Me complace pensar que a la luz de las observaciones vertidas en esta columna, muchas personas que utilizan el lenguaje como herramienta básica de trabajo adquirirán destrezas en el manejo del asunto, lo cual evidencia que esta iniciativa de divulgación periodística que inicio en este medio, aunque en noviembre de este año cumplirá 24 años en Venezuela, no ha sido en vano.
Pese a que ha habido grandes avances, aún hay quienes no han podido apercibirse de los elementos esenciales para una escritura medianamente aceptable. Lo lamentable es que esas personas son en su mayoría profesionales universitarios: periodistas, educadores y abogados inclusive, quienes por el rol que desempeñan, están en la obligación moral de usar bien el lenguaje, sin presumir de gramáticos o lingüistas.
No llevo la cuenta de las veces que he escrito acerca de los signos de puntuación y de las palabras por la índole de la entonación, y en cada ocasión he mostrado ejemplos sencillos, tomados de los medios de comunicación y del habla cotidiana, en función de contribuir con la erradicación de las dudas.
¿Cómo puede un periodista comunicar, si confunde esta con está, si no sabe distinguir entre el “sí” afirmativo y el “si” reflexivo? ¿Cómo un educador puede sobresalir, si escribe “Nelsón”, “estuvierón” y “vinierón”, en lugar de Nelson, estuvieron y vinieron? ¿Cómo haría un abogado para ganar una demanda si no sabe que el nombre se separa del título u ocupación coma, y este del nombre con punto y coma? Son situaciones e interrogantes a las que siempre les he dado respuesta por diversas vías, por ser una fuente inagotable de dudas, el artículo de hoy está dedicado una vez más a la coma, especialmente la del vocativo, y a las palabras por la índole de la acentuación, que son, a mi entender, las fallas más frecuentes.
La coma es, sin dudas, el signo de puntación más difícil de manejar, aun cuando hay reglas básicas para usarla de forma adecuada. Entre sus múltiples usos, está el del vocativo, que muchos ignoran, y esto lo digo con base en la frecuencia con que aparecen casos en los que por desconocimiento se omite. En las redes sociales abundan escritos plagados de impropiedades de ese tipo, que denuncian el desconocimiento e incultura de sus autores. Es encomiable su intención de expresarse, pues es un derecho universal; pero es bastante lamentable y triste, sobre todo cuando son personas con un supuesto nivel de preparación.
El vocativo es la palabra o las palabras que sirven para invocar, llamar o nombrar a una persona o cosa personificada, como por ejemplo: “Rosa, ¿quieres ir al cine esta tarde?”; “Quiero que sepas, amigo, que ya resolví el asunto que estaba pendiente”; “¡Felicidades, mi señora!”. Puede ir al principio (Rosa), en medio (amigo) o al final (mi señora). También se usa para iniciar un diálogo: “Cristina, ¿cómo estás? En los saludos: “Hola, profesora, buenos días”; en peticiones: “Caballero, tráigame la cuenta”; y en las disculpas: “Lo siento, señorita, no fue mi intención”.
Es importante saber que en cartas y otros documentos en los que por lo general se apela al tratamiento cortés seguido del nombre o título, no se usa la coma vocativa, sino los dos puntos: “Estimado José”; “Apreciado doctor”; “Querido amigo”. No es lo mismo decir “Alberto deja de llorar”, que “Alberto, deja de llorar”, y de allí la importancia de la coma del vocativo, aunque muchos no lo crean.
En cuanto a la acentuación, es necesario decir que para manejar el asunto con relativa propiedad, es indispensable saber lo que son las palabras agudas, graves, esdrújulas y sobresdrújulas. Sin ese conocimiento, básico y fundamental, adquirido en primaria y secundaria, es difícil que se puedan vencer los obstáculos. Además, se debe tener claro lo que es entonación, terminación, acento y tilde.
Entre acento y tilde hay una sutil diferencia que conviene conocer en virtud de evitar equívocos. Acento es la mayor entonación de voz con la que se destaca una sílaba; mientras que terminación es la letra final. Por ignorar esa definición, muchos escriben “Nelsón”, “estuvierón”, “vinierón”, pues se dejan llevar por una vaga noción de la definición de las palabras agudas e incurren en lo que los gramáticos llaman ultracorrección, que no es otra cosa que incurrir en errores por tratar de evitarlos. Las tres palabras terminan en “N”; pero no por eso deberá colocárseles la tilde, dado que son de entonación grave.
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