La cátedra Ángel Valente de Poesía y Estética de la Universidad de Santiago de Compostela y su director, Claudio Rodríguez Fer, vienen desarrollando una notable actividad en relación con la figura de Ángel Valente y la divulgación de la obra del poeta ourensano, como demuestran los tres volúmenes de la biografía intelectual “Valente vital”, ya reseñados desde estas mismas páginas[1].
Ahora aparece “Valente infinito (Libertad creativa y conexiones interculturales)” (Universidad de Santiago de Compostela), donde Rodríguez Fer se aproxima a la obra de Ángel Valente desde una interpretación de su poesía, de sus ensayos y traducciones y de parte de la correspondencia que mantuvo con algunos de sus contemporáneos.
Rodríguez Fer califica a Valente como un “creador total” cuya obra está fundamentada en “la profunda asimilación de la tradición más canónica, de la heterodoxia más singular y de la vanguardia más disolvente”. Estudia Rodríguez Fer también en este volumen las conexiones interculturales de la obra de Valente a través de las interacciones y los intercambios que suponen el enriquecimiento mutuo para las culturas en contacto, en este caso las místicas cristiana y judía y su atención por el sufismo y la cábala, ya estudiadas también en el volumen tercero de la biografía citada, dedicado a las lecturas de Valente sobre estas culturas a raíz de las obras de su biblioteca personal.
Rodríguez Fer rastrea los orígenes y las influencias de la poesía de Ángel Valente, desde el magisterio formal de Quevedo y la poesía mística a la revisión de la tradición funeral clásica (pasar por la muerte para volver a la vida), que Valente expuso en los “Poemas a Lázaro”. Otros magisterios, como los de Hölderlin, Borges o Lezama Lima son objeto de un tratamiento en profundidad. También analiza la denuncia de lo falso y la revelación de lo oculto que Valente introduce en su obra poética, así como la forma de su poesía, en la que Valente utilizaba la técnica fragmentaria y “el permanente hacerse de la obra inacabada”.
La atención dedicada a la poesía de Ángel Valente ha marginado en parte su obra ensayística, una de las más serias y lúcidas de la cultura española. Sus artículos en revistas (“Índice”, “Cuadernos para el diálogo”, “Revista de Occidente”, “Ínsula”, “Triunfo”) y diarios (“Faro de Vigo”, “El País”, “ABC”, “El mundo”), así como sus aportaciones a publicaciones de ámbito iberoamericano (“Cuadernos Hispanoamericanos”, “Vuelta”) y de la emigración y el exilio (“Cuadernos del Ruedo Ibérico”, “A nosa Galiza”) han quedado como modelos de análisis de la actualidad política, económica y cultural española e iberoamericana del momento. Rodríguez Fer dedica en este volumen a estos ensayos la atención de justicia que se le ha venido negando.
En el epígrafe “El traductor transparente” Rodríguez Fer se ocupa de estudiar esta actividad valentiana, casi desconocida para sus lectores. Valente dominaba siete idiomas y tenía como ocupación profesional la de traductor en la Unesco. Sus traducciones de poetas de lengua no española eran más que un vuelco al castellano y se convertían en versiones literarias y poéticas de las obras que Valente acometía. Tradujo a poetas ingleses (Dylan Thomas, Keats, Robert Duncan), italianos (Eugenio Montale), griegos (Cavafis), franceses (Cioran, Jabès, Camus, Aragon), alemanes (Hölderlin, éste también al gallego)… y a veces documentos de compromiso con causas políticas o ideológicas que consideraba justas.
Uno de los capítulos de este libro está dedicado a la obra en idioma gallego de Ángel Valente que, aunque escasa, tiene el mismo nivel de calidad poética que su producción en castellano. Sus “Cantigas de alén” certifican la universalidad de su obra poética. El idioma gallego, que recuperó a través de los contactos con la emigración durante su estancia en Suiza, lo mantuvo siempre en conversaciones con sus paisanos y en las lecturas de los clásicos y contemporáneos gallegos, desde las cantigas de Afonso X a Rosalía de Castro y los vanguardistas Vicente Risco, Luis Pimentel, Manuel Antonio, Rafael Dieste…
Por último, resulta muy interesante la lectura de las cartas que Valente intercambió con poetas como Jorge Guillén y Octavio Paz, o el propio Rodríguez Fer y con escritores como Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa. Los capítulos dedicados a los libros de Valente ilustrados por artistas (Tapies, Chillida) y fotógrafos (Antonio Gálvez, Jeanne Chevalier, Manuel Fauces) y el interés del poeta por la música (desde el folclore de Galicia y el jazz a la sinfónica y el flamenco) completan una visión panorámica de la obra de Valente, una visión susceptible de ser analizada desde otros postulados, como seguramente seguirán haciendo los responsables de la cátedra que nos ofrece esta obra singular.
Sostiene Valente
Claudio Rodríguez Fer es el autor de la entrevista más extensa que se incluye en “El ángel de la creación” (Galaxia Gutenberg), un libro que reúne algunas de las que Ángel Valente concedió a diversos medios. La generosidad de Valente facilitaba la comunicación con sus lectores a través de la entrevista (yo mismo le hice algunas para los telediarios de TVE), a través de las cuales el poeta aclaraba y profundizaba aspectos de su vida y de su obra, haciéndola más asimilable y comprensible.
El poeta Andrés Sánchez Robayna, coordinador de este volumen (“el mejor poeta joven”, dice de él Valente en una de estas entrevistas), ha elegido como título el que la escritora Ana Nuño utilizó para la publicada en la revista “Quimera” en abril de 1998, en la que Valente cita la figura del ángel del cuadro de Paul Klee, con el que se identifica; un ángel que está siendo arrastrado hacia adelante por el viento del progreso mientras dirige su vista hacia atrás, hacia el origen.
El libro recoge 42 entrevistas ordenadas cronológicamente (de 1954 al 2000) publicadas en medios como “El País”, “ABC”, “Diario 16”, “La Vanguardia”, “Triunfo”, “Quimera”, “El Ciervo”, Televisión Española… y otros menos conocidos (“Espacio”, “Magazine litteraire”) en las que Ángel Valente repasa su trayectoria y aclara muchos aspectos de su teoría poética.
Inevitablemente se repiten algunas de las afirmaciones que Valente hacía a sus interlocutores, como sus años de exilio, la identificación entre mística y poesía, el rechazo a pertenecer a una determinada generación o grupo poético o las relaciones de su poesía con la pintura, la música y la fotografía. Pero es un placer leer (o releer después de tantos años) estas entrevistas, que ofrecen al lector nuevos argumentos y le proporcionan nuevas dimensiones para entender y penetrar en la obra de Valente.