Durante los últimos meses de 1936 se desató en la capital de España un periodo de terror en el que algunas organizaciones de incontrolados que ajusticiaban a sus víctimas de manera en muchos casos arbitraria, se sumaban a instituciones oficiales encargadas de administrar una justicia sumaria a través de tribunales revolucionarios de resultados más que dudosos, al amparo de la amenaza de una posible existencia de un enemigo interior clandestino (ciertamente existente pero exageradas sus posibilidades de acción) que amenazaba con derribar las defensas republicanas en la ciudad. Desde el Comité Provincial de Investigación Pública (CPIP) que impartía sentencias extrajudiciales 24 horas al día, el Servicio de Investigación Militar (SIM) y las Milicias de Vigilancia de la Retaguardia (MVR) hasta los grupos armados de anarquistas de la CNT-FAI y otros de milicianos que campaban por sus respetos sin ley ni orden, la persecución de burgueses, miembros de partidos de la derecha republicana, militantes de sindicatos católicos, juristas de dudosa trayectoria profesional y religiosos de toda condición, se desató una persecución y una fiebre de ejecuciones que culminaría en los sucesos de Paracuellos y Torrejón. Además de documentar las acciones de robos de propiedades privadas y confiscaciones de bienes y edificios “fascistas”, fusilamientos terribles como el de los prisioneros de un tren de Jaén en la estación de Atocha, sacas de las cárceles con criterios arbitrarios… en El terror Rojo se siguen las trayectorias de personajes novelescos como García Atadell, Ángel Pedero o Luis Bonilla, dotados de una increíble autoridad que les hacía invulnerables a todas las leyes y poderes políticos, protagonistas de algunas de las matanzas más sangrientas y de los episodios más trágicos, que además terminaron traicionando la causa republicana.
Precioso artículo con las novedades bibliográficas sobre la guerra de España. Únicamente hay que hacer constar que Julián Marías no sólo no se exilió sino que constituyó un ejemplo de humanismo, dignidad y resistencia ante la dictadura de Franco verdaderamente singular. Por desgracia, poco conocido y, en consecuencia, no apreciado y minusvalorado. Republicano convencido, fue denunciado por «amigos» traidores -Carlos Alonso del Real, Julio Martínez Santa-Olalla y Darío Fernández Flórez- y aunque numerosos testimonios y pruebas de su sincero cristianismo lo salvaron del pelotón de fusilamiento, no así de la «muerte civil», en la que la dictadura se ensañó. Se le negó el acceso a la Universidad, pero pudo impartir su enseñanza en Aula Nueva, el Instituto de Humanidades, con su maestro Ortega y Gasset, y el Seminario de Humanidades, creando su propia escuela filosófica. Cuando en los años 60 le ofrecieron ingresar en la Complutense, lo rechazó por no estar dispuesto a jurar los Principios Fundamentales del Movimiento. La democracia rehabilitó su figura, pero la sociedad intelectual tiene aún una deuda con él y con el casi centenar de ensayos que escribió, una obra que fue parte fundamental de esa “vegetación en el páramo”, expresión con la que reivindicaba el trabajo intelectual bajo la dictadura del «generalenésimo»…
Con motivo de su octogésimo cumpleaños, su hijo Javier escribió un precioso artículo –“El Padre”, El País, 16 de junio de 1994– en el que recordaba todo lo anterior y lamentaba el mal pago recibido no sólo por su ingente obra sino por su admirable actitud humana.
He disfrutado mucho con la lectura de este artículo sobre un período histórico sobre el que aún queda bastante por decir. Me ha preocupado la similitud de actitudes de los políticos de entonces con los actuales. Siempre enfrentados y atentos a sus estrechos intereses partidistas, la falta de respeto a las instituciones del estado desde las mismas instituciones o individuos que las representan y la consecuencia de descomposición institucional que ya es visible. Por ejemplo en Francia en los últimos treinta y cinco años solo ha habido una ley de educación que se ha ido mejorando. Aquí en el mismo período, ¡siete! mediatizadas por intereses políticos y pocos intereses educacionales. Utilizando algunos concursos televisivos como herramienta sociológica, sorprende y apena el número de concursantes que son analfabetos funcionales. A veces me pregunto, pero¿a qué escuela han ido? Pues a la que hay.
Volviendo a la República, sus errores y sus enemigos internos y externos desde su instauración. La situación económica mundial, los fascismos v. comunismo, los movimientos anarquistas, la poca mano izquierda en el tratamiento de temas sensibles, ciertas actitudes políticas que parecían llevar el germen de la autodestrucción…
También ahora.
Es un repaso espléndido. Gracias a su autor, que siempre nos ofrece perspectivas intelectualmente muy rigurosas.
Gracias por tan documentado y útil artículo y por las múltiples sugerencias, no por más conocidas, alguna de ellas, menos interesantes. A destacar las escalofriantes citas del ensayo de Julián Marías «La guerra civil. ¿Cómo pudo ocurrir?», por razones que es fácil deducir. Un ensayo que debería ser de obligada lectura a nuestros representantes.
Enhorabuena por el artículo.