La intensa obra del escritor francés Julien Gracq (1910-2007) vinculada con el ajedrez ya ha sido mencionada pero la reedición de varias de sus obras en español vuelve a recordar su relación con los 64 escaques.
En España se ha editado por primera vez ‘Un bello tenebroso’ por Asociación Shangrila Textos Aparte, en 2021. La obra «se construye como una revisión al modo de un pastiche o un palimpsesto- de múltiples situaciones y personajes de la tradición literaria». Se trata de un libro con bastantes alusiones al más que milenario juego. La misma editorial publicó el año pasado ‘Entrevistas’ donde se escribía sobre Gracq, «le gusta el ajedrez aunque se confiesa un jugador mediocre».
Pero Ediciones del Subsuelo es la editorial que ha publicado, en 2022, la última obra de Gracq en español, ‘Nudos de vida’, traducido por Lluís Maria Todó. Se trata de escritos recuperados del Fondo sobre el escritor de la Biblioteca Nacional de Francia. Se trata de una serie de textos, definidos como «prosa poética», divididos en cuatro apartados: Caminos y calles; Instantes; Leer y Escribir.
Es una colección de pensamientos, retazos autobiográficos, meditaciones sobre variados temas pero abordados con rigor, recogiendo unas crónicas que inició en 1967. Como es lógico no podía faltar la referencia al ajedrez que aparece en el último apartado y se inicia con una cita del poeta y ensayista Paul Valéry (1871-1945) de su obra ‘Escritos’, donde escribe «¡Si lo grandes jugadores de ajedrez supieran!»
En este punto, Gracq se explaya: «La fuerza del jugador, en el ajedrez, no se parece al virtuosismo en el manejo de una lengua, que el jugador podría cambiar por otra..» para luego referirse a jugadores de época:
«En el reino de Caissa todo el mundo sabe que Rubinstein brillaba sobre todo en las combinaciones que ponían en juego piezas en movimiento rectilíneo (la torre y el alfil) que los caballos de Chigorin y Nimzowitsch eran mortales, mientras que la pareja de alfiles, apodada ‘los alfiles de Janowski’ eran el arma especial del virtuoso polaco».
Alude pues a cuatro destacados ajedrecistas. El polaco Akiba Rubinstein (1880-1961), quien dejó la práctica del ajedrez en 1932 y del que se cuenta una famosa anécdota. Por su origen judío, cuando los nazis fueron a llevarlo a un campo de concentración en 1940 dijo que iba encantado a trabajar en el mismo. «Realmente está loco» señaló el oficial alemán, dejándolo en el sanatorio de Bruselas (luego fue trasladado a uno en Amberes donde falleció) en el que estaba internado.
También cita al ruso Mijaíl Chigorin (1850-1908), al danés de origen letón precursor de la escuela hipermoderna Aron Nimzowitsch (1886-1935) y al francés de origen polaco David Janowski (1868-1927).
Es curioso como Nimzowitsch cautivó a escritores y artistas. Así, el artista Marcel Duchamp (1887-1968) decía que «era su Dios», mientras que el filósofo Walter Benjamin (1892-1940) y el dramaturgo y poeta Bertold Brecht (1898-1956) disputaron varias partidas, en 1934, 1936 y 1938, precisamente en Svendborg, en Dinamarca, cerca de donde residía el ajedrecista, de quien resaltaban la influencia que tuvo en sus juegos.
Conviene recordar los versos de Brecht sobre estos encuentros ante el tablero con el título ‘A Walter Benjamín quien se quitó la vida huyendo de Hitler’: «Cansar al otro era tu táctica preferida /en la mesa de ajedrez a la sombra del peral (…) El tablero de ajedrez está huérfano».
Pero hay que volver a Gracq y, por ejemplo, a las dos partidas por correspondencia que disputó en la década de 1950 con el pintor belga René Magritte (1898-1967). Hay que recordar que su novela, ‘El Bello tenebroso’, publicada inicialmente en 1945, inspiró una pintura de Magritte, con el mismo título, realizada en 1950, que se encuentra en el Museo de Jerusalén y que contiene una especie de grandes peones.
En cuanto a Magritte, su juego se definía por sacrificios innecesarios, pérdidas sin compensación, con una defensa porosa, abandonos prematuros. Se le veía jugando en el café Greenwich frente a la Bolsa, en la capital belga e incluso disputó dos torneos en 1935 en Bruselas.
Las dos partidas jugadas en agosto de 1950 por correspondencia con Gracq suponen un doble abandono por parte del pintor, tras once y catorce movimientos, respectivamente.
- Primera partida 1.e4 c5 2.Cf3 Cc6 3.d4 cxd4 4.Cxd4 Cf6 5.Cc3 d6 6.Ae2 e6 7.Ag5 Ae7 8.Cb3 0-0 9.0-0 a6 10.Ae3 b5 11.Axb5 axb5
- Segunda partida 1.e4 e5 2.f4 d6 3.Ac4 Cf6 4.Cf3 Ag4 5.0-0 Ae7 6.Cc3 Cxe4 7.Axf7+ Rxf7 8.Cxe4 Axf3 9.Dxf3 Tf8 10.fxe5+ Rg8 11.Db3+ d5 12.Txf8+ Rxf8 13.Df3+ Rg8 14.Cg3
El juego de ajedrez estuvo muy presente en la obra de Magritte. En 1950, ilustró la revista del Círculo de Ajedrez Edgard Colle de Bruselas. Del mismo modo, hizo dos cuadros, que se conservan en el Museo Magritte de la capital belga: Jaque Mate (1926) y Mate (1937).
Otros que se pueden considerar alusivos con figuras parecidas a piezas serían: ‘El jockey perdido’ (1926) con un caballo rodeado de una especie de peones gigantes, estas últimas figuras aparecen en otros cuadros, desde ‘El encuentro’ (1926), ‘La Anunciación’ (1930), ‘La Belle Lurette’ (1965) y ‘La difícil travesía’ (1968) que a su vez, está relacionada con ‘El nacimiento del ídolo’ (1926).
Por otra parte, en el primer apartado ‘Caminos y calles’ del libro ‘Nudos de vida’ se alude a lugares, ciudades y algunos escritores, entre ellos Lev Tolstoi (1828-1910) quien, además de coincidir en su pasión por los 64 escaques con Gracq, lo cita como «paisajista del Cáucaso. Mi placer al leerlo, se mezcla con el sufrimiento agudo de no haber visto, de no llegar jamás a ver todo aquello».
Otra anécdota cinematográfica
En la nueva versión de la película ‘El secreto de Thomas Crown’, de 1999, hay diversas referencias y juegos a la pintura ‘El hijo del hombre’ (1964) de Magritte. En la primera versión original del filme, titulada ‘El caso Thomas Crown’ de 1968, hay una sugerente partida de ajedrez entre Steve McQueen (1930-1980) y Faye Dunaway (que reaparece en un pequeño papel en el remake).