En el 30 aniversario de la muerte de Jorge Luis Borges, la Real Academia publica una edición conmemorativa de la obra del escritor argentino
Para quienes diversificamos nuestras lecturas de verano entre obras clásicas, relecturas y novedades pendientes, ahora hemos podido encontrar estas tres variedades en un solo libro, “Borges esencial” (Alfaguara), que la Academia de la Lengua acaba de editar para conmemorar (con un año de retraso) el 30 aniversario de la muerte de Jorge Luis Borges, ocurrida en 1986.
En efecto, Borges es ya un clásico que, para quienes conocen su obra, se relee con la misma intensidad que cuando se descubre por primera vez. Se puede decir que ya lo era en vida, porque se cumplían dos de los argumentos que Italo Calvino atribuye a los clásicos: ser citado por quienes ni siquiera lo han leído y admitir con verosimilitud citas equivocadas. Y esta edición es al mismo tiempo una novedad porque incluye, junto a una selección de las obras de Borges, interesantes ensayos de especialistas que ayudan al lector a contextualizarlas, a descubrir nuevas dimensiones, a aproximarse a interpretaciones inéditas.
Es ciertamente una osadía titular como “esencial” una selección de la obra de Borges, un autor del que prácticamente todo es esencial. Además, algunos de sus lectores echarán en falta títulos como “El hombre de la esquina rosada” o sus inquietantes microrrelatos, por citar algunas ausencias de esta edición.
Pero la oportunidad de volver a leer las narraciones de Borges, su poesía y sus menos conocidos ensayos, o la posibilidad de descubrirlos juntos en una edición muy cuidada y analizada por expertos en la obra del autor argentino, es una ocasión que hay que agradecer a la Academia de la Lengua, que ya demostrara su excelente labor editorial conmemorativa con autores como García Márquez, Vargas Llosa, Camilo José Cela, Neruda, Larra o Cervantes.
Para entender a Borges
En general se considera a Borges como a un escritor que tuvo a Europa, sobre todo a Gran Bretaña, y a la cultura clásica, como referentes primordiales de su obra. En uno de los ensayos que prologan “Borges esencial”, Teodosio Fernández, miembro de la Academia Chilena de la Lengua y uno de los expertos que han colaborado en esta edición, reivindica sin embargo el papel de Borges en la configuración de la identidad de la cultura criolla y bonaerense a través de sus escritos, en los que se mezclan lo nacional y lo cosmopolita resumidos en una sentencia del propio escritor argentino: “el Norte es nuestra nostalgia de Europa, el Sur nuestra nostalgia del pasado”.
Desde que Borges la entronizara en su obra, la ciudad de Buenos Aires vendría a ocupar un lugar preferente en la literatura argentina del siglo XX, completando ese papel que dedicó a Europa como referente cultural de su obra. Una atención a su ciudad y a la topografía argentina que diversificó también en sus ensayos dedicados a la poesía gauchesca y en sus reflexiones en torno a “Martín Fierro”.
Por lo demás, el lector de este “Borges esencial” volverá a gozar o a descubrir a través de la lectura de su obra la misteriosa relación entre la ficción y la realidad borgianas, en la que una se ve sustituida por la otra a través de temas recurrentes que a veces llegan a la obsesión: la traición, el doble, el sueño como creador de realidades sucesivas, el tiempo y sus innumerables perspectivas, el laberinto y los espejos…
Están aquí libros ciertamente fundamentales de la obra de Borges, como “Ficciones”, “Artificios” o “El Aleph”, que incluyen narraciones que ya forman parte del legado literario del siglo XX: “Pierre Menard autor del Quijote”, “La biblioteca de Babel”, “El jardín de los senderos que se bifurcan”, “Funes el memorioso”, “El sur”, “El hombre en el umbral”… narraciones en las que se contiene esa ambición de Borges por abarcar todo el universo, todo el tiempo pasado, todo el presente y todo el futuro hasta el infinito, desde todos los puntos de vista y desde todos los momentos de la historia. La obsesión de vislumbrar el lugar donde están todos los lugares, visto desde todos los ángulos.
Poesía y ensayos
En sus ensayos, herederos de la tradición británica, Jorge Luis Borges aborda ese otro aspecto de su pensamiento difícilmente expresable en los escritos literarios, aunque en algunos de ellos también lo tratase. Nos referimos a los conceptos de tiempo y de eternidad. Lo hace reflexionando sobre aspectos en ocasiones originales y otras veces muy conocidos, como la paradoja Zenón de Elea sobre el mito de Aquiles y la tortuga, el misterio de la Trinidad o las teorías del eterno retorno y el dejà vu, con los que pretende demostrar la inexistencia del movimiento y la idealidad del espacio y del tiempo. En este sentido Borges niega la calidad de eterno al infierno del catolicismo, en base a pasajes literarios de las obras de Tertuliano, Dante, Quevedo y Torres Villarroel, concluyendo que eternizar el castigo sería como eternizar el Mal.
Aquí están también los ensayos sobre la obra literaria y ensayística, polémica muchas veces, ilustrada siempre, de autores como Quevedo, el Quijote, Kafka, Joyce, Bernard Shaw, Keats o Paul Valéry.
Mención aparte merece la poesía de Borges, que desde su primer libro “Fervor de Buenos Aires” hasta la madurez de su “Cuaderno de San Martín” (1929) muestra una evolución que va desde la vanguardia dadaísta y su fugaz adhesión a los principios de la revolución soviética y el ultraísmo hasta desembocar en esa miscelánea que es “El hacedor” (1960) en la que combina prosa y verso.
La obra poética de Borges es fundamental para entender su literatura. No hay que olvidar que Borges dijo siempre que se consideraba más poeta (“quiero que se me recuerde como poeta”) que narrador. Se incluyen en esta edición manifestaciones de todas sus etapas poéticas, una obra con la que Borges reivindicaba también, sin olvidar el aspecto emotivo del hecho poético, la poesía del pensamiento, la poesía como medio para reflexionar.
Dice Santiago Sylvester en su trabajo introductorio dedicado a la poesía de Borges que por eso en algún momento fue acusada de “pensar demasiado”.
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