El Renacimiento fue la época en la que el arte tuvo un protagonismo nunca más alcanzado en la historia. Durante los siglos XV y XVI se inició en Florencia un movimiento artístico que proponía por un lado rescatar la cultura clásica de Grecia y Roma y por otro romper con los estereotipos y los valores que situaban a Dios en el centro del universo y sustituirlos por los que definían al ser humano.
El Renacimiento se extendió primero por todas las grandes ciudades italianas (Venecia, Milán, Nápoles, Roma) y más tarde por toda Europa y el nuevo mundo. Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Botticelli, Rafael… definieron una época en la que el arte alcanzó una perfección irrepetible.
Entre los artistas menos conocidos de este periodo histórico está Leonardo Lotto (Venecia, 1480-Loreto, 1557), un retratista excepcional cuya figura fue olvidada por la historia del arte durante siglos hasta que en 1895 el historiador Bernard Berenson lo rescató para la posteridad con su libro “Lorenzo Lotto. An Essay in Constructive Art Criticism”. Desde entonces su obra se divulgó sobre todo por Italia, aunque en países como España aún continuó siendo un perfecto desconocido (sólo hay dos cuadros suyos en el Prado y uno en el Thyssen).
El Museo del Prado reunió, en septiembre de 2018, en una gran exposición unos cuarenta cuadros y diez dibujos entre los que sobresalen los retratos, un género en el que Lotto se manifestó como un innovador revolucionario. La novedad en la retratística de Lorenzo Lotto consistió en introducir la dimensión sicológica en el aspecto físico de los personajes, retratados a través de estados de ánimo, miradas y gestos, un valor apreciado por Berenson, contemporáneo de la obra de Sigmund Freud.
El retrato en el arte de la pintura
El rostro humano es la expresión más íntima y a la vez más exterior de las personas, y por tanto el que traduce más directamente su psicología. En el siglo XVII el pintor Charles Le Brun, aplicando la teoría de las pasiones de Descartes, estableció una morfología de las expresiones faciales que aplicaba a sus retratos. En el siglo XX la aparición de nuevas teorías científicas, como el psicoanálisis, alentó a los retratistas a buscar el alma de sus modelos más allá de su aspecto físico en nuevas representaciones de la pasión, el deseo, el dolor, las emociones… Lotto fue, por tanto, un pionero en buscar en el rostro humano algo más que su apariencia física, al reflejar los estados de ánimo de sus modelos. Además, como se aprecia en las pinturas religiosas que forman parte de esta exposición, estas mismas expresiones se transmutan a los santos, vírgenes y personajes bíblicos de sus cuadros.
Una trayectoria de triunfos y fracasos
Influenciado por la obra de Antonello da Messina, a quien admiró en sus años de formación en Treviso, y por Giovanni Bellini, Rafael, Leonardo y Durero en su etapa veneciana, Lotto se hizo con un lenguaje propio precisamente a través de la captación de los sentimientos de sus personajes. Durante sus años en Treviso trabajó para Caterina Cornaro, última reina de Chipre, a quien retrató como Virgen en “Asunción de la Virgen con San Antonio Abad”. Su llegada a Roma fue propiciada por el arquitecto Bramante, aunque su obra en esta ciudad está prácticamente desaparecida. En Bérgamo realizó la mayor parte de sus mejores retratos a miembros de la alta burguesía de la ciudad, en los que introdujo algunas de sus innovaciones más relevantes. Inició aquí su serie de criptorretratos, en los que introduce el status social de sus retratados a través de los atributos que los identificaban, con referencias a la mitología y al arte clásico. Otra de las innovaciones de Lotto fue la de pintar retratos matrimoniales (hasta entonces los miembros de un matrimonio se retrataban por separado) a los que añadía objetos que permitían definir mejor la personalidad de los cónyuges.
Su regreso a Venecia en 1525 estuvo marcado por la gran aceptación que tuvieron entonces sus innovaciones en el campo del retrato. Su relación con la comunidad dominica de Santo Giovanni e Paolo le llevó a realizar una de sus obras más destacadas, “San Antonino repartiendo limosnas”, para la que utilizó como modelos a mendigos auténticos (se dice que uno de ellos es su autorretrato), proponiendo una reflexión sobre el retrato y la pintura religiosa. En Venecia, sin embargo, sus relaciones se complicaron hasta el punto de decidir abandonar la ciudad y trasladarse a Las Marcas. Después de un regreso efímero se retiró a Treviso y sus retratos adquirieron entonces toda la fuerza trágica de la enfermedad, el dolor y la vejez. Se palpa en ellos la tristeza y la melancolía y se percibe ya la sombra de la muerte. Después de una última visita a Venecia regresa definitivamente a Las Marcas, pobre y olvidado (organizó una lotería para vender sus cuadros, que terminó en fracaso). Entró en el santuario de Loreto, donde murió a finales de 1556, dejando escrito un excepcional libro de contabilidad donde anotaba su vida y los pormenores de su obra y sus modelos. Gracias a este documento la posteridad ha conocido muchos detalles de una vida dedicada a la pintura.
La exposición se completa con esculturas, bustos y mármoles, libros, camafeos, trajes, armas y objetos que aparecen en los cuadros de Lotto como testigos de la cultura material de la época, acompañando a sus protagonistas. En una zona de la exposición se proyecta un audiovisual sobre la vida del pintor.
- TÍTULO. Lorenzo Lotto. Retratos
- LUGAR. Museo del Prado. Madrid
- FECHAS. septiembre de 2018