El manejo del dolor cuando existe una enfermedad crónica suele variar según la edad del paciente, la etiología, las diferentes patologías y la pérdida de la función física. La capacidad de ajustar las emociones negativas permitirá una mejor adaptación a la vida con artritis reumatoide y por tanto, a la tolerancia que se tenga con los síntomas que presente el enfermo.
Las enfermedades musculoesqueléticas o del aparato locomotor cursan con un dolor sordo y crónico con el que se debe convivir de por vida. En algunos casos más graves, el curso, los síntomas asociados y el pronóstico variarán en función de los pacientes si bien casi todos refieren una impredecible vida cuando los brotes les incapacitan para hacer las tareas cotidiana. La artritis reumatoide como enfermedad crónica, sistémica y de carácter autoinmune, afecta a las articulaciones pero también puede aparecer en el pulmón y el corazón.
Los episodios de inflamación intensifican el dolor y la calidad de vida del paciente desaparece porque además de doloroso es altamente discapacitante. A esto hay que sumar que esperanza de vida de los enfermos se reduce entre cuatro y diez años y por tanto el manejo del dolor para continuar, llega a tener un papel protagonista en el día a día del paciente.
Casi la mitad de los enfermos crónicos presentan niveles altos de ansiedad que pueden cursar o no con depresión cuando sobrepasan la tolerancia al dolor. Existen muchos síntomas propios de la depresión, como la fatiga, los problemas de sueño, o incluso los dolores musculares y articulares, y otros referidos a la ansiedad, como son la tensión muscular o la activación autonómica, que son a la vez manifestaciones típicas de la artritis reumatoide. Los niveles de ansiedad, depresión e ira convergen con otros episodios de tristeza, insomnio y apatía que pueden llegar a sumarse a algunos de tendencia suicida por no poder manejar el dolor.
Una vez que se asumen las emociones negativas, los pacientes deben describir a su reumatólogo todos los signos de abatimiento que muestran a sus familiares para que este prescriba la intervención de un psiquiatra que le ayude a manejar con fármacos esos síntomas. Un psicólogo posteriormente, podrá ayudarle también a bajar la emocionalidad negativa y a asumir con alguna estrategia el manejo del dolor crónico así como su intensidad.
La ansiedad y el miedo pueden precipitarnos a un dolor aún mayor si bien en modelos cognitivo-conductuales, los pacientes pueden manejarse con ellos. Todo ello influye en el dolor y también en el desarrollo de la enfermedad que puede agravarse por la parte psíquica que si no está bien tratada. La percepción del dolor, el aumento de la tensión muscular, la alteración del funcionamiento de los órganos por el incremento de la ira y la tensión constante puede precipitarnos a un vacío que no es compatible con la enfermedad. La disminución del umbral del dolor, los cambios fisiológicos que cursan asociados a emociones negativas están ahí y no deben obviarse.
En los programas de intervención se realizan entrenamientos en relajación, técnicas conductuales de planificación de actividades y objetivos y se previene al paciente de recaídas. El automanejo de la artritis reumatoide permitirá que los enfermos se enfrenten a una situación que es crónica y podrán manejar las emociones convenientemente para afrontar con valentía el devenir. Los programas específicos, los fármacos concretos para el dolor y sobre todo, pedir ayuda en cada caso concreto, aumentará la calidad de vida del enfermo, se podrá ver la evolución a mejor y se manejará la enfermedad según los brotes y de acuerdo con el dolor crónico sostenido en el tiempo.