Ricard Terré y Carlos Saura documentan los años de posguerra en España

Recorrer las tres plantas que ocupa esta gran exposición de Ricard Terré en la Sala Canal de Isabel II de Madrid es como dar un salto desde la España de los años cincuenta y sesenta a la de los de la transición política y el nuevo milenio.

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Terré, Barcelona, 1957

Es, además, el itinerario que el propio fotógrafo siguió en su carrera, ya que a una etapa muy fructífera entre 1955 y 1969 siguió más de una década de silencio en la que Terré abandonó la fotografía. Este silencio se prolongó hasta 1982 cuando, ya jubilado, volvió a tomar su cámara de 28 mm y su vieja Hasselblad para inmortalizar una España que había mudado su sociedad y sus costumbres pero no su duende.

Curiosamente, fue a partir de este momento cuando su obra fue descubierta por los especialistas y reconocida internacionalmente, hasta el punto de que el MoMA de Nueva York alberga en sus colecciones algunas de sus fotografías. Cartier-Bresson fue uno de los mejores admiradores de la obra de Terré, tal vez porque las fotografías del español remiten a ese “instante decisivo” tan importante para el fotógrafo francés.

La vida y la muerte

La exposición Ricard Terré, sin embargo, no sigue un orden cronológico sino que mezcla fotografías de todas sus etapas agrupándolas en los temas que obsesionaron al fotógrafo: los ciclos de la vida (infancia, juventud, vejez), las peregrinaciones, los rituales y las fiestas religiosas y paganas, desde la Semana Santa al Carnaval, y sobre todo una visión perturbadora de la muerte, a la que dedicó tal vez la mejor parte de su obra, temas todos ellos que se sugieren en la niña bizca de “El ángel caído”, una de sus mejores fotografías, un icono para la historia. Especialmente conmovedora es la serie que dedicó a los niños discapacitados  del centro de educación especial de  San Francisco de Vigo.

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Terré: Barcelona, 1958

Por lo demás, cruces, figuras religiosas, exvotos y cementerios ocupan una buena parte de sus obsesiones. Y sus escenas de calle, tomadas al azar, son de las mejores de la fotografía española. A todos esos espacios se acerca a través de gentes anónimas que representan en cada imagen aspectos irrepetibles de los temas que aborda.

El acercamiento lo hace con una gran sensibilidad hacia las personas y hacia los paisajes, los objetos y las naturalezas muertas, siempre desde la corta distancia, para que las reacciones de los rostros y las huellas del tiempo se manifiesten con más fuerza y se perciban con mayor realismo. Siempre en blanco y negro y siempre con encuadres precisos y contrastes acentuados. Una mirada que va de la ironía a la reflexión trascendente. Son estas características las que hacen que la fotografía de Ricard Terré represente una visión original y distinta a la de otros autores que trataron los mismos temas en los mismos años en los que el fotógrafo catalán recorría las geografías española y portuguesa.

Un profesional aficionado

Ricard Terré fue uno de los pioneros de la fotografía social durante la posguerra desde las páginas de la revista Afal, editada por la Agrupación Fotográfica de Almería, de cuyo comité de dirección formó parte después de unos primeros años de iniciación en la Agrupación Fotográfica de Cataluña, donde conoció a Ramón Masats y Xavier Miserachs siguiendo la estela de Francesc Català-Roca. Durante estos años se dedicó a la fotografía  como aficionado, sin abandonar su trabajo en una empresa de patentes.

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Terré: Santa Marta de Ribarteme, 1960

Sus primeras fotografías se mostraron en exposiciones colectivas en la sala Aixelà de Barcelona en 1957 y 1959. Había entrado en la fotografía desde el mundo del dibujo y la pintura al óleo, una mirada artística que nunca abandonó y que impregna toda su obra documental. Fue uno de los mejores protagonistas de la “Renovación fotográfica” que comenzaba a registrarse en el panorama español después de una etapa de salonismo y propaganda.

Aunque nació en Sant Boi del Llobregat en 1928, sintió desde siempre una profunda atracción por Galicia y en 1959 se instaló en Vigo, donde vivió hasta su muerte en 2009. Fue enterrado en el cementerio de Santo Tomé de Freijeiro, un escenario con el que se sentiría seguramente muy identificado. Dice su hija Laura Terré en uno de los textos que acompañan el catálogo de esta exposición, que en Galicia encontró “un territorio riquísimo para la observación de la vida, un paraíso casi virgen y auténticamente rural que en el segundo periodo de su carrera aprovechó para desarrollar series constantes: las romerías ancestrales de Santa María de Ribarteme y la Puebla del Caramiñal, las fiestas paganas de Cobres y del monte Tecla y las procesiones de Semana Santa… también árboles, casas, perros, vacas, ovejas y paisajes, siempre humanizados”.

En 1995 la Fundación La Caixa organizó una gran exposición itinerante comisariada por Pere Formiguera que descubrió la obra de Terré al gran público y a algunos profesionales que la desconocían. Santiago de Compostela la albergó en 1996 y la galería parisina VU expuso esta misma muestra en 1997. En 1999 cosechó un enorme éxito en  Barcelona, donde se expuso en el Museu Nacional d’Art de Catalunya.

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Carlos Saura: Castilla, 1955

Aquella españa de Carlos Saura

Es una pena que la obra cinematográfica de Carlos Saura (Huesca, 1932) haya velado su también excelente trabajo de fotógrafo. Cierto es que si se hubiera dedicado a la fotografía como profesional nos hubiera privado de películas como “La caza”, “La prima Angélica”, “Cría cuervos”, “Goya en Burdeos” o su serie dedicada al baile y la música, y por eso cuando se habla de Saura casi siempre se hace de su obra como director de cine.

Saura estuvo a punto de elegir la fotografía cuando trabajaba como fotógrafo oficial de los Festivales de Música y Danza de Granada y Santander y para la revista francesa “París Match”, que le ofreció un puesto fijo en 1959, que no aceptó porque no se veía como fotógrafo de guerra. Hizo su primera exposición en 1951, a los 19 años, en la Real Sociedad Fotográfica de Madrid, comisariada por el pictorialista Ortiz Echagüe, pero eligió el cine y no pudo dedicar a la fotografía la atención que hubiera requerido: su siguiente exposición no fue hasta 1999, organizada por Manuel Falces en la Sala de Murallas del Centro Andaluz de Fotografía de Almería. Desde entonces para Saura la fotografía no es sino “un entretenimiento y una diversión”, como ha dicho en numerosas ocasiones.

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Carlos Saura: escuela de la comarca de Sanabria, Zamora. 1955
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Carlos Saura: Familia de Guadix, Granada, 1956

Un fotógrafo coleccionista

Carlos Saura comenzó su carrera de fotógrafo aficionado desde muy pronto utilizando primero una Retina y una ICA6X9 de su padre, y más tarde una Leica M3. A lo largo de su vida utilizó otros modelos y es conocida su afición a coleccionar cámaras (tiene en su estudio unas mil, más que algunos museos) y a experimentar con  modelos propios, como la Sauracam, que construye utilizando cuerpos de cámara y objetivos diferentes. Tiene además una extensa colección de álbumes con miles de fotografías acumuladas a lo largo de su vida en los que se mezclan retratos familiares, autorretratos, paisajes, fotos de sus rodajes… Hace años que abandonó la fotografía analógica para pasarse a la digital y a las fotos pixeladas,  con las que también experimenta en el campo de la fotografía artística, como en lo que llama sus “fotosaurios”, que expuso en 2005 en la muestra “Raíles” en la Galería Trama de Madrid.

De las fotografías que Carlos Saura hizo a lo largo de su vida tienen un especial valor documental aquellas que tomó como aficionado en los años cincuenta y sesenta por la geografía de una España alejada de la propaganda oficial que vivía en condiciones miserables, “un país medieval”, como él mismo calificó a aquella España oscura.

La primera de las exposiciones en las que se mostraron estas fotos, que enlazan con el movimiento cinematográfico del neorrealismo que él mismo reflejó en películas como “Los golfos”, fue en 2016 en el Centro de Creación La Cárcel, una antigua prisión de Segovia. Con ellas se editó el libro “Caros Saura. España años 50”. Hombres vestidos con harapos, niños sucios viviendo en condiciones higiénicas deplorables, mujeres de luto, calles sin asfaltar, embarradas, carretas tiradas por bueyes y  por mulos, procesiones,  niños que piden limosna, lavanderas a orillas de los ríos, madres que amamantan a su bebé en la calle, mujeres que faenan en las labores del campo bajo un sol de justicia, pueblos miserables de Sanabria, de Cuenca, de Andalucía, de Castilla, de Madrid…

Después de pasar por Segovia, Zamora y Cuenca, el Museo Cerralbo de Madrid mostró algunas de estas fotografías en 2017 y ahora la sala de exposiciones La Fábrica ha hecho una selección para exponerlas en Madrid con el título de “Carlos Saura, años 50”.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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