A lo largo de la historia la mujer ha estado marginada de los ámbitos en los que se tomaban las grandes decisiones, relegado su papel a un plano secundario que impidió muchas veces su acceso al poder, fuera este político o formara parte de otras categorías. A pesar de todo siempre ha habido mujeres que han pasado a la posteridad por sus obras o por su papel en disciplinas tradicionalmente monopolizadas por los hombres.
En el primer tercio del siglo veinte cinco mujeres de diferentes países, desde distintos ámbitos ideológicos, influyeron en la sociedad, en la filosofía y en los movimientos culturales y políticos de aquel siglo, y sus ideas aún forman parte de planteamientos ideológicos contemporáneos.
Un libro del filósofo Wolfram Eilenberger y otro de la holandesa Joke J. Hermsen recogen la obra y la biografía de cinco mujeres cuya influencia fue decisiva para movimientos que resumen una gran parte del pensamiento actual.
En «El fuego de la libertad» (Taurus) se recogen los postulados que elaboraron, defendieron y divulgaron Simone de Beauvoir, Hannah Arendt, Simone Weil y Ayn Rand. En «Un cambio de rumbo» (Siruela) se analiza la obra de Rosa Luxemburgo.
Todas ellas vivieron atormentadas por su consciencia de ser diferentes y todas ellas encontraron la libertad en la escritura como creación.
La política, la religión, el feminismo
El nombre de Simone de Beauvoir estuvo siempre ligado al de su pareja sentimental e intelectual, el también filósofo Jean-Paul Sartre, cuya convivencia conoció profundas crisis personales. Los permanentes triángulos sexuales practicados por ambos, algunas veces con alumnos, llegaron a escandalizar a la sociedad de su época y a plantearles problemas éticos e incluso judiciales.
La obra de Beauvoir, íntimamente ligada a su biografía, es una lucha constante por buscar una voz propia en la que manifestarse, ya sea a través de sus novelas («La invitación») o de sus ensayos filosóficos.
Tuvo que huir de París cuando los nazis entraron en la ciudad, y más tarde cuando invadieron también La Pouëze, el pueblo en el que se refugiaba, mientras Sartre había sido detenido. Ella también, pero consiguió escapar del campo de mujeres de Gurs.
No se ha entendido nunca aquella frase que se les atribuye de que «Nunca fuimos más libres que bajo la ocupación alemana». El existencialismo, la filosofía elaborada por Sartre y Beauvoir, fue el movimiento filosófico más influyente en el mundo occidental del siglo veinte y «El segundo sexo» el documento fundacional del feminismo moderno.
Simone Weil había sido compañera de estudios de Simone de Beauvoir (se volvieron a encontrar en varias ocasiones, siempre manifestando diferencias insuperables). Su vida y su obra estuvieron dedicadas a la lucha contra el totalitarismo nazi. También en la guerra civil española con el POUM y después como miembro de la resistencia francesa. Su condición de judía, aunque profundamente cristiana, la obligó a exiliarse en Nueva York tras conseguir huir de Francia.
Perdió su fe en el Partido comunista, del que era militante, cuando en lugar de mantenerse unido contra los nazis prefirió librar una lucha sectaria contra la socialdemocracia alemana.
En su obra «Perspectivas. ¿Vamos hacia una revolución proletaria?» ponía de manifiesto la similitud estructural entre la Alemania de Hitler y la URSS de Stalin, alejadas ambas de una verdadera democracia obrera. Su ensayo «La Ilíada o el poema de la fuerza» se cuenta entre las más lúcidas reflexiones sobre la guerra.
Simone Weil tuvo que enfrentar toda su vida graves problemas de salud que fue superando gracias a su encuentro con el cristianismo y a una experiencia en la que, según dejó escrito, Dios se le manifestó con toda su fuerza.
Murió en un hospital inglés después de negarse a ser alimentada y de rechazar todos los tratamientos que se le proponían. Para Camus, Simone Weil fue «el único gran espíritu de nuestro tiempo».
Ayn Rand (su nombre real era Alissa Rosenbum) pudo huir de la Unión Soviética cuando estalló la revolución bolchevique. Después de un penoso itinerario por varios países se instaló en los Estados Unidos, viviendo entre Hollywood y Nueva York.
Para ella también los totalitarismos nazi y soviético obedecían a la misma lógica y amenazaban con instalarse incluso en la América de Roosevelt (cuya victoria en 1940 llegó a lamentar) y en los países europeos con regímenes liberales. Fundó un grupo anti-Roosevelt con intelectuales y artistas de la derecha americana.
Su novela «El manantial» era en realidad un manifiesto ideológico neoliberal presentado como una obra de ficción, algo que aprendió –dijo- en Tolstoi, Chejov y Dostoievski y que perfeccionó leyendo a Nietzsche, de quien adoptó sus tesis en la distopía autobiográfica «Himno».
También sus obras de teatro («Woman on Tryal», «Los que vivimos») tenían un fuerte componente ideológico conservador. Su influencia en el mundo del cine se produjo gracias al éxito de la adaptación de «El manantial», la película de King Vidor protagonizada por Gary Cooper.
Su novela «La rebelión de Atlas», también convertida en película, es el libro más vendido en los Estados Unidos después de la Biblia. Rand ejerció una poderosa influencia en la vida política y social norteamericana, sobre todo en los círculos del liberalismo económico conservador.
El Tea Party se basa en gran parte en los planteamientos ideológicos de sus obras.
En Nueva York se exilió también Hannah Arendt con su marido y con su madre, tras abandonar la Alemania de Hitler. Después de una estancia en Palestina y en París decidió viajar a los Estados Unidos cuando Francia comenzó a perseguir a los judíos en su territorio.
Sus relaciones como amante del filósofo Heidegger, quien terminó afiliándose al Partido nazi, marcaron su vida y también parte de su obra. «Los orígenes del totalitarismo» está considerado como uno de los ensayos fundacionales sobre los sistemas totalitarios y proporcionó a Arendt una fama internacional que se consolidó con su polémico «Eichmann en Jerusalén. Un informe sobre la banalidad del mal».
Arrancar una rosa
Fue a través de la lectura de Hannah Arendt como la escritora Joke J. Hermsen llegó a conocer la obra de Rosa Luxemburgo, una judía polaca que luchó por la libertad y la justicia hasta perder la vida. Fue encarcelada por sus ideas y asesinada por un comando de extrema derecha junto a su compañero de la Liga Espartaquista Karl Liebknecht. Sus asesinatos allanaron el camino a Hitler.
Crítica con el Partido Socialdemócrata de Alemania, del que se distanció tras el apoyo de esta formación al káiser para iniciar la Primera Guerra Mundial (un enfrentamiento del que predijo que sería una catástrofe sin precedentes en la historia), Rosa Luxemburgo estaba también en contra de los totalitarismos nazi y comunista y luchó para sustituir las dictaduras por el socialismo democrático basado en asambleas populares.
Reprochó a Lenin suprimir la libertad en nombre del dogmatismo porque la independencia de juicio y la libertad de expresión y de asociación política eran para ella más importantes que la adhesión al programa de un partido.
Joke J. Hermsen sitúa el ideario de Rosa Luxemburgo en el contexto de la revuelta de los chalecos amarillos en Francia y los disturbios registrados en España, Italia, Alemania y otros países de occidente, junto a las manifestaciones contra los recortes en la sanidad y la educación, los movimientos ecologistas, pacifistas y feministas, el antirracismo y las primaveras árabes, siguiendo la filosofía de que los alzamientos populares surgen siempre de manera espontánea, desde el pueblo, cuando el sentimiento de injusticia alcanza un punto de ebullición.
Este pequeño libro de Hermsen (poco más de cien páginas que se completan con textos de algunas de las cartas que Rosa Luxemburgo escribió en la cárcel) es un útil manual para entender no sólo el pensamiento político de Rosa Luxemburgo sino también su pasión por la música, el arte y la cultura y la calidad literaria de sus cartas, textos auténticamente poéticos de un humanismo conmovedor.