Del Mayo del 68 hasta los actuales indignados

Roberto Cataldi [1]

En este mes de mayo se cumplen 50 años de aquella rebelión contra la autoridad de los padres y la moral dominante que conmocionó a la sociedad francesa. Recuerdo que en Mayo del 68 yo tenía 19 años y cursaba mis primeros años de medicina en una universidad estatal. La Argentina de entonces era gobernada por Onganía, quien había  derrocado al gobierno constitucional de Arturo Illía. Un golpe militar más entre varios. Aquí la desinformación y la censura eran moneda corriente.

Los estudiantes franceses armaron una rebelión estruendosa cuyas consecuencias produjeron cambios en el estilo de vida y hasta en las formas de vestir y de hablar. La revuelta estudiantil llegó a las aulas, el arte en sus diferentes expresiones, las discotecas e incluso a los hogares. Comenzó a finales de marzo con la movilización universitaria en Nanterre, en las afueras de Paris, y se prolongó hasta principios de junio cuando De Gaulle retomó el control de la situación.  La crisis estudiantil tuvo por epicentro el Barrio Latino con los slogans muy imaginativos que todavía se repiten, la toma de la Sorbona, las barricadas, y los adoquines que se intercambiaban con los gases lacrimógenos que lanzaba la policía parisina. Luego la crisis obrera que se tradujo en una huelga general en reclamo de una subida del salario mínimo. Y finalmente la crisis política, pues, los estudiantes y los sindicatos lograron acorralar al gobierno de De Gaulle. Se trató de un salto no planificado de la modernidad que chocó con un poder anquilosado en sus diferentes vertientes: Estado, universidades, sindicatos y familia. Los excesos no faltaron, al fin de cuentas sus protagonistas eran todos jóvenes.

En estos días diversos intelectuales y periodistas se han visto en la obligación de evocar esta rebelión contra la autoridad y su pretensión de cambiar el mundo. No cabe duda que al respecto existe toda una mitología y, confieso que a muchos nos sedujo. Se lo ha calificado como: “un movimiento cuyo mayor problema fue la desmesura”, “una revolución fallida que cambió nuestras vidas”, “una insumisión permanente”, “un Mayo que nunca termina”. Pero lo cierto es que se convirtió en un fenómeno internacional que tuvo sus réplicas en Berlín, México, Berkeley, Praga. Los símbolos políticos que adoptaron los jóvenes del 68 fueron el Che Guevara y el vietnamita Ho Chi Minh frente a la locura de los bombardeos norteamericanos, símbolos que perviven en muchos jóvenes actuales que por cierto desconocen el Mayo francés.

Edgar Morin, testigo de esos días, dijo que fue menos que una revolución y más que una revuelta. Jean-Pierre Le Goff, otro testigo, sostiene que fue una gran puesta en escena, un psicodrama donde se volvieron a interpretar capítulos como la Comuna de París y las revoluciones del Siglo XIX. Para Le Goff fue casi como una obra de Victor Hugo. Sin embargo reconoce que la catarsis social que se hizo era necesaria, aunque desembocó en una sospecha ante cualquier jerarquía o autoridad. Los jóvenes reclamaban una sociedad donde no hubiese reglas así como la instalación de una democracia directa que evidentemente no podía funcionar. Hasta se exhumó el concepto rousseauniano de que el hombre era bueno por naturaleza (…) Francia dejó atrás el moralismo católico y emergió una mentalidad hedonista. Todo muy francés.

Se pretendía “Cambiar la vida” en el sentido del enfant terrible Arthur Rimbaud y, pretendieron fusionar a Marx con Rimbaud. Es habitual que los movimientos ideológicos no desaprovechen la oportunidad para pescar en río revuelto y, se produjo un fervor por el maoísmo, el marxismo y todo lo que significaba la URSS. Un intelectual de gran protagonismo fue mi admirado y cínico Jean Paul Sartre. Otro intelectual, André Malraux, era ministro de cultura. Los jóvenes se levantaban contra los totalitarismos, reclamaban libertad y, no tenían  presente que el Gran Salto Adelante (1958-1960) dejó como resultado la muerte por hambre de más de 40 millones de chinos y que la Revolución Cultural (1966-1976) incrementó esa cifra en varios cientos de miles. Tampoco tenían presente las atrocidades que sucedían en los países de Europa del Este. Una contradicción difícil de explicar. Hubo intelectuales que fueron muy duros con estos jóvenes, me vienen a la memoria Passolini que decía odiarlos y Lacan que sostenía que solo buscaban un nuevo amo. Daniel Cohn-Bendit, uno de los líderes de la revuelta, hoy convertido en apóstata, durante unos diez años fue eurodiputado ecologista. Alan Geisman, otro de los cabecillas, terminó liderando un grupo maoísta que lo llevó a prisión, luego regresó a la socialdemocracia y se convirtió en colaborador de varios ministros, él y Dani el Rojo, hoy son partidarios del presidente Macron, cuyo discurso y performance considero poco consistentes.

Regis Debray en Mayo del 68 cumplía prisión en Bolivia, había estado en la selva con el Che Guevara, a quien ajusticiaron el año anterior, y sostiene que hablar de ese movimiento es un ejercicio de intelectual francés, pero aclara que él no es intelectual francés. Su hija, Laurence, dice que en aquella época se vivía muy bien y que los gobiernos posteriores dejaron una Francia endeudada. En fin, entonces levantar barricadas y arrojar adoquines era ser transgresor, hoy ser transgresor es votar a la extrema derecha.

En los años 80 se impuso la frase “no hay alternativa”, apoyada por el capitalismo globalizado, pero también por sesentayochistas ahora en el poder, al fin de cuentas ellos habían hecho la revolución. Claro que la revolución pasó a ser cosa del pasado, surgió un pensamiento único, mientras neoliberales y socialdemócratas compartían una misma mesa pese a sus diferencias retóricas. Margaret Thatcher en 1979 invocaba a San Francisco de Asís y la muy canalla implementó el recorte más brutal de que se tenga memoria, por lo que cayó en desgracia en las encuestas pero la salvó la Guerra de Malvinas. Reagan no se quedó atrás en su ruindad, disminuyó los impuestos a los más ricos y apuntalar el aparato militar fue el objetivo del cowboy hollywoodense.

En el 2008 los Estados salvaron a bancos y banqueros con dineros públicos a la vez que hicieron recortes inhumanos en el gasto social. Se alzaron los indignados del 15-M y el movimiento Occuppy Wall Street. Simultáneamente afloraba la Primavera Árabe que generó grandes esperanzas, sin embargo rápidamente fue desarticulada, continúa en pie aunque con grandes dificultades en Túnez. En esos años pude hablar con gente indignada en El Cairo,  Atenas, Madrid, y otras capitales; los privilegios e injusticias que denunciaban merecían la mayor atención, pero inmediatamente salían al cruce los políticos con su relato y frecuentemente había medios que trivializaban los reclamos.

Recuerdo que en los años 70 visité Paris y, antes de que finalizara la década ya había comprendido que la fórmula dominante era adoptar un discurso de izquierda y vivir como gente de derechas, algo muy actual en aquellos que buscan formar opinión pública o dar cátedra de moral. El gatopardismo político y económico continúa vigente. Ya no tenemos ejemplos vivos, de carne y hueso, a los que seguir, pues, estamos a la intemperie, y las representaciones están bien pero para el teatro.

  1. Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldo Amatriain (FICA)

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