Bartolomé de Cárdenas, conocido como el Bermejo fue, es según algunos expertos el mejor pintor español del siglo XV, pese a lo cual nunca se había dedicado una exposición monográfica a su figura y a su obra. Ahora el Museo del Prado corrige esta anomalía con una gran exposición que reúne la mayor parte de sus obras, actualmente en museos de España, Europa y Estados Unidos.
Bartolome Bermejo había nacido en Córdoba en 1440 pero desarrolló casi toda su carrera en los territorios de la Corona de Aragón. Además de un gran artista fue un personaje complejo y fascinante, marcado por su condición de judío converso. Su esposa, la acaudalada viuda Gracia de Palaciano, fue condenada por la Inquisición, acusada de prácticas judaizantes.
Esta circunstancia tal vez pesó en la temática de la obra de Bermejo, casi toda dedicada a las figuras religiosas del cristianismo, posiblemente para calmar los temores de sus perseguidores y sortear la desconfianza de las autoridades.
Huyendo él mismo de la persecución inquisitorial después de ser amenazado de excomunión, vivió en Valencia, Daroca y Zaragoza, hasta refugiarse finalmente en Barcelona, donde el arcediano barcelonés Lluis Desplà se oponía a las persecuciones de la Inquisición castellana en su demarcación. Por encargo de éste, Bermejo concluyó allí su obra maestra, conocida como la “Piedad Desplà”, que incluye un retrato del arcediano.
El estilo de Bartolomé Bermejo mantiene referencias inequívocas con la pintura flamenca de Jan van Eyck y Rogier van der Weyden, sobre todo en la técnica al óleo, con la que consiguió espectaculares gamas cromáticas y desplegó efectos pictóricos de brillos refinados y reflejos luminosos en piezas de cristal, gemas orfebrería y en vestimentas como la armadura dorada del arcángel del cuadro “San Miguel triunfante sobre el demonio”, así como asombrosos efectos de transparencia en gasas y tejidos, como se manifiesta en la osada visión de los genitales de Cristo en “Descenso de Cristo al limbo”.
Con el fin de mantener en secreto los temas y la técnica que empleaba en sus pinturas, el cabildo de la Seo de Zaragoza ordenó instalar una cerradura para controlar el acceso al claustro donde Bermejo trabajaba en la policromía de las puertas del retablo mayor de la catedral.
Bartolomé Bermejo dedicó a Santa Engracia el retablo de la parroquia de Romanos, próxima a Daroca, del que se conservan seis tablas, cinco de las cuales se muestran en esta exposición. También se expone aquí el monumental retablo “Santo Domingo de Silos entronizado como obispo”, que pertenece al Prado.
La obra de Bartolomé Bermejo fue muy difundida gracias en parte a los pintores con los que se asoció para sortear las restricciones del sistema gremial (los gremios no permitían contratar a pintores no residentes) y fue reclamada por clientes importantes, como el mercader italiano Francesco della Chiesa, quien le encargó el “Tríptico de la Virgen de Montserrat”.
En los años finales de su vida Bermejo orientó sus trabajos hacia el retrato y el paisaje, que pasaron a formar parte de sus obras de temática religiosa, introduciendo técnicas complejas e innovadoras en estos géneros.
Después de finalizar la “Piedad Desplà” Bermejo desapareció misteriosamente del panorama artístico y sólo se conocen los dibujos preparatorios que hizo para algunas vidrieras de Barcelona.
Tras su muerte en 1501 su obra quedó en un olvido inexplicable, arrinconada en desvanes y sacristías, hasta que en el siglo XIX fue recuperada por especialistas y coleccionistas internacionales, que le devolvieron un prestigio olvidado.
- TÍTULO. Bartolomé Bermejo
- LUGAR. Museo del Prado. Madrid
- FECHAS. Hasta el 27 de enero (27:01:2019)