Este mes de febrero se cumplen 30 años de la muerte de Julio Cortázar
Poesía y crepúsculo
Como muchos escritores, también Julio Cortázar (1914-1984) comenzó haciendo poesía. Su primer libro, Presencia, reunía una colección de sonetos (para Cortázar el soneto era la expresión más acabada de la poesía) que el escritor publicó en 1938 con el seudónimo de Julio Denis y que nunca más se volvieron a editar. Las influencias de la poesía simbolista de Baudelaire y Mallarmée, y sobre todo de John Keats, presentes en esta obra, van a permanecer en sus poemarios posteriores, como se aprecia en Pameos y meopas (1971), Le ragioni della cólera (1982) y Salvo el crepúsculo (1984), su último trabajo, que entregó a su editor la víspera de su muerte: la fidelidad a la poesía permaneció hasta el final.
Su obra poética parte de un formalismo clásico en el que introduce cierto aire de tango (mezcla de su origen porteño con el cosmopolitismo de su residencia en París), un campo ideal para experimentar con el lenguaje y probar las nuevas estructuras que después desarrolló en su prosa. Cortázar volcaba su intimidad en la poesía, cuya escritura consideraba una actividad privada (“es lo más mío”, decía). Incluso escribía sus poemas a mano, a diferencia de sus cuentos y novelas, para los que utilizaba la máquina de escribir.
Todos los cuentos, el cuento
En muchos de sus cuentos Cortázar transmite al lector una extraña sensación, al introducir el sueño en la realidad hasta confundirse con ella. El autor va de uno al otro lado, del sueño a la realidad, hasta fundir ambas orillas (…para entender el mundo del axolotl me convierto en axolotl; convertido en axolotl no puedo entender el mundo del observador).
Julio Cortázar ha sido el mejor escritor de cuentos del siglo XX. Una evidencia poco discutida después de haber leído los relatos que componen sus nueve cuadernos. Su primer libro, La otra orilla, recopila los cuentos que escribió entre 1937 y 1945. Curiosamente nunca llegó a publicarlos (se editaron después de su muerte, así como dos de sus novelas, Divertimento y El examen), aunque algunos se conocían gracias a su divulgación en revistas culturales de la época como Correo Literario, que en 1944 incluyó “Bruja”. La publicación de “Casa tomada” en el número de diciembre de 1946 de la revista Los anales de Buenos Aires, que entonces dirigía Jorge Luis Borges, a quien admiraba, supuso para Cortázar un espaldarazo a su carrera y una garantía de calidad para sus escritos (el cuento estaba además excelentemente ilustrado por Nora, la hermana de Borges). Años después el mismo Borges lo incluyó en su Antología de la literatura fantástica. En efecto, “Casa tomada” es una de las obras maestras del género. Con este cuento Cortázar abría Bestiario, oficialmente su primer libro, y hoy sigue siendo un referente imprescindible del género.
“Casa tomada” supuso el inicio de una obra que en cada entrega iba elevando la calidad de su estilo y perfeccionando la estructura de sus guiones. Final del juego (1956), Las armas secretas (1959), Todos los fuegos, el fuego (1966), Octaedro (1974), Alguien que anda por ahí (1977), Queremos tanto a Glenda (1980)… no hacen más que añadir imaginación y fantasía. La culminación se alcanza en “Diario para un cuento”, el último cuento de su último libro de cuentos, Deshoras (1982), como si decidiera alambicar en un último esfuerzo todos los hallazgos de su literatura para alcanzar la perfección. Otra cosa son las Historias de cronopios y de famas (1962), que trascienden la calificación de cuentos para situarse como un nuevo género aún inclasificable. Las “Instrucciones para subir una escalera” y las “Instrucciones para dar cuerda a un reloj” (su comienzo: Allá en el fondo está la muerte, pero no tenga miedo) merecen figurar en las antologías del surrealismo y el ultrarrealismo literarios. La última edición de Historias de cronopios y famas incluye tres relatos inéditos.
Queremos tanto a la Maga
Aunque Cortázar escribió seis novelas, el brillo de Rayuela ha eclipsado la indudable calidad de las otras cinco (entre ellas verdaderas joyas como 62 Modelo para armar o El libro de Manuel). Rayuela (1963) fue una revolución de la escritura en lengua castellana, una novedosa y deslumbrante obra literaria en la que se mezclan la imaginación, la transgresión, el juego, el humor, el dislate… para alcanzar una perfección irrepetible. La propuesta del autor de que la obra se puede leer en el orden de capítulos presentado pero también en los órdenes alternativos que él mismo sugiere, daba ya una idea de la novedad con la que el lector se enfrentaba al texto. De pronto se podía ser coautor de la obra, pasar de la pasividad a un protagonismo activo. Como una pieza de jazz (una música siempre presente en la vida y la literatura de Cortázar y también en su muerte: poco antes de morir pidió escuchar el solo de piano de I ain’t got nobody interpretado por Earl Hines), la novela se va improvisando sobre sí misma, inventándose en cada capítulo, desarrollándose hacia el clímax de cada uno de sus episodios.
Rayuela es además una calidoscópica historia de amor (y de desamor), con todos sus componentes: la ternura, la pasión, los celos, la melancolía, la violenta ruptura con lo cotidiano. Hay dos elementos esenciales en los que se apoya la historia: los personajes y el lugar. En Rayuela un desvaído Buenos Aires y un laberíntico París se convierten en lo que Dublín había sido para el Ulises de Joyce: el escenario ideal para unos protagonistas impredecibles. Personajes de novela (Oliveira, la Maga, Rocamadour, Traveler, Talita…) que llegaron a influir en las costumbres de los jóvenes parisinos, como un antecedente de las reivindicaciones del Mayo del 68: entonces era frecuente ver por París a mujeres con un look especial: calzaban zapatos rojos y medias negras, odiaban cocinar, fumaban tabaco negro, eran irreverentes, criticaban cualquier síntoma de machismo y manifestaban un excesivo desparpajo, maneras todas ellas propias de la Maga, la protagonista de la novela. Para armar este personaje Cortázar se inspiró en Edith Aron, una polaca emigrada a Argentina, una mujer fascinante, alta y desgarbada, con la cabellera color azabache siempre despeinada. La conoció en 1950 en un barco que los traía a ambos a Europa, y en París se veían con frecuencia. Inmortalizada en las páginas de Rayuela, la Maga se ha convertido ya en una de las mitologías de la ficción del siglo XX.
Una completa obra completa
La obra completa de Julio Cortázar, que Galaxia Gutenberg ha editado con su peculiar esmero, es el gran homenaje de la industria editorial española al escritor argentino. Facilita la localización de todos sus cuentos, sus novelas y su poesía y añade textos inéditos, dispersos o poco conocidos, como su Teatro, su Obra crítica (Nicaragua tan violentamente dulce y Argentina: años de alambradas culturales, donde expone sin ambages su compromiso político con la izquierda), sus Cartas y hasta sus mejores Entrevistas, todo ellos precedido de interesantes estudios a cargo de los mejores conocedores de su obra, como Saúl Yurkievich, su amigo y albacea, responsable de esta edición, fallecido en 2005 en un accidente de tráfico; el escritor peruano Julio Ortega, profesor de literatura de la Universidad de Brown; Saúl Sosnowski (de la Universidad de Maryland); Rosalba Campra, catedrática de literatura en Roma, o Steven Boldy, de la Universidad de Cambridge. Se incluyen además curiosidades como los capítulos inéditos de Rayuela que Cortázar decidió excluir a última hora. Este aniversario es una excelente ocasión para reencontrarnos (o descubrir) a un escritor y a una literatura que marcaron un antes y un después en las letras hispanas.
Sin añadir ni quitar nada a un artículo magnífico sobre un escritor que admiro como ninguno, me permito recomendar el libro «Jazzuela», escrito por Pilar Peyrats y editado por Satélite K, que -provisto de CD- recorre muchos de los títulos del mejor jazz que aparecen en la obra de Cortázar. El texto tiene su interés pero la música es eterna.
Yo tengo la nostalgia de no haber leído «Rayuela»; las novelas largas me desaniman al ver un grueso volumen y hartas páginas, a partir de allí es como nadar contra la corriente de mi entusiasmo. Pero de lo que conozco de Cortázar, algunos cuentos y los cronopios, es de una creatividad inter-dimensiones: «La casa tomada»; «La noche boca arriba», «Autopista del sur» y, especialmente, «Continuidad de los parques» (increíble además por tanta creatividad literaria en tan pocas líneas), etc.
Me quedará dando vueltas eso de mejor escritor de cuentos del siglo XX, a mi gusto no lo convence tanto. El mexicano Juan Rulfo escribió unos cuentos impresionantes como «No oyes ladrar los perros», «El hombre», llenos a la vez, de un alma mexicana y latina que rebalsa línea a línea; el cuento del argentino Borges, «El muerto», llevado al cine, es notable en su aparente simpleza que conlleva una enorme profundidad de determinismo; y García Márquez (colombiano) también ha escrito cuentos muy buenos, opacados por los éxitos de sus novelas.
Quizás, de alguna forma, me siento disconforme con Cortázar. Se fue a París y allí se influyó mucho; entonces su genialidad es talentosa, indudable, pero no alcanza la intensidad hispanoamericana de un Rulfo, que me lleva a una identificación compulsiva con la historia y empatía de los protagonistas. «Casa tomada» puede ser en cualquier lugar semejante; pero «El llano en llamas», únicamente en Latinoamérica, y mejor dicho en México, pero que es igualmente una narración universalmente humana.
Es igual a la sensación que me ocurre con la poesía de dos grandes poetas chilenos: Vicente Huidobro (versificación y estrofas bellísimas, modelo técnico perfecto, que manera de expresar belleza con el español, pero que siento lejano a mi percepción interior finalmente); Pablo Neruda, una poesía más libertina, más espontánea, que parece menos pulida y más desobediente a su creador, pero en la cual vibra el espíritu de nuestra América y de su patria.
Huidobro tiene bastante de parisino y europeo, donde eclosionó creativamente. Neruda igual estuvo por allá, pero su alma latina prevaleció; tomó del centro de la cultura occidental lo que le era útil, para enriquecer su arte y creación esencialmente emanada de un profundo espíritu latinoamericanista y chileno, el universo de su yo jamás se alejó de sus raíces.