Por el colapso del sistema público de salud, 760.000 mexicanos tenemos cataratas; principal causa de ceguera reversible.
Quienes por esta razón ya no ven nada, son el 34 por ciento del total de ciegos del país y hay 47.600 nuevos casos, cada año.
Ante esta crítica situación, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció una «Campaña Nacional de Cirugía de Catarata accesible, especializada y gratuita», para los mayores de sesenta años que se registraran en Ver por México.
Me registré, porque en la clínica del IMSS de Yecapixtla me detectaron cataratas en noviembre de 2023, tengo degeneración macular y me han hecho estudios en los hospitales de Cuautla y Cuernavaca, sin haber podido operarme «por falta de oftalmólogos en el IMSS de Morelos».
Y este 12 de febrero 2025 me llamó una doctora muy amable para decirme que el viernes 14 a las once de la mañana debía presentarme llevando un acompañante, en el consultorio de oftalmología de la consulta externa del Hospital de Zona en Cuernavaca.
Le conté las muchas veces que había contratado chofer y pedido a amigas que me acompañaran, para ir precisamente a ese consultorio y tras esperar horas con las pupilas dilatadas por las gotas que me colocaban, nada me hacían.
Me pidió confiar que ahora sería distinto «porque es una campaña de la presidenta de la República».
Confié, contraté chofer, pedí compañía y llegué puntual solo para encontrarme que nadie tenía idea de la campaña.
Médicos y enfermeras se enojaron cuando insistí y me mandaron al módulo de orientación en otra zona del hospital, donde también negaron que la hubiera.
Advertí que éramos muchos los viejitos citados a las 11.00 horas y llamé a la doctora amable; respondió que pronto llegaría el personal de la campaña.
Esperamos otras dos horas, no había asientos para todos y los baños de mujeres no servían.
Y cuando llegaron, quienes habían asegurado que esa campaña no existía, debieron dejarles sus cubículos para que nos atendieran.
Una doctora me revisó los ojos en unos cuántos minutos, aseguró que nos operarían a todos el 25 de febrero y me dio hojas para gestionar citas para exámenes preoperatorios.
Y de ahí pal real comprobé en cada gestión, el pésimo servicio del IMSS morelense.
Sin compasión por sus padecimientos, los enfermos son obligados a recabar firmas en diferentes pisos y hacer trámites para cada consulta.
Y la mayor parte de sus ineficientes funcionarios y empleados, los tratan con prepotencia; seguramente agotados por trabajo excesivo y falta de personal y medicamentos.
El viernes 14 y el lunes 17, pasé dieciséis horas parada en diferentes colas detrás de ancianos con andadera, personas con cabezas calvas, piernas rotas, oxígenos colgando, bebés enfermos y otras tristezas.
Y agradecí mentalmente, no tener que hacer la de Farmacia, mucho más larga.
Subí y bajé por escaleras y elevadores colmados de gente, camillas con enfermos y equipos médicos para llegar a oficinas atestadas, a oír que no habría lugar en meses para toma de radiografías.
De todas las citas que debían programarme, la única efectiva fue la toma de muestras para la biometría hemática a la que debí llegar las cinco de la mañana para alcanzar lugar; y la impericia del enfermero me dejó en el brazo un moretón del que aún tengo rastros.
La señorita «Avi» de Rayos X, me regañó por solicitar ahí electrocardiograma y placa del tórax «y no en Cuautla donde le corresponde… tal vez por su edad, no entienda que no existe esa campaña de la que habla… mejor vuelva con algún nieto que pueda explicarle lo que le digo».
En el hospital de Cuautla, ubicado a 45 kilómetros, tampoco sabían de la campaña y la fecha más cercana para Rayos X, era para fines de julio y eso si la pedía mi médico general en Yecapixtla.
Pero la peor experiencia fue la del lunes en la oficina de la doctora Serrano, subdirectora médica de ese hospital y como todos, desconocedora de la campaña.
Como pasaba de las once de la mañana y estábamos en ayunas y no había baños ni asientos, a los que esperábamos sellos y firmas para poder seguir el procedimiento de sacar citas nos dijeron que regresáramos en dos horas.
No me daba tiempo de ir a mi casa, así que resolví quedarme en una de las tres sillas que había para las decenas que aguardábamos y un señor me cedió.
Y fue hasta las dos de la tarde cuando me entregaron las cuatro hojitas que debían precisar las citas, pero solo la de medición de lentes intraoculares estaba confirmada.
La placa del tórax «posiblemente» me la sacarían el uno de marzo, cinco días después de la operación programada para el 25 de febrero.
Harta de la desorganización, solicité hablar con la doctora Serrano; «estaba demasiado ocupada» y mandó decir que me avisarían por teléfono las fechas para la valoración médica y el electrocardiograma.
Indignada por ese infame trato y con temor a seguir perdiendo la vista o quedar peor de lo que estaba, no me quedó otra opción que la medicina privada.
Me operarán el lunes 3 de marzo y les daré vacaciones de mis artículos, dos semanas.