Pues no, señoras y señores, españoles todos. No es de París de donde vienen los niños en un hatillo colgando del pico de una cigüeña. Vienen… ¡de la Alsacia!
O, mejor dicho, venían, pues la situación geográfica de la Alsacia con una climatología única -la región más soleada y menos lluviosa de Francia- en las vías de migración de las cigüeñas entre el norte de Europa y el África Occidental, que otrora registraba un alto nivel de tráfico de cigüeñas, propició la sedentarización de las mismas y ya no migran.
A saber la influencia que para tal cosa pueda haber ejercido la calidad de las varas de sarmiento de las viñas próximas para la construcción de nidos en tejados, campanarios y otros emplazamientos de la Alsacia.
De las variedades de uva del viñedo de la Alsacia -riesling, pinot (blanc, gris y noir), gewürztraminer, sylvaner y muscat, es la riesling la más famosa, la que ocupa la mayor parte de los cultivos en la franja larga y estrecha del viñedo alsaciano entre la cadena montañosa de los Vosgos a orillas del Ill, que fluye en paralelo al Rin hacia Alemania. Fue precisamente gracias a los vinos alsacianos plenamente fermentados, secos, porque siempre se pretendió maridarlos con comida, por lo que los riesling alemanes alcanzaron su mayor grado de evolución en fechas relativamente recientes.
“El riesling”, dejó escrito el gran Néstor Luján, “es el vino de Alsacia por excelencia, la mejor de las cepas, cuyos productos claros, dorados, aristocráticos, presiden la mesa del país. El riesling es muy fruteado; ligero e hiriente como la estocada de un acero fino: tiene centelleo. Ha de ser seco y puede tomarse con los platos más refinados. Nos agrada la fantasía del riesling, su gracia y gentileza; como siempre lo tratamos adolescente, a veces nos engaña su fuerza.
Con todo respeto a la memoria de Luján -con quien debo a Leopoldo Pomés el honor inmenso de ser comparado en su libro Comer es una fiesta por la común debilidad de Néstor y un servidor por las judías pintas con oreja de cerdo-, vamos a partir una lanza aquí a favor de otra variedad alsaciana, la gewürztraminer -del alemán Gewürz, especiada-, una variedad alternativa, que los manuales describen como “tremendamente aromática, muy afrutada, con recuerdos amielados y de uva de mesa”.
Los ampelógrafos -que así se llama a las personas que profesan la ampelografía, esto es, la descripción de las variedades de la vid y el conocimiento de los modos de cultivarlas- la creen descendiente de la uva aminea, una viña cultivada en el norte de Grecia. Sin embargo, su influencia tiene como punto de partida Italia, donde se cita por primera vez hacia el año 1000 como traminer en torno a la localidad de Tramin o Tremeno que le ha dado nombre, en la zona del Alto Adigio.
Solo cabe añadir que, con sus inconfundibles aromas de pétalos de rosa y melocotón, la uva gewürztraminer alcanza de modo natural niveles más altos de azúcar que la riesling, lo que le hace ideal para vinos dulces de vendimia tardía, amplios y generosos, capaces de mantenerse untuosamente dulces y exquisitos durante décadas.
Las judías pintas con con oreja de cerdo que tanto amaba con Néstor Luján habría que regarlas con un buen tinta de Toro o un priorato, pero estamos con los blancos alsacianos. Los mejores, de cualquier uva, son sin duda los Grand crus. Y miren por dónde hace ahora un mes, el pasado 18 de abril un gewürztraminer, el Chapelle 2009 de la bodega de Ernest Burn en la parroquia de Saint-Imer en la localidad alsaciana de Gueberschwihr se alzaba con la medalla de oro en el concurso sin duda definitorio: la 7ª Feminalise 2013, celebrada en el Palacio de Congresos de Beaune.
Palabras mayores, tanto el grand cru como el propio concurso.
Grand Crus -“Gran pago”, “Gran viñedo”-, son aquellos vinos de terruños estrictamente delimitados que han superado controles de calidad particularmente severos.
La Feminalise, por su parte, es el concurso que cada año se celebra en la Alsacia en el que los jurados son mujeres catadoras exclusivamente. En esta ocasión, 700 dégustatrices cataron 4016 échantillons -muestras de vinos- de toda Francia.
Bien por la región de las cigüeñas sedentarizadas y sus vinos alsacianos, especialmente los grand crus, bien por la uva gewürztraminer, bien por la bodega Ernest Burn y, lo mejor de todo, bien por las catadoras de la Feminalise 2013.
“Les femmes sont peut-être plus sensibles aux arômes grâce à la parfumerie et à la cuisine”.
Ahí queda eso. Mal que les pese a los catadores hombres, eso es lo que afirma Philippe Faure-Brac, Mejor Sumiller del mundo en 1992.
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38. Naranjas Azules Garnacha 2013
37. Marqués de Riscal Rueda Verdejo 2013
36. Mauro Cosecha 2011
35. Juve & Camps Xarel.lo Essential
34. Elogio del terruño
33. Vinos alemanes (en tres actos)
32. Francis Coppola
31. La Tremenda
30. El Paraguas Atlántico
29. Tinto Pesquera
28. Cune
27. Montecastro
26. Tiempo de vendimia
25. Mara Martín
24. Casta Diva Cosecha Miel
23. Castillo de Liria
22. Dinastía Vivanco (y 2)
21. Dinastía Vivanco (1)
20. Señorío de Rubiós (tinto)
19. Señorío de Rubiós (blanco)
18. Valduero
17. Arnalte
16. Viña Meín
15. Vino de mesa Consum
14. Pago de Tharsys (y 2)
13. Pago de Tharsys (1)
12. House of Mandela
11. Pétrus 1990
10. Marqués de Griñón Syrah 2000
9. Trapiche Gran Medalla Malbec 2008
8. Vinos de la Alsacia (y 2)
7. Vinos de la Alsacia (1)
6.. Vinos de Madrid
5. Bodegas Xaló
4. Raúl Pérez (‘El pecado’)
3. Luis Cañas
2. Vega Sicilia
1. Oremus
Ruido de buen vino