Schommer y Umbral, mano a mano

El fotógrafo y el columnista más famosos de la época se retrataron mutuamente en el número 0 de la revista FOTO en marzo de 1982

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Alberto Schommer (autorretrato) y Francisco Umbral (detalle), mano a mano en FOTO, nº 0, marzo de 1982

«Schommer por Umbral» y «Umbral por Schommer». Francisco Umbral, el más destacado columnista de prensa escribe sobre Alberto Schommer, el fotógrafo más famoso. Y viceversa, el fotógrafo de prestigio hace una sesión de retratos en el estudio al célebre escritor. Ese fue el tema fuerte que me propuse presentar en el número 0 de FOTO, la revista que creé en 1982 y vine editando y dirigiendo durante 287 números hasta que la crisis se la llevó por delante en 2009. Ambos artistas respondieron favorablemente a mi petición, que ejecutaron puntual y disciplinadamente de manera tan satisfactoria que hoy, 31 largos años después, ponemos a prueba su vigencia con esta publicación de hemeroteca al hilo de la concesión a Alberto Schommer del Premio Naciuonal de Fotografía 2013.

Realidad y elocuencia en Alberto Schommer. Por Francisco Umbral

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Schommer por Umbral. FOTO nº 0, marzo de 1982

Es un Velázquez que hubiera visto a Magritte, que hubiera esperado con Delvaux, en estaciones de la noche azul, trenes que ya no están ahí o que no han estado nunca, entre mujeres astralmente desnudas y espejos de sala de espera como los que no ha habido jamás en salas de espera ferroviarias. Es un realista con el corazón a vanguardias.

Alberto Schommer, que se ha hecho famoso entre nosotros como un gran artista gráfico de la imaginación, descubre, como textura de esa imaginación y de esa fama, un sentido de la realidad que está lleno de velazqueña y sobria elocuencia. Por sobre esa elocuencia de “lo tan real” que dijo el poeta (“también la verdad se inventa”, Machado), está la elocuencia voluntaria, imaginaria, del neosurrealista que a un tipo malencarado como Francisco Umbral, le pone una mujer desnuda y fetal vagando por la frente, o le pone las gafas sobre los ojos que las manos ya han cegado, o le confunde el pensamiento con una nube barroca de ángeles que hacen, casi, de masa encefálica.

Hay dos elocuencias, pues, estableciendo su dialéctica en el arte impar de Alberto Schommer: la que ya hemos llamado elocuencia velazqueña, o locuacidad de lo real/realísimo, que es el discurso involuntario, implícito, latente, de sus creaciones, y, por otra parte la elocuencia voluntaria, consciente, soberañadida, premeditada, que le viene a nuestro artista (aparte propias imaginaciones) del vanguardismo de hoy, el surrealismo de ayer y el simbolismo/alegorismo de siempre.

He visto trabajar a Alberto Schommer, he sido sujeto, objeto, paciente (casi en el sentido clínico, más que en el de paciencia), de sus manipulaciones y sus fijaciones, y he asistido a ese momento en que una y otra elocuencias –uno y otro discurso, como forzosamente decimos hoy– se complementan, se confunden o bien se distancian y sobreponen.

En el primer caso, el discurso del modelo queda corregido, explicitado o complementado por el discurso del artista. En el segundo caso, ambos discursos nos llegan paralelos y, entre ellos, una tercera verdad, también machadiana, que hay que adivinar. Quiero decir que Alberto Schommer, en lugar de pintarle unos bigotes a la Gioconda, inventa primero su propio clasicismo (que es un romanticismo), la realidad apasionada y justa de sus iconografías. Y luego enriquece o barroquiza esto mediante la imaginación, la técnica y los secretos del oficio.

Así, este vanguardista es el clásico de sí mismo.

Por debajo de sus criaturas levitantes, sus pupilas vigilantes, está la realidad en bloque de luz, dúctil y expresiva. Los venecianos, como es sabido, comenzaban por dorar sus lienzos para luego pintar encima. Así, la luz le venía a lo pintado del interior mismo del cuadro. La solidez, a las figuras de Schommer, les viene de la realidad anterior y primera, que está legitimando su fantasía. O, más bien fantasía y realidad son penetrales que se comunican constantemente en cada uno de sus iconos.

Francisco Umbral, un tipo que conozco algo, aparece en estas fotografías vuelto sobre sí mismo, enternecido por gatos, niños o niñas que lleva en el pecho, y aparece vuelta hacia fuera, desafiando su imagen exterior, anticipándose a su estatua de niebla y palabras. Es un Umbral tan evidente que la imaginación de Schommer le ha velado descubriéndolo más, jugando a destruir ambas realidades, la del artista y su modelo, mediante el collage, el rasguño, la maceración y el ruido visual.

Con todo esto, una como frustración interior/exterior del hombre que ya no cree demasiado en su propia realidad, se hace manifiesta. El retrato museal, con volumen y elocuencia, habría mentido un Francisco Umbral erigido en maqueta de sí mismo. El destrozo que hace la imaginación con estas fotos es lo que permite que el modelo quede como arañado por dentro, reflorecido de ambiguos verdines, lleno de esos “venenos del fango” que Robert Graves ve acechar a sus personajes. Destruirlo todo un poco para que sea más verdad.

La épica y la estética de Alberto Schommer no es sino la lucha contra su propia perfección.

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Francisco Umbral. (C) Alberto Schommer. «Umbral: su identidad.»FOTO, nº 0, marzo de 1982
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Francisco Umbral. (C) Alberto Schommer. «Umbral imaginando.» FOTO, nº 0, marzo de 1982
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Francisco Umbral. (C) Alberto Schommer. «Umbral: en la vanguardia.» FOTO, nº 0, marzo de 1982
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Francisco Umbral. (C) Alberto Schommer. «Umbral: clásico.» FOTO, nº 0, marzo de 1982
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Francisco Umbral. (C) Alberto Schommer. «Umbral barroco y sensual.» FOTO, nº 0, marzo de 1982
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Francisco Umbral. (C) Alberto Schommer. «Umbral: ¿cómo se ve?» FOTO, nº 0, marzo de 1982
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Alberto Schommer (autorretrato) y Francisco Umbral (detalle), mano a mano en FOTO, nº 0, marzo de 1982

 

Manuel López. Schommer, al fin

Alberto Schommer, Premio Nacional de Fotografía 2013

 

 

Manuel López
Fallece en diciembre de 2014, siendo editor adjunto de Periodistas en Español. Periodista, fotógrafo, profesor y consultor de medios. En la profesión desde 1966. Perteneció a las redacciones de 'Gaceta ilustrada', 'Cuadernos para el Diálogo", 'El Periódico" y 'Tiempo'. En 1982 funda FOTO, revista que edita y dirige hasta 2009 (287 números). Fue vocal por el sector de la Fotografía en la Comisión Redactora del Anteproyecto de Ley de Propiedad Intelectual de 1987. Profesor de Fotografía de la Universidad Nebrija (1997-2001). Desde 2000, vinculado a la Escuela Superior de Publicidad. Autor de 'Fotografía Creativa', guía didáctica de un curso en una plataforma 2.0 (282 págs., Maren, Madrid, 2010). Su exposición fotográfica antológica 'Manuel López 1966-2006' va camino de 40 itinerancias por España y América.

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