Toulouse-Lautrec y los carteles de la Belle Époque

Se expone en Madrid la colección completa de los carteles que Toulouse-Lautrec hizo para los espectáculos nocturnos y los artistas de la Belle Époque

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Carteles de la Belle Époque en la Fundacion Canal, Madrid 2018

Fueron décadas de esplendor, años en los que Europa vivió uno de los periodos más prósperos de su historia. Una larga etapa de paz que comenzó con el final del conflicto entre Francia y Prusia en 1871 y se prolongó hasta 1914, cuando la Gran Guerra vino a desbaratar un progreso que parecía imparable.

La economía experimentó avances hasta entonces desconocidos y a su sombra la sociedad acogió los grandes cambios que iban a definir las costumbres de todo el siglo XX. Los nuevos inventos y el desarrollo del ferrocarril aumentaron el confort y facilitaron los desplazamientos. La vida se alargó gracias a los avances de la medicina.

En paralelo, el arte y la cultura conocieron en esos años avances espectaculares en todos los campos con la aparición de las primeras vanguardias y la irrupción del expresionismo, que iba a influir en toda la pintura del siglo XX. Fue tal el clima de progreso y felicidad que se vivió durante aquellos años que al periodo se le conoce con el nombre de Belle Époque.

París se convirtió entonces en la capital de aquella sociedad alegre y confiada, un centro magnético que atraía a gentes de todo el continente. Allí se vivía un ambiente de euforia que se expresaba, entre otras manifestaciones, en la proliferación de cabarets y establecimientos de espectáculos nocturnos en los que confluían todos los estamentos: artistas consagrados, bohemios en busca de mecenas, aristócratas decadentes y nuevos burgueses en busca de sexo y diversión. El Moulin Rouge, en el barrio de Montmartre, era uno de los epicentros de aquella ciudad bulliciosa donde alegres prostitutas y borrachos locuaces compartían mesa y tertulia con artistas excelsos, poetas románticos, ricos empresarios y mendigos que se refugiaban allí para combatir el frío de los inviernos parisinos. Al Moulin Rouge arribó un día un personaje muy peculiar, un individuo cargado con láminas, acuarelas y lápices de colores que llamaba la atención por su físico, un enano deforme y patizambo de aspecto y porte aristocráticos que sorprendía por su educación y por el respeto que manifestaba hacia toda aquella calaña que congregaba el local. Se llamaba Henri de Toulouse-Lautrec.

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Lautrec: La compañía de mademoiselle Eglantine 1896

Toulouse-Lautrec: el artista observador

Toulouse-Lautrec ya era un pintor conocido con varias exposiciones monográficas a sus espaldas cuando llegó al Moulin Rouge. Buscaba en aquel ambiente disipado y festivo la libertad artística que las costumbres sociales le impedían ejercitar, y la libertad personal de trasegar en compañía los litros de absenta en los que ahogaba sus complejos, derivados del rechazo al que lo había condenado la enfermedad genética que lo convirtió en marginado social y lo abocó a un alcoholismo que acabó con su vida en 1901 cuando apenas contaba 36 años. En el Moulin Rouge encontró todo eso y además un clima en el que crear algunas de las obras maestras de su pintura, entre ellas los carteles que le inspiraron los ambientes y los personajes, sobre todo las mujeres, que confluían en aquel local.

Una amplia selección de aquellos carteles llega ahora a la sala de exposiciones de la Fundación Canal en Madrid (hasta el 06:05:2018) transmitiendo todo el encanto y los placeres de aquellos años de la Belle Époque y también los cambios registrados con la llegada de la modernidad. Se trata de una de las dos únicas colecciones que se conservan completas de los carteles que convirtieron a Tououse-Lautrec en símbolo de una época. Más allá de su uso publicitario y ornamental, Toulouse-Lautrec elevó el cartel a categoría artística.

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Toulouse Lautrec: La Goulue en el Moulin Rouge

En la exposición “Toulouse-Lautrec y los placeres de la Belle Époque” se concentra todo el universo de aquel ambiente en el que el artista produjo algunas de sus mejores obras desde que comenzó a trabajar en el género con un encargo de Charles Zidler, director del Moulin Rouge, para promocionar el cabaret. Toulouse-Lautrec dibujó allí a Louise Weber, “La Goulue”, la estrella del cabaret, con su pareja escenográfica Jacques Ranaudin. Se exhibió por primera vez en 1891 y desde entonces el cartel se convirtió en uno de los iconos de la Belle Époque y de la ciudad de París. El recorrido de la exposición atiende a cuatro modalidades en las que se recogen y se clasifican los temas y los personajes. Junto a los carteles de Toulouse-Lautrec están los de otros 30 artistas coetáneos que acompañan y arropan la obra del artista: Jules Chéret, Steinlen, Alfons Mucha, Eugene Grasset, Pierre Bonnard, Lucien Lefevre, Georges Meunier

En la sección “Los placeres de la noche. El cabaret parisién” se reflejan los espectáculos musicales del ambiente parisino, lleno de sensualidad y de alegría de vivir, en el que artistas como Jane Avril y Aristide Bruant fueron las grandes estrellas que animaban sus manifestaciones festivas en el Moulin Rouge, Le Chat Noir o el Mirliton.

Lautrec-divan-japones-1893 Toulouse-Lautrec y los carteles de la Belle Époque
Lautrec: divan japones 1893

“Los placeres de los escenarios” recoge el ambiente de los teatros y vodeviles a los que acudían todas las clases sociales, desde la alta burguesía a la clase trabajadora. El teatro alcanzó una gran popularidad al multiplicarse el número de locales cuando Napoleón III decidió convertirlo en “libre empresa”. Salas grandes y pequeñas abarrotadas de público acogían repertorios de espectáculos clásicos y populares que los artistas inmortalizaron en sus obras y que Toulouse-Lautrec y los cartelistas publicitaban.

En esta época la literatura, la poesía y el arte alcanzaron también una actividad inusitada. Nuevas manifestaciones promovidas por movimientos vanguardistas derribaron las barreras de los cánones academicistas y tradicionales. “Los placeres literarios y artísticos” es un retrato del ambiente que escritores, poetas, músicos y artistas protagonizaron en aquel París en el que la literatura y las bellas artes iban de la mano.

Finalmente, en “Los placeres modernos. El consumo”, se registra el nacimiento de la sociedad de masas y el consumismo potenciado por el aumento de la riqueza y el poder adquisitivo. El cartel era el medio predilecto que la publicidad utilizaba para que los productos alcanzasen a los consumidores. Más allá del anuncio publicitario, el cartel era también la expresión del talento artístico de sus autores, entre los que sobresalía la figura de Toulouse-Lautrec.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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