En el IV centenario de la muerte de Miguel de Cervantes (1616-2016)
La mejor manera de celebrar el IV Centenario de la muerte de Cervantes, que se conmemora este año, es leyendo su obra, fundamentalmente “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, pero también sus novelas ejemplares y esa exquisitez poco conocida que es “Los trabajos de Persiles y Segismunda”.
A lo largo de este año iremos dando cuenta de los acontecimientos y las publicaciones que se vayan produciendo en relación con las celebraciones de esta efeméride, comenzando por esta nueva edición del Quijote de la que hoy nos ocupamos.
Un Quijote osado
La editorial Reino de Cordelia, que viene publicando algunas de las mejores joyas bibliográficas del mercado, acaba de poner en circulación una excelente edición de “Don Quijote de la Mancha” que considera una serie de elementos, entre originales y sorprendentes, nunca contemplados en publicaciones anteriores de esta obra. Sorprendente es, por ejemplo, que se haya querido recuperar la grafía original del nombre del autor, que siempre lo escribió con ‘b’. Y así, en este “Don Quijote de la Mancha” figura Miguel de Cerbantes desde la misma portada.
Los responsables de esta edición, el filólogo Pollux Hernúñez y el crítico y poeta Emilio Pascual, reivindican la recuperación de la forma original del nombre porque fue la que el autor utilizó en la firma de todos los documentos autógrafos que se conservan y que era como la escribían también su padre y su abuelo.
Al parecer fueron los impresores de la época quienes decidieron utilizar Cervantes (originalmente Ceruantes puesto que en la grafía de la época la ‘v’ no se utilizaba más que como mayúscula) y no Cerbantes, al considerar que el apellido estaba asociado al castillo toledano de San Servando, fundado en tiempos de Alfonso VI. Aunque en todas las impresiones de sus obras en vida se utilizó el nombre de Cervantes, en algunos momentos se coló el de Cerbantes; así en los sonetos que dedica a Rufo en la “Austríada” y a Padilla en “Grandezas y excelencias”, tres veces en la “Galatea”, otras dos en el “Quijote” y seis en la “Adjunta al Parnaso”. Pese a ello, don Miguel continuó firmando como Cerbantes hasta sus últimos días.
Los responsables de la edición de este Quijote han respetado el texto original y lo han revisado y contrastado con ediciones posteriores, desde las dos publicadas en Madrid en vida del autor hasta las más actuales, adaptando el texto original a las normas ortográficas de la Real Academia pero tratando de mantener la oralidad característica del original (téngase en cuenta que en la primera parte de la edición príncipe no había, por ejemplo, ningún punto y coma, o que hasta la edición de Hartzenbusch del siglo XVIII no se conocía la división en párrafos).
Los editores han incorporado las nuevas enmiendas localizadas en las primeras ediciones (Cervantes no corrigió pruebas de la obra, lo cual era habitual en la época, y por otra parte a veces las necesidades técnicas de la imprenta obligaban a efectuar cambios no contemplados por el autor), subsanado errores que en ocasiones provocaban incongruencias en la narración, e incluido explicaciones sobre textos de difícil comprensión para lectores contemporáneos (excelente el apéndice ecdótico), así como palabras obsoletas y expresiones hoy en desuso, sin que su anotación entorpezca la fluidez de la lectura.
Hernúñez y Pascual han introducido un sistema de citas que facilita asimismo una mejor comprensión del texto y utilizado recursos tipográficos que ayudan a su lectura. Otra de las novedades que incluye esta edición es un sistema universal de versiculación de todo el texto (a la manera que se ha hecho en la Biblia), de modo que la localización de una frase, un refrán o un escena pueda hacerse buscando el versículo en el que se incluye (exactamente hay 13.666).
Es de agradecer también la inclusión de un ‘dramatis personae’ en la introducción al primer tomo y el diccionario con los nombres propios de todos los personajes y los lugares de la obra, que se incluye al final del segundo. Con todo ello, como señalan en la Introducción, los responsables de esta edición han querido se fieles al texto del autor pero atendiendo a las exigencias de los lectores de hoy.
Mención aparte merecen las ilustraciones de Miguel Ángel Martín (Premio Yellow Kid entre otros grandes galardones): 150 dibujos originales a tinta china y acuarela, a tono con la sencillez narrativa del texto, que hacen visualmente atractiva esta nueva edición, pensada para gozar el Quijote con todos los sentidos.
Quijotes para todos
Acaba de publicarse una encuesta del CIS que revela que “El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha”, la obra cumbre de la literatura española y una de las más importantes de la literatura universal, en la actualidad sólo la leen dos de cada diez españoles y que a casi la mitad de éstos (40 %) no les ha gustado. Incluso es posible que los resultados sean peores porque se dice que hay quien se avergüenza de reconocer que no lo ha leído. Además de esta edición de Reino de Cordelia, últimamente se han registrado varias iniciativas que pueden mejorar estos datos porque tratan de hacer llegar esta obra a todo tipo de lectores.
Para lectores exigentes
La Real Academia Española ha publicado la que posiblemente sea la edición más completa de la historia de “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, ya recogida en una anterior reseña. Son dos volúmenes pensados para quienes quieren ir más allá de la simple lectura del clásico y aspiran a comprender la historia, el arte, la cultura y todo lo que se pueda relacionar con la época en la que don Miguel de Cervantes situó las aventuras y desventuras de su personaje.
Para estudiantes
El Quijote suele ser una de las lecturas obligatorias en los institutos para los estudiantes de Literatura. Lo fue por ley en 1920, con el apoyo de Unamuno y pese a la oposición de Ortega y Gasset. Algunos, sobre todo los más jóvenes, encuentran dificultades para leer y entender un texto escrito en el castellano del siglo XVII, aún con las adaptaciones que han venido haciéndose con el tiempo, lo que en muchos provoca una sensación de fracaso y en ocasiones, como de rebote, un rechazo a la obra.
A iniciativa también de la RAE, el escritor Arturo Pérez Reverte ha trabajado en un Quijote para estudiantes que acaba de publicar la editorial Santillana, “podando” del texto original todo lo que pudiera distraer de la trama básica del relato, remitiendo a enlaces los pasajes recortados. Y para una mejor comprensión del texto, Reverte ha actualizado algunas palabras que ya no se usan o no se entienden.
Para lectores reticentes
Esta actualización del idioma es la que ha abordado el escritor Andrés Trapiello para “su” Quijote, que publica la editorial Destino, un trabajo en el que ha trabajado durante 14 años. La encuesta del CIS que citábamos al principio recoge que el 66 por ciento de los que piensan que el Quijote es una obra difícil de leer dicen que lo es por el lenguaje en que está escrita.
Para ellos tal vez la solución sea la traducción atrevida que hace Andrés Trapiello de la obra de Cervantes, utilizando equivalentes contemporáneos a palabras y expresiones que ya no se utilizan o no se entienden. Así, el lector ya no tendrá que acudir al diccionario para conocer el significado de muchas de las palabras que Cervantes utilizó en la obra. Trapiello aclara los giros cervantinos que son más difíciles de entender en la escritura original, actualiza algunos de los refranes diseminados a lo largo de la obra y traduce al castellano actual el léxico que puede resultar ininteligible. El resultado mantiene la esencia del original. El mejor ejemplo puede ser el párrafo más conocido, aquel con el que comienza la obra:
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino”.
“En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía no hace mucho un hidalgo de los de lanza ya olvidada, escudo antiguo, rocín flaco y galgo corredor. Consumían tres partes de su hacienda una olla con algo más de vaca que carnero, ropa vieja casi todas las noches, huevos con torreznos los sábados, lentejas los viernes y algún palomino de añadidura los domingos. El resto della lo concluían un sayo de velarte negro y, para las fiestas, calzas de terciopelo con sus pantuflos a juego, honrándose entre semana con un traje pardo de lo más fino”.
Supongo que no es necesario señalar que las adaptaciones para estudiantes y esta que yo llamo para lectores reticentes han desatado una fuerte polémica sobre estas iniciativas.
Los puristas han puesto el grito en el cielo como si se tratara de herejías literarias. El escritor y crítico Alberto Mangel (Babelia, 30/05/2015) considera que estas versiones son un síntoma de pereza intelectual, pensadas para lectores que no quieren perder el tiempo, y que al quitarle las palabras difíciles destruyen el texto. Otros lo han entendido como un servicio a los lectores incapaces de abordar la lectura del Quijote precisamente por las incomodidades que suponen las peculiaridades del idioma en el que está escrito.
Algunos (Fernando Aramburu. “El Quijote de Trapiello”. El País. 15/06/2015) han agradecido el trabajo y lamentado que no se haya hecho algo así cuando eran estudiantes.
Como ocurre en todas las polémicas, hay razones válidas en todos los bandos. Pero no hay que olvidar que la puesta en lenguaje actual, respetando las características del texto original, es algo que viene haciéndose desde siempre. No hay más que leer cualquiera de las ediciones del “Cantar de Mio Cid” o de “La Celestina” para entender que el lenguaje que se utiliza en estas ediciones no es el original de la época en la que se escribieron las obras.
Trapiello es escritor y persona cultivada que ha dedicado 14 años en la redacción de un texto actualizado de El Quijote que dista mucho de la caligrafía de un best seller actual. Tiene su mérito, se mire por donde se mire. Y en ningún momento, y él lo deja bien claro, pretende remplazar la versión original, sino simplemente facilitar su comprensión sin por ello empobrecer el original, disponible en todo momento para un posterior asalto, una vez familiarizado con su contenido global. La versión de Trapiello, insisto, no es en modo alguno excluyente.