La poeta publica una antología con la obra de las primeras poetisas en lengua castellana
Tenía que ser una mujer quien se ocupase de recordarnos que la poesía clásica en lengua castellana no fue monopolio de hombres, a pesar de que las historias de la Literatura apenas recojan unos pocos ejemplos, como el de Teresa de Jesús, María de Zayas o sor Juana Inés de la Cruz.
La poeta Clara Janés publicó hace 30 años la primera edición de “Las primeras poetisas en lengua castellana”, una selección de grandes pioneras de la poesía en nuestra lengua. Ahora la editorial Siruela reedita aquella obra inencontrable y la publica ampliando los contenidos y añadiendo pequeñas biografías de las más de cuarenta autoras incluidas en la antología y, allí donde es posible, acompañadas de grabados con sus retratos.
La autora de esta recopilación nos advierte que no sólo hubo desde siempre mujeres poetas sino también autoras de novela, teatro o filosofía. Su ausencia obedece a que no se veía con buenos ojos que las mujeres fuesen protagonistas en ningún aspecto de la vida pública. Se sospecha que algunos de sus poemas se perdieron por descuido y desafección, y que otros firmados por hombres fueron de autoría femenina. Se sabe que el padre de Oliva Sabuco quiso apoderarse de la obra de su hija para que figurase como si fuera suya (es a esta mujer a quien rinde homenaje Lope de Vega cuando se refiere a ella como ‘musa décima’ en el auto sacramental “El hijo pródigo”). Sor Juana Inés de la Cruz fue obligada a no publicar sus escritos.
En este libro están los grandes nombres de las representantes de la poesía clásica pero también los que nunca habían sido objeto de estudio o únicamente figuraban en obras de especialistas. La mayoría eran religiosas, pertenecían a familias de alto estamento o eran hijas de padres que sentían gusto por las artes o las letras, como Marcela de San Félix, hija de Lope de Vega, o Luisa Sigea, hija del preceptor del duque de Braganza, que era docta en filosofía, oratoria y poesía y dominaba latín, griego, hebreo y caldeo. Sorprenden las cualidades de muchas de ellas, como Juliana Morell, quien a los cuatro años tenía maestros de latín, gramática y lectura, a los once trataba de filosofía con obispos, cardenales y políticos y a los 17 hablaba catorce lenguas.
Algunas fueron realmente prolíficas: sor María de la Antigua dejó escritos más de 1300 cuadernos “dictados por Dios”. Se citan detalles poco conocidos, como que sor Ana de Jesús fuese la destinataria del “Cántico espiritual” de san Juan de la Cruz y depositaria de la traducción del “Cantar de los cantares” de fray Luis de León, así como que se ocupara de la publicación de ambas obras.
Y curiosidades amorosas, como la de Cristobalina Fernández de Alarcón quien, casada con el mercader Agustín de los Ríos, despertó sin embargo la pasión amorosa de Pedro Espinosa, quien se retiró a la ermita de la Magdalena cuando, una vez viuda, Cristobalina lo rechazó por el amor de un estudiante.
La mayor parte de las poesías son de tema amoroso y religioso, y abundan también las dedicadas a personajes públicos o a personas fallecidas próximas a las poetas. Hay así odas y elegías, y versos religiosos y profanos escritos tanto por religiosas como por mujeres sin vínculos con la Iglesia.
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