a hacer muchas más fotografías del desembarco que las que se publicaron, ya fuese por miedo al fuego enemigo o por considerar que no eran interesantes las maniobras que se desarrollaban en aquella playa.
Esta investigación contrasta con el testimonio que el propio Capa recoge en su autobiografía «Ligeramente desenfocado» (La Fábrica) donde escribe (pág. 170-171): «una ametralladora alemana pronto comenzó a acribillar la barcaza. Los soldados se sumergieron hasta la barbilla. El agua por la cintura, los fusiles de asalto listos para disparar y los obstáculos y el humo de la laya como trasfondo formaban una escena perfecta para el fotógrafo… Las balas abrían pequeños huecos en el agua a mi alrededor… Terminé mis fotos. El agua se sentía helada bajo mis pantalones. No muy convencido, intenté salir detrás de mi escondrijo de acero, pero en cada intento una ráfaga me perseguía».
Por otra parte, Capa afirma en esas memorias que estaba en la playa de Saint-Laurent-sur-Mer, no en Colleville-sur-Mer, aunque ambas forman parte de la zona conocida como Omaha, nombre en clave que se dio a la zona de Normandía en la que se llevó a cabo el desembarco, una amplia banda de ocho kilómetros que ocupa varias poblaciones desde Sainte-Honorine-des-Pertes hasta Vierville-sur-Mer, por lo que tanto Coleville-sur-Mer como Saint-Laurent-sur-Mer forman parte de la misma playa.
Posiblemente no se sepa nunca la verdadera historia de estas fotografías, tanto la del miliciano como las del desembarco, convertidas por la historia en iconos bélicos de las democracias contra los totalitarismos.
Pero creo que no se puede poner en duda el valor de Capa durante su carrera de fotoperiodista. En la Segunda Guerra Mundial estuvo también en Nápoles y en Montecasino y entró en el París liberado a bordo de un tanque estadounidense pilotado por republicanos españoles. Continuó con el ejército de Estados Unidos hasta Bélgica y en marzo de 1945 se lanzó en paracaídas con las tropas norteamericanas sobre Alemania durante el avance de los aliados por el Rin.
El riesgo le llevó a la muerte el 25 de mayo de 1954 al pisar una mina durante la guerra de Indochina. Su novia, la fotógrafa Gerda Taro, había muerto durante la batalla de Brunete, en la guerra civil española.