En 1936 el MoMA de Nueva York acogió la revolucionaria exposición Fantastic Art Dada Surrealism, comisariada por el director de la institución Alfred H. Barr Jr., dentro de un ciclo que pretendía dar a conocer en América la génesis de las nuevas vanguardias europeas.
Entre los miles de visitantes a aquella exposición estaba una artista llamada Dorothea Tanning, quien quedó altamente impresionada por el surrealismo hasta el punto de orientar su obra (hasta entonces en el ámbito de la ilustración y el formalismo) hacia aquel movimiento en el que descubrió, según sus palabras, “espacio e imaginación ilimitados”.
Tres años después se embarcó hacia París para encontrarse con los artistas del dadaísmo y el surrealismo, pero el estallido de la II Guerra Mundial la obligó a regresar a América.
Casualmente fue en Nueva York donde años más tarde Dorothea Tanning iba a encontrarse de nuevo con los surrealistas. Max Ernst buscaba por entonces a mujeres artistas emergentes como Leonora Carrington y Frida Kahlo, para la exposición “31 Women” que su esposa Peggy Guggenheim preparaba en 1943 para la galería Art of This Century de Nueva York.
Ernst eligió para esta muestra un autorretrato de Dorothea Tanning que él mismo bautizó con el título de “Cumpleaños”, el cuadro que abre la exposición que le dedica el Museo de Arte Reina Sofía de Madrid.
Aquí ya aparece la imagen de una puerta (uno de sus motivos recurrentes) tras la cual hay otras, unas abiertas y otras cerradas, que conducen a mundos misteriosos e inquietantes.
En aquel primer encuentro ni Dorothea hablaba francés ni Ernst inglés pero se entendieron tan íntimamente a través del arte que terminaron convirtiéndose en pareja en 1946, una relación (incluida la boda en Hollywood en una ceremonia conjunta con Man Ray y Juliet Browner, con el matrimonio Duchamp como testigos) que la artista contó en sus memorias, publicadas con el título de “Between Lives”. Como escritora (su primer marido fue el novelista Homer Shannon), publicó además numerosos cuentos, novelas y también poesía, que decidió dar a conocer por primera vez cuando ya había cumplido 94 años.
Esta exposición del Reina Sofía, que es la primera que se celebra tras la muerte de Dorothea Tanning (en 2012 a los 102 años), arranca con las obras de su primera etapa para pasar ya a las realizadas en colaboración con Max Ernst en pintura, cine y ajedrez, una pasión que ambos compartían y que ha quedado reflejada en los cuadros de Tanning “Fin de partida”, “Max en un bote azul”.
La tercera sección tiene como motivo central a la “femme-enfant”, la mujer-niña, un personaje cargado de erotismo que recuerda a la adolescente Alicia de Lewis Carroll a punto de descubrir la sexualidad, como se muestra en “Habitación de invitados” y “Eine Kleine Nachtmusik”, en los que Tanning utiliza el simbolismo de la puerta como el umbral que separa la infancia de la edad adulta.
La crítica a la familia tradicional y a sus códigos es el motivo de la siguiente sección de la muestra de esta pintora hija de emigrantes suecos de estricta moral luterana. En “Retrato de familia” la figura del padre se representa como una gigantesca imagen autárquica, y en “Maternidad” la artista sitúa a la madre en un paisaje apocalíptico. También pertenecen a este ciclo “Algunas rosas y sus fantasmas”, “La trucha hervida” y “Los filósofos”.
Otra de las actividades de Tanning fue la de las escenografías y vestuarios que diseño para los ballets del coreógrafo ruso George Balanchine, de los que aquí se pueden ver “La sombra nocturna” y “La bruja” entre otros. En “Vidas de tango” se agrupan las pinturas que dedicó a este baile, en las que la fusión de dos cuerpos desnudos alude a las posibilidades de la imaginación y el deseo.
Esculturas blandas
Una de las originalidades de la obra de Dorothea Tanning son las esculturas blandas, o esculturas textiles, confeccionadas de forma artesanal en los años sesenta valiéndose de la máquina de coser de su madre, con la que consigue figuras a modo de gigantescos peluches que adoptan formas eróticas en posturas ambiguas en las que el sexo y el género nunca están claros (“De qué amor”) o que aluden a personajes como Mme. Bovary (“Emma”). La artista coloca algunas de estas esculturas en instalaciones misteriosas, como “Hotel Pavot, habitación 202”, inspirada en la música de Stockhausen y en una canción popular de 1919 que cuenta la historia de Kitty Kane, la esposa de un gángster que se suicidó envenenándose en 1893 en esta misma habitación.
La exposición se cierra con obras y temas que recuerdan toda su trayectoria artística: el autorretrato, la intimidad, el movimiento, el deseo. “Woman Artist, Nude Standing”, su último autorretrato, quiere recordar su afirmación de que antes que artista es mujer: “Lo primero es un hecho y lo otro eres tú”.
Casi cumplidos los noventa años Dorotea Tanning pintó su última serie, en la que representa doce flores aterciopeladas (una por cada mes del año) que, como en “Crepuscula glacialia”, se retuercen y se entrelazan como amantes.
En la exposición se puede ver también un documental de Peter Schamoni sobre Dorotea Tanning y su obra.
- TÍTULO. Detrás de la puerta, invisible, otra puerta
- LUGAR. Museo Reina Sofía. Madrid
- FECHAS. Hasta el 7 de enero de 2019 (07:01:2019)