La reciente publicación de una biografía novedosa y actualizada sobre Leonardo Torres Quevedo (1852-1936) editada por Catarata y escrita por el profesor Francisco A. González Redondo, con el título ‘Leonardo Torres Quevedo. Su vida su mundo’, pone de actualidad uno de sus ingenios, la máquina ajedrecista.
Considerado “el más prodigioso inventor de su tiempo”, sus ajedrecistas se pueden considerar los primeros autómatas dotados de “inteligencia artificial”, por lo que se adelantó en varias décadas a todos los pioneros de la informática del siglo XX, tanto a los teóricos de la computación como a los constructores de los primeros ordenadores.
El capítulo 7 titulado ‘Los autómatas ajedrecistas y el aritmómetro electromecánico’ abarca, en las páginas 83 a 88, su aportación al mundo de los 64 escaques.
En junio de 1913 fue cuando presentó en España (y un año después, en 1914, en Francia) su primer ajedrecista, la que se puede considerar primera manifestación de inteligencia artificial efectiva de la historia.
Ni más ni menos que un autómata con el que se puede jugar un final de partida de ajedrez: torre y rey de torre blanco manejado por la máquina contra rey negro, operado por un humano, donde termina con un jaque mate.
La máquina analiza en cada movimiento la posición del rey que maneja el humano, “piensa” y va moviendo “como en una partida” su torre o su rey, dentro de las reglas del ajedrez y de acuerdo con el “programa” introducido en la máquina por su constructor para, ″contestando de forma adecuada” dar jaque mate a su oponente.
Al presentar el ajedrecista en Madrid en 1913, con motivo del Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, lo pondría en relación con la nueva ciencia que estaba creando, construyendo el ajedrecista “para demostrarlo prácticamente por medio de un ejemplo”.
No obstante, por desgracia, en su época no se entendió al verdadera dimensión del ajedrecista.
Así, escribía Torres Quevedo en Madrid Científico en 1915: “He querido construir una máquina que juegue sabiendo lo que se hace, observando las jugadas de su contrincante (…) y contestando a ella de forma adecuada”.
Sorprendentemente, no se mencionaría el ajedrecista en la obra que estaba terminando en esos momentos y se publicaría finalmente en enero de 1914 bajo el título ‘Ensayos sobre Automática. Su definición. Extensión teórica de sus aplicaciones’ donde avanza sistemas para realizar operaciones aritméticas por procesos digitales, introduciendo la idea de los circuitos de conmutación mediante relés (única posibilidad en aquella época), desarrolla un procedimiento original para comparar dos cantidades, diseña un autómata sencillo y aboga por el uso de la aritmética en coma flotante.
Realmente su creador nunca dedicó un trabajo monográfico sobre la descripción detallada de las características técnicas del ajedrecista que sí lo fueron por las notas del ingeniero de Caminos, Fermín Casares Bescansa tras una conferencia que impartió Torres Quevedo en Valladolid en 1915.
Pero es también en 1914 cuando, invitado por el Centro de Estudios Franco-Hispánicos lo presenta en París poco meses antes del estallido de la Primera Guerra Mundial. El diario francés Le Matin definía el invento como ″un autómata que sabe jugar al ajedrez. La máquina puede realizar el trabajo cerebral del hombre”.
Cuando fue preguntado por hasta dónde podía llegar la colaboración de las máquinas respondió: ″Creo que el estudio del ajedrecista podrá dar alguna luz acerca de estas cuestiones. Tal fue, por lo menos, mi esperanza al construirle”.
Pero su autor aún tuvo tiempo, ya con 70 años, de presentar un segundo ajedrecista. Fue en Salamanca en 1923 y estuvo acompañado por su hijo Gonzalo. Era una versión mejorada del primero.
El tablero estaba en posición horizontal y mediante electroimanes las piezas se movían por el tablero, además la máquina hablaba a través de un gramófono en el que anunciaba jaques y el jaque mate.
Sería su última gran obra y uno de sus discípulos, Blas Cabrera, refleja sobre el autómata que su juego ″fuese más perfecto que el del más renombrado de los jugadores” (entonces el campeón mundial era el cubano José Raúl Capablanca (1888-1942)), ″lo que ofrece una cierta medida de la complejidad de nuestro cerebro”.
Fue su hijo Gonzalo el que reivindicó la figura de este segundo ajedrecista ante Norbert Wiener (1894-1964) el fundador de la cibernética y que trabajó con Alan Turing (1912-1954) que fue quien desarrolló el primer programa de ordenador de la historia para jugar al ajedrez a finales de los años cuarenta.
Precisamente en la obra se reivindica a Torres Quevedo como pionero de la inteligencia artificial antes que a Turing (página 80).
Wiener que perdió contra el segundo ajedrecista de Torres Quevedo no llegó a reconocer el importante papel del inventor español.
El poeta y dramaturgo Manuel Machado (1874-1947) tras ocupar su puesto en la Real Academia Española de la Lengua (RAE) en 1938 le dedicó su discurso de entrada, ‘Unos versos, un alma y una época’.
La realidad es que fue un precursor de los programas informáticos de ajedrez y también, aunque no se cita en el libro en ningún momento, quien llevó a cabo la continuación de lo que fue conocido como el autómata ‘El Turco’ ideado por el inventor Wolfang Von Kempelen (1734-1804) el ‘Leonardo da Vinci de Bratislava’.
Desde 2022 puede visitarse durante todo el año el Espacio Leonardo Torres Quevedo del proyecto ‘El Valle de los Inventos’ en La Serna de Iguña (Cantabria), un museo con una exposición permanente (maquetas, documentales, talleres para niños y adultos y hasta un juego de escape), desde el que se organizan, además, rutas guiadas por los escenarios donde concibió sus transbordadores.
Del mismo modo, se organizan exposiciones temporales por toda España, desde el pasado 2 de octubre en la Biblioteca General de la Universidad de Murcia y luego pasará por la facultad de Matemáticas de la Universidad Complutense de Madrid.
En la exposición ‘AjedreZ. Arte de Silencio. Ocho siglos de cultura’, celebrada del 10 de octubre de 2018 y hasta el 27 de enero de 2019 en la Biblioteca Nacional de España en Madrid figuraban sus creaciones.
Previamente en 2012, también en Madrid hubo una exposición titulada ‘Leonardo Torres Quevedo y El Ajedrecista’ en la ETSI de Telecomunicación.
El Museo Torres Quevedo está situado en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Universidad Politécnica de Madrid donde se puede contemplar los autómatas ajedrecistas, de los que se guardan los dos prototipos desarrollados.
‘Leonardo Torres Quevedo. Su vida su mundo’. Francisco A. González Redondo
Editorial Catarata. Colección ‘Física y Ciencia para todos’, en colaboración con la Real Sociedad Española de Física.
Prólogo, 9 Capítulos. Consideraciones finales. Bibliografía e Índice de términos.
Septiembre de 2024. 14,50 euros.
126 páginas.