Lenguaje farragoso o confuso

La apariencia y la realidad

Manuel Nolla¹

En los documentos e intervenciones públicas de quien quiere manifestar sensibilidad feminista se viene generalizando un esfuerzo por modificar la gramática.

Aún teniendo importantes logros en el último siglo, la lucha por la igualdad entre sexos es una de las batallas más importantes de la humanidad y en estas fechas está teniendo una magnífica presencia, aunque aún tenemos mucho camino por delante.

Pero creo que en esa lucha (como en todas) se cometen errores, como el que aquí resalto.

Consiste en confundir el sexo con el género de las palabras. En castellano, las palabras tienen género con relativa dependencia de su terminación en “a” o en “o”.  El sexo de animales y personas es otra cosa.

Hay más o menos machismo en todas las sociedades de este planeta. Hay machismo por tanto también en el lenguaje, en muchos usos y expresiones que hay que erradicar.

Pero las gramáticas de distintas lenguas son diferentes y unas tienen un tratamiento de los masculinos y femeninos o un tratamiento de los genéricos diferentes a otras, y no es por haber sido, (ni las va a hacer por ello), sociedades mas o menos machistas. Es cultura y luchas feministas las que han hecho a los países nórdicos avanzar en igualdad. A la inversa ocurre en países de más profundo machismo. No vale eso de que la gramática condiciona la realidad.

Se dice que se busca hacer “visibles“ a las mujeres. Cosa muy loable en todos los aspectos de la sociedad. Pero no confundamos la batalla simbólica con la real. La invisibilidad de la mujer está en la condición material de sus opresiones. La gramática son normas para el entendimiento.

La cuestión se manifiesta fundamentalmente en dos aspectos:

1.- La búsqueda de palabras nuevas.

La mayoría de las profesiones eran ejercidas por varones, lo que lleva a que palabras que no son masculinas se consideren falsamente como tales para inventar unas “femeninas”, cuando hubiera sido suficiente utilizar los artículos el/la y los/las, que sirven perfectamente para distinguir a hombres y mujeres. Por ejemplo: ¿por qué se inventa concejala o jueza cuando ni concejal ni juez son masculinos?.

ES LA REALIDAD LA QUE HAY QUE CAMBIAR, la que se está cambiando, y no habrá ninguna concejal más por llamarse concejala. Por el contrario, no sólo las terminadas en “ista”, sino otras varias profesiones, como fisioterapeuta, atleta, policía ¿son acaso femeninas?. Luego ese no es el criterio.

Curioso es el caso de las palabras terminadas en “ente”, (escribiente, presidente,…) que lo son por referirse a “el ser (el ente) que hace esa acción”, y se inventa a veces un sufijo femenino “enta”. Otras no, y no se dice estudianta, ni cantanta, como no se dice “capilla ardienta”.

Pero todo lo dicho no sería gran problema si esto no engordara ahora con la moda de la duplicación de los genéricos de todas aquellas palabras que han tenido doble aceptación.

2.- El uso del genérico plural.

Sencillamente se propone que desaparezca el genérico. Y ESTE SÍ es un asunto muy grave, porque se necesita un genérico que (como su propio nombre indica) se usa cuando presupone ambos sexos. No hablo de la situación en la que alguien se dirige directamente a personas presentes. Diremos: “es una película para niños, jóvenes y ancianos”. NINGÚN IDIOMA se para a decir: los niños y las niñas están contentos y contentas, los y las jóvenes y los ancianos y las ancianas enfermos y enfermas, haciendo farragosa la expresión. Entre otras cosas, porque en castellano deben concordar en género el nombre con el artículo y el adjetivo.

El lenguaje no evoluciona por consignas, sino de otra manera, que suele ser hacia la simplificación (obsérvese como están desapareciendo muchos artículos entre los periodistas).

En esta cruzada lingüista, ni siquiera los textos más supuestamente feministas pasan la prueba del algodón”. Se hace imposible. Por eso, sólo se intercalan aleatoriamente las correcciones “inclusivas”.

Sería curioso “traducir” a ese lenguaje las obras maestras de la literatura o las canciones. ¡Pues habría que hacerlo si se acepta el criterio de que el uso del genérico masculino no incluye a las mujeres!.

Curioso es que se cambia el nombre a la APA, Asociación de Padres de Alumnos por AMPA, padres “y madres” de alumnos, pero no se hace lo que entonces sería lo suyo: decir AMPAAS. ¿y las alumnas?. También es curioso que nunca se usa el doble empresarios/empresarias.

Para corregir la supuesta inclusividad aparecen inventos que cualquiera puede proponer:

La arroba sólo puede emplearse cuando se parte de una palabra terminada en “o”. Luego llegó la «x». Esas fórmulas pueden valer para ahorrar espacio en los textos escritos, porque, al igual que la @, si ese texto debe ser leído en voz alta, obliga sobre la marcha a una traducción.

Para esquivar el lenguaje farragoso se alterna, por ejemplo: «personas paradas». Redundancia, porque es claro que no nos referimos a… caballos parados.

Otra es buscar palabras que eviten referirse directamente a las personas. Así se sustituye ciudadanos/as por ciudadanía, que no es exactamente lo mismo.

Y una broma. Si de modificar la gramática en función del sexo se trata, ¿por qué habríamos de limitarnos a aplicar estas normas en los humanos y no en los animales, que también tienen diferencia sexual?. No digamos solamente leones, tigres o lobos, no sea que supongamos que en esas manadas hay un solo sexo. ¿estamos invisibilizando a los jirafos y cebros porque se entiende que las terminadas en “a” son femeninas?

Ahora la novedad es usar sólo el femenino … a veces, provocando extrañeza que dificulta la comprensión, alejando incluso a muchas personas de los planteamientos feministas y contradiciendo el argumento original de ser “inclusivos” y evitar “invisibilidades”.

La confusión no tiene límites y en el mismo discurso, como no siempre se está en tensión “correctora”, aparecen alternadas diferentes formas. En nuestro idioma, por lo menos tenemos la precisión de que cuando decimos un genérico femenino, sabemos que nos estamos refiriendo a un colectivo de sexo determinado porque las mujeres tienen su propio genérico. Ya ni eso. Cuando digamos “las trabajadoras están discriminadas” no sabremos si se trata sólo de mujeres.

RESUMEN: en realidad estamos ante un signo de identificación grupal a modo de jerga, lo que en inglés se llama “slang”. Una simbología para dejar claro que somos más feministas que nadie, pero un error de comunicación ante la gente “normal”, porque un principio elemental es que la gente no se pierda en la forma para concentrarla en el fondo. Elitismo de vanguardia y alejamiento de las mayorías populares de un feminismo obsesionado por lo simbólico. El resultado es trivializar y ridiculizar la importante lucha feminista, que puede usar esas energías en la inclusión y visibilización REAL.

Años buscando acercar el lenguaje cotidiano al oficial, y nos encontramos ahora con un lenguaje que sólo se utiliza ante públicos, porque esas mismas personas hablan con más normalidad en privado.

Sé que toco un tema sensible entre personas que nos consideramos feministas y de izquierda. PERO ES URGENTE, porque lo peor es que una vez que empieza a triunfar y se inculca la idea de que la gramática invisibiliza a las mujeres, el error de duplicar los genéricos se hará necesario hacerlo siempre, porque, caso contrario, se entenderá que nos estamos refiriendo exclusivamente a los varones.

  1. Manuel Nolla es periodista
editor
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2 COMENTARIOS

  1. Muy buen artículo, incluso valiente, diría yo. Radicalmente de acuerdo con las tesis fundamentales que sintetiza en el resumen. Mi felicitación, estimado Manuel.

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