Amir El Saffar ha creado un viaje musical a la Andalucía medieval, entre oriente y occidente. Y lo ha concebido como un encuentro de culturas hermanas, puesto en escena con una bellísima materialidad, que en nuestra historia comenzó en el Medievo y que se ha prolongado hasta hoy, transformado en esa manifestación artística única y universal llamada Flamenco.
Amir El Saffar, norteamericano de origen iraquí, está recorriendo el mundo por festivales con este espectáculo místico y mítico que con razón se llama Luminiscencias, con un sexteto de los que hacen época. Él canta, toca la trompeta de jazz, la flauta y el santur, una especie de címbalo, instrumento persa de cuerdas percutidas.
Su hija Dena El Saffar, toca el saxo alto, el violín y la joza o rebab; Pablo Martín Jones consigue percusiones memorables, Lorenzo Bianchi se encarga de la música electrónica.
Y las dos más grandes: Gema Caballero, aquí no sé si cantaora o cantante o mezcla de las dos, en todo caso, sublime. Y la bailaora de flamenco contemporáneo Vanesa Aibar, que aquí a ratos se transforma en bailarina oriental. De estos mimbres solo puede salir una obra llena de hermosas evocaciones. Y que dice lo que quiere decir, que no hay distancias entre los pueblos y sus culturas.
Una puesta en escena cuidadísima, en la que el diseño de iluminación es protagonista. Amir El Saffar introduce el espectáculo con suaves cadencias de música árabe antigua salidas de una flauta: Detrás suyo, como una escultura dorada por efecto de luz, aparece Vanesa Aibar meciendo sus brazos con languidez, al son de la música. Enseguida aparece Gema Caballero, de negro, fina elegantísima. Empieza su cante, un flamenco orientalizado, como hará en todo el desarrollo de la obra, cante antiguo, posiblemente una toná.
Gema Caballero estuvo presente todo el tiempo, convirtiéndose junto a Saffar en el alma de estas Luminiscencias, siempre con un cante puro, muy contenido, rozando lo lírico, con despliegue total de todos sus recursos vocales, convirtiéndose en un elemento imprescindible en escena.
Así lo entendió el público, que en los aplausos finales la destacó sobre todos los demás de forma notoria. Y es que Gema, que dos noches antes había estado sobresaliente en un concierto de cante y toque, esta noche del 15 de enero (2020) estuvo sublime, de auténtico número uno del cante flamenco femenino de su generación, junto si duda, a Rocío Márquez. Dos grandes damas del flamenco actual. Cantó acercándose siempre a la cultura hermana, con una finura y elegancia emocionantes.
Vanesa también estuvo a la altura de la circunstancia, orientalizando su danza, que nunca dejó de ser flamenca. De negro para lo más primigenio y solemne. Luego con una bata de cola en tonos fucsia, a la que ella como de costumbre, supo imprimir vida propia.
La coordinación entre los diversos instrumentos fue otro asset a destacar, en un espectáculo con instrumentación muy plural por parte de los Saffar, el equipo de percusiones de Pablo Martín y el tablero electrónico de Lorenzo Bianchi. Coordinación en la que no faltaron los momentos solistas, destacando un solo final de percusiones diferentes, cercanas a culturas orientales no estrictamente medievales, fue uno de los hitos de la noche.
Curiosamente no hubo laúd, el precedente medieval de la guitarra e instrumento árabe por excelencia. Quizá fue lo único que en determinados momentos se echó de menos. Pero es cierto que el arte de El Saffar consiguió que el detalle se escapara de la atención del público. No hay que olvidar que él ha nacido en Chicago, es instrumentista y vocalista de jazz y tiene una madre norteamericana que es erudita en Cervantes.
Ciertamente, Saffar con esta producción de 2019, que se representó durante varios días en el pasado Flamenco Festival de Londres, con el mismo equipo y éxito rotundo, ha conseguido lo que pretendía con Luminiscencias: hermanar las dos culturas, la tradición musical árabe y la española cristiana, que en Andalucía se dieron la mano por medio de un proceso de evolución que culminó en el flamenco.
Hubo momentos en que el canto oriental de El Saffar incluyó ayeos, cuando Gema cantaba y Vanesa bailaba por bulerías. Más tarde hubo un momento electrizante de un solo de música electrónica muy suave que se arrastraba con languidez, sonando sobre un gran silencio y que quién sabe si trataba de representar la transición a la Andalucía cristiana. Podría ser.
No faltó el momento mágico con efectos lumínicos en rojo sobre los artistas, creando un fondo de escena que se percibía como un bosque encantado cubierto por una niebla oscura, mientras la música de El Saffar sonaba con acentos en otra dimensión. Es el momento que precedió a la soleá cantada por Gema, tan impresionante que hasta sus compañeros músicos se volvieron a mirarla con admiración. En respuesta, un cante de El Saffar, tan penetrante que inmovilizó todo momentáneamente.
Quién sabe si hubo algo así en la Andalucía medieval, pero lo que sí es cierto, es que vimos dos culturas integradas la una en la otra: Una, la flamenca fue consecuencia de la anterior y aquí vivimos ese momento de transición en el que la parte flamenca se acercaba a la parte árabe, rememorando el momento de su encuentro mucho antes de llamarse flamenco. Y su realidad actual, en este siglo XXI.
Los encuentros culturales entre músicas de distintos orígenes son frecuentes y El Saffar que es un profesional del jazz lo sabe muy bien. Este encuentro en una noche del Festival Flamenco de Nîmes fue realmente especial, de alta significación. No hay pueblos enemigos, nunca los ha habido. Los pueblos nunca han inventado conflictos, los han sufrido y los sufren. Los que los inventan son otros.